También conocida como la enfermedad del hígado graso, el síndrome de la vaca gorda es una afección de carácter nutricional que padecen especialmente las vacas lecheras de alta producción. Este desorden metabólico se desarrolla más al inicio de la lactancia.
Algunos de los signos que se pueden observar son la pérdida de peso corporal, la vaca se echa y se vuelve a levantar, dolor abdominal, entre otros. El síndrome de hígado graso también puede estar relacionado con otras enfermedades como cetosis, hipocalcemia, fiebre de leche, y algunas alteraciones en la fertilidad.
El proceso de movilización de grasas se inicia algunas semanas previas al parto, sin embargo, la expresión patológica más severa se observa frecuentemente en la segunda semana de lactancia, en donde la infiltración de grasa en el hígado puede ser de 20% o más).
La causa más frecuente de deficiencias de energía se encuentra asociada a una ingesta insuficiente de alimentos, ya sea por falta de aporte o limitaciones del consumo voluntario.
Esta situación se puede presentar al emplear forrajes con escasa cantidad de materia seca, que producen represión ruminal, sin cubrir los requerimientos, trastornos digestivos que alteren la absorción, disminución del apetito o alimentos de mala calidad, con escasa digestibilidad o mal balanceados, también el estrés del parto, los desbalances hormonales y una combinación de estos factores pueden provocar el déficit de energía.
Prevención y control:
- Evitar el engrasamiento en las vacas al final de la gestación y lograr al parto una condición corporal 3-3.5.
- La alimentación preparatoria para la lactancia debería iniciarse algunas semanas antes del parto. Utilizando, no la misma cantidad, pero sí los mismos ingredientes de la ración que utilizan los animales en lactancia, para permitir la adaptación de los microorganismos ruminales y optimizar la digestión.
- En el postparto es necesario equilibrar el balance energético para evitar la pérdida excesiva de peso. Ello requiere aumentar la densidad energética de la ración, para que la vaca con poco apetito logre ingerir la energía que requiere y disminuir la pérdida de condición corporal.
- Proporcionar alimentos de buena calidad, con una adecuada cantidad de proteína degradable y no degradable a nivel ruminal, para permitir una adecuada actividad microbiana y absorción de aminoácidos esenciales a nivel del intestino.
Autor: Sandra Patricia Romero , Facilitadora EDC – Cundinamarca.
Editor: Katherine Vargas Gaitán, Periodista Editora. @KatheVargasg