viernes, abril 25, 2025
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Qué podemos aprender hoy de Clímaco Rosales, el campesino que enseñó desde su cama en los años 60

En Puerres, Nariño, un campesino convertido en maestro rural desafió las barreras físicas y educativas con la ayuda de un radio y el semanario El Campesino. Su historia revive el poder de la educación popular.

Clímaco Rosales no tenía un aula, títulos académicos ni la posibilidad de caminar, pero le sobraban las ganas de enseñar. Con Radio Sutatenza y el periódico El Campesino como aliados, convirtió su cama en un salón, su casa en un lugar de encuentro comunitario y su palabra en herramienta para defender el derecho a educarse desde el campo.

Entre los años 60 y 70, en una vereda del municipio de Puerres, Nariño, Clímaco Rosales enseñó sin levantarse de la cama. Una lesión en un aserradero le impidió caminar, pero no lo apartó de la misión educativa que impulsaban las Escuelas Radiofónicas Campesinas y el semanario El Campesino. Desde su habitación de madera, organizó una red de aprendizaje donde la pedagogía nacía de la escucha, la lectura compartida y la convicción de que el saber es de todos.

Clímaco no contaba con pupitres ni pizarras. Su equipamiento era modesto, un radio de pilas, una vara de trazar y una copia de El Campesino que llegaba cada semana. Con estos elementos, guiaba sesiones educativas en las que participaban niños, vecinos y familiares. Mientras la voz de Radio Sutatenza marcaba el ritmo, Clímaco leía en voz alta, hacía preguntas y destacaba frases. “Oyendo se aprende lo que no se podía”, decía, convencido de que la limitación física no era excusa para abandonar el rol de educador.

El semanario El Campesino era parte esencial de sus clases. Lo usaba como texto guía, como recurso de análisis y como herramienta lúdica. “El periódico me llega como un maestro que sabe de mi vida”, escribió en una carta enviada a ACPO en 1972. Proponía crucigramas como ejercicios de lectura, recitaba coplas, reflexionaba sobre noticias y animaba a los asistentes a enviar cartas a la redacción.

Las campañas pedagógicas del periódico, como “Un libro por un huevo” o las cartillas de lectura, alimentaban la dinámica de su pequeña aula. “Sigo enseñando con lo que puedo. Aquí, con mi radio y con lo que ustedes nos mandan”, escribía a los editores. Así, su casa se convirtió en centro de formación, y su experiencia, en símbolo de una pedagogía campesina que florecía en los márgenes del sistema educativo oficial.


Clímaco Rosales interpreta la mandolina junto a sus hermanos [Fotografía]
Fotógrafo: no registra
1968

La historia de Clímaco Rosales sigue vigente porque encarna un modelo de educación desde el territorio, impulsado por la voluntad, la comunidad y los medios populares. Su labor, apoyada por El Campesino y Radio Sutatenza, demuestra que enseñar es posible incluso en las condiciones más adversas. Hoy, cuando #ElCampesinoResuena, su ejemplo nos recuerda que la transformación comienza con una palabra compartida, una escucha atenta y el deseo profundo de sembrar conocimiento.

Cabe destacar que, ese mismo espíritu continúa hoy con las Escuelas Digitales Campesinas, que lleva la educación a las zonas rurales de Colombia a través de las TIC. Lo que Clímaco hizo con un radio y un semanario, ahora se multiplica con celulares, plataformas digitales y formación comunitaria. Su historia inspira un modelo que mantiene viva la esencia de enseñar desde el territorio, con los medios disponibles y con la comunidad como base para transformar realidades, generar arraigo y construir paz.

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