Ahora se habla mucho de la igualdad de los seres humanos y se repiten frases de cajón que van conformando un modo de ver y sentir, una manera de entender que quizás no corresponde a la realidad.
Por: Dr. Luis Alejandro Salas Lezaca
La verdad sea dicha, no hay en el mundo dos personas idénticas o exactamente iguales aunque sean mellizos homocigóticos o sea gemelos originarios del mismo huevo. Claro que hay muchas cosas que nos hacen parecidos o similares y hay asuntos que en cierta forma nos identifican. Pero definitivamente somos diferentes. Cada uno tiene sus orígenes y en la vida ha recibido muchas influencias diversas que lo hacen único, exclusivo.
Eso de que todos tenemos los mismos derechos y los mismos deberes, de que ante Dios todos somos iguales, es una forma de decir pero ante El y ante los demás cada uno es cada uno. Yo soy yo y nadie más.
Pero como vivimos en sociedad, tenemos que sobrevivir, necesitamos muchas cosas comunes que nos permitan relacionarnos, conocernos un poco más, ayudarnos, servirnos, querernos, soportarnos.
Se necesitan unas disposiciones y unas leyes, unos acuerdos sobre ciertos asuntos, unos reglamentos que hagan la vida más llevadera, más organizada, más interdependiente.
Cada uno tiene su propia conciencia, su estilo de entender la vida, recibe el influjo de los demás y con esto va apreciando la existencia y va dándose cuenta de las diferencias, toma posiciones, decide su comportamiento, observa las diferencias, nota sus limitaciones. El mundo ha evolucionado mucho, todos estamos cambiando y las transformaciones continuarán. Hay nuevas disposiciones.
Las naciones que conforman la tierra establecen comunicaciones que les permiten negociar y comerciar, intercambiar productos, participar experiencias, aprender y enseñar en todos los órdenes.
Infortunadamente han existido siempre las guerras. Las personas no han podido tolerarse, se ha hecho uso de la violencia, no se han aceptado las diferencias, en cambio de respeto ha querido imponerse la fuerza. No hemos aprendido a dejar vivir.
Se ha dicho que todos somos partidarios de la paz pero a la hora de la verdad somos combativos, beligerantes, guerreros, peleadores. Queremos que los demás piensen como nosotros queremos, que obren como a nosotros nos parece, que estén de acuerdo con nuestras creencias religiosas o políticas, con nuestra cultura.
Y si no están de acuerdo, les decimos perdidos, pecadores, pendencieros, bandidos y queremos exigir que “por justicia” los castiguen, los apresen, los maten.
Aprendamos a convivir. Aguantemos al prójimo, ¿No será que el desigual soy yo?