El tomate es una de las hortalizas más importantes en muchas zonas del país, presentando un crecimiento tanto en los cultivos como en el consumo según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación – FAO. Este producto hace parte de la dieta diaria de los colombianos y para el 2018 los departamentos líderes en su producción fueron Antioquia con 156.421 toneladas, Norte de Santander con 86.017, Boyacá con 72.851 y Cundinamarca con 70.631.
Como todo producto natural existen condiciones determinadas para garantizar el correcto desarrollo de la planta y su calidad, no obstante, se pueden encontrar enfermedades muy resistentes y difíciles de controlar a causa de la poca información al respecto. Uno de los agentes que contribuye al malestar de los cultivos colombianos de tomate es el Fusarium Oxysporum, un hongo que causa la marchitez de la planta, afectando el sistema vascular de la misma. Además, de causar la aparición de manchas y la pérdida de los frutos.
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A partir de una investigación adelantada por Sandra Lorena Carmona, Magíster en Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Colombia, se identificó la forma especial lycopersici como la principal causante de las afectaciones en los cultivos de tomate del país, una de las razas de este hongo. Ante el descubrimiento la investigadora señala que “esta información es importante porque una estrategia de manejo debería basarse en saber cómo está afectando a la planta este hongo y qué clase de variedades o genotipos resistentes a la enfermedad se pueden cultivar”.
Para ejercer un control de la plaga sin la utilización de químicos, se evaluaron alternativas de manejo de la enfermedad con la implementación de un hongo biocontrolador conocido como Trichoderma y de un biopolímero derivado de la quitina llamado quitosán, que inducirían la resistencia de la planta contra el Fusarium oxysporum lycopersici – FOL. Como una especie de vacuna, al proveer a la planta de estos inductores biológicos esta puede desencadenar una respuesta que la lleva a estar preparada para defenderse de la enfermedad.
En esta parte del estudio se evaluaron 16 aislamientos de diferentes especies de Trichoderma del cual ya se conocen productos comerciales, tomando las plantas para realizarles un tratamiento previo con estas dos alternativas de manejo. De lo que se pudo evidenciar con la Tichoderma una reducción de 57% de la enfermedad y con el quitosán 91%, concluyendo en una tercera fase con la selección del quitosán en una concentración de 2,5 miligramos por mililitro como el mejor tratamiento.
Por: Karina Porras Niño. Periodista.
Editor: Lina María Serna. Periodista – Editora.