El campo colombiano vive una paradoja. Mientras se posiciona como motor de la economía con un crecimiento anual cercano al 10%, sigue rezagado en conectividad, acceso tecnológico y apropiación digital. En este contexto, la Segunda Cumbre de Inteligencia Artificial para el Agro, organizada por la UPRA, puso sobre la mesa una pregunta urgente: ¿estamos preparados para poner las tecnologías emergentes al servicio del desarrollo rural?
El evento reunió a representantes del Banco Interamericano de Desarrollo (BID); la Cámara de Comercio de Bogotá; el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) y la FAO, quienes abordaron el papel transformador de la inteligencia artificial (IA) en el agro colombiano, pero también sus riesgos y limitaciones.
Rafael Parra, especialista del BID, fue claro: “La inteligencia artificial no es un fin, es una herramienta. Puede mejorar ingresos, calidad de vida y sostenibilidad ambiental, pero solo si se democratiza su acceso”. En un país donde la agricultura familiar produce el 80% de los alimentos, que la IA llegue a los pequeños productores es más una necesidad que un lujo. El BID trabaja, por ejemplo, en un sistema de trazabilidad del cacao en la Amazonía, que busca abrir mercados internacionales a los productores locales.
Ángela Garzón, de la Cámara de Comercio de Bogotá, subrayó la gravedad de la brecha digital. “Solo el 10% del sector rural está tecnificado. Si la tecnología no llega al campesino, lo que vamos a crear es una desigualdad más grande”. Por eso, desde la Cámara impulsan procesos de alfabetización digital y asociatividad campesina, y promueven el uso de IA con enfoque en datos e inclusión.
Para Mario Moreno, del IICA, el problema va más allá del acceso tecnológico. “No se puede hablar de agricultura 4.0 en territorios 0.4. Esto no funciona sin bienes públicos como conectividad, riego y mercados. Y, sobre todo, sin un cambio cultural profundo”. Desde el instituto, se impulsa un programa hemisférico para digitalizar los sistemas agroalimentarios y traducir la política pública en acciones concretas en los territorios.
Diego Mora, de la FAO, advirtió sobre el rezago institucional frente al avance tecnológico. “La tecnología va a velocidad luz y el sector público camina. No es un problema solo de Colombia. En el sistema de Naciones Unidas también vamos lento”. Desde su perspectiva, el reto no es solo técnico, sino también educativo y de gobernanza. “Necesitamos jóvenes que quieran quedarse en el campo y vean en la tecnología una herramienta útil. Y necesitamos gobiernos locales que entiendan cómo implementarla”.
La inteligencia artificial tiene el potencial de transformar el agro, siempre que esté acompañada de conectividad, educación, inversión, voluntad política y articulación institucional. Tal como lo expresó el moderador del evento, el verdadero avance tecnológico requiere un enfoque inclusivo: “Innovar implica incluir. La revolución digital debe tener raíces en el campo colombiano, sembrando tecnología allí donde nace la vida del país: en manos de quienes lo cultivan”.