Los cambios per se no son buenos ni malos, mientras no demuestren lo uno o lo otro. En el ámbito de la administracion pública, estamos tan acostumbrados a los cambios y a que muchos de ellos, al final, no sean ni buenos ni malos, sino simple cosmética administrativa, algunas veces, al menos, con buena intención.
Por: Por Kenny Lavacude
La Presidencia de la República ha anunciado la liquidación del Incoder y la creación de agencias e instituciones con un alto perfil técnico que se dedicarán a ejecutar las políticas para el sector agropecuario y de desarrollo rural diseñadas por el Ministerio de Agricultura, es decir, a hacer lo mismo que hacía el Incoder.
Se crean, por una parte, la Agencia Nacional de Tierras, la Agencia de Desarrollo Rural, la Agencia para la Renovación del Territorio, el Consejo Superior de Uso del Suelo, el Consejo Superior de Restitución de Tierras y la Dirección de Mujer Rural; mientras que, por otra parte, se amplían las fuentes del Fondo de Microfinanzas Rurales y se fortalece la Comisión Nacional de Crédito Agropecuario, entre otros.
La mera división y denominación de las dependencias administrativas a que hace alusión la reforma, generan esperanza en cuanto a la focalización en temas específicos claves relacionados con el desarrollo rural y el bienestar de la población rural. Es, además, muy consecuente con la planificación del posconflicto, no sólo desde lo que se trabaja en La Habana, sino desde los hallazgos y las recomendaciones de dos importantes instrumentos: el Censo Nacional Agropecuario y la Misión para la Transformación del Campo Colombiano; además, claro, del sentido común.
Esperamos entonces que el cambio no sea cosmético y que la dispersión de entidades y de funciones no genere desorden, descoordinación o tensiones que al final conviertan la esperanza en una nueva frustración para el medio rural, fluvial y marítimo y sus habitantes.
Que la esperanza no se vuelva frutración