San Tarsicio, joven que logró comprender el verdadero sentido de la Eucaristía y de su importancia en la vida del cristiano.
Por Cristian Camilo Sánchez Urriago
Encontrar a un joven que busque la santidad es o puede ser muy complicado, pero no imposible. Uno de los grandes ejemplos que da la iglesia católica es la vida del joven San Tarsicio. Este joven logró determinar que llegar a la santidad es una tarea de todo cristiano, pero entendiendo que lo más importante es que se entienda el misterio que Dios tiene para cada ser humano en el mundo.
San Tarsicio, cuya vida es poco conocida, fue un joven que murió martirizado en la Vía Apia de Roma, entre los años 257 y 258 d.C. Los paganos lo encontraron cuando llevaba el cuerpo de Cristo consagrado a los prisioneros de la cárcel. Sus verdugos le pidieron que lo arrojara, a lo cual se negó. Por esto, lo apedrearon y lo apalearon hasta que murió. Pero algo que llamó la atención de los cristianos que recuperaron su cadáver fue que no encontraron las hostias consagradas, ni en sus manos ni en sus vestidos. Después de esto los cristianos le dieron santa sepultura en el cementerio de Calixto.
San Tarsicio también ha sido un ejemplo de que la eucaristía es para todos, por lo cual visitaba a los prisioneros y enfermos de su región, buscando que también ellos comprendieran que no importaba el lugar o el estado en el que se encontraran, el amor de Dios y su misericordia siempre está en la fracción del pan.
La existencia de San Tarsicio y su martirio son ciertos; la iglesia lo ha exaltado, por estar al servicio de la sagrada eucaristía, y por encontrar en el pan consagrado la presencia del mismo Jesús.
San Tarsicio es ejemplo de cómo vivir la eucaristía. El Papa San Dámaso lo nombro “Mártir de la eucaristía”, y se considera como el patrono de los acólitos y de los ministros de la comunión.
Tarsicio es un ejemplo para los jóvenes de hoy que buscan vivir su existencia a plenitud.