Entendiendo las semillas en su diversidad como un bien común, un derecho y un patrimonio de los pueblos, organizaciones indígenas y campesinas vienen realizando acciones para recuperar, conservar, difundir e intercambiar semillas nativas y criollas como una estrategia para fortalecer los sistemas productivos locales en Colombia.
Lo anterior se traduce en el fortalecimiento de tecnologías locales con sistemas de agricultura tradicional, frente al modelo de paquetes tecnológicos de semillas híbridas y cultivos transgénicos. Esto, con el fin de conservar la cultura y con ello, mantener la soberanía alimentaria de las comunidades. (Le puede interesar: Campesinos ganan batalla y ya no tendrán semillas transgénicas en municipio de Nariño)
Distintas organizaciones, entre ellas el Grupo Semillas, reconocen que los cultivos transgénicos pueden tener beneficios en los primeros meses, pues tal como se dice, estos pueden ser más resistentes a plagas. Sin embargo, al incrementarse el uso de semillas transgénicas también se eleva la resistencia de las mismas a las toxinas de los herbicidas, lo que repercute en el incremento del uso de agroquímicos.
Nativas VS Transgénicas
Se ha argumentado que las semillas transgénicas son más productivas y más amigables con el ambiente porque utilizan menos pesticidas y agroquímicos; pero el problema del hambre en el mundo no se resuelve con nuevas tecnologías. La producción de alimentos es suficiente, el problema no es de producción, es de distribución y acceso a los alimentos, argumenta el Grupo Semillas. (Le puede interesar: La elevada factura que deja el desperdicio de alimentos en el mundo)
Impactos de semillas transgénicas en los territorios
La diversidad de los territorios se ha venido deteriorando con la introducción de semillas transgénicas. Los impactos son de orden ambiental, socioeconómico y de salud en las personas y los animales.
Nariño, por ejemplo, como territorio con diversidad de maíces nativos ha sentido el impacto de los cultivos de maíz transgénico que empezaron a llegar al territorio; especialmente, impactos socioeconómicos en la agricultura local, pues lo campesinos deben comprar las semillas y con ellas, los herbicidas en grandes cantidades.
Por otra parte, el Grupo Semillas explica que existen estudios que demuestran que las semillas transgénicas se pueden cruzar con semillas criollas, y al final se afecta la diversidad, puesto que se transmiten estas características genéticas modificadas. Esa es la principal preocupación que suscita esta situación. Así que la pregunta es, ¿qué va a pasar con la diversidad de maíces que hay en muchas comunidades campesinas, afro e indígenas?
San Lorenzo espera legitimidad en la declaratoria
“El que se declare un territorio como libre de transgénicos, no es una garantía de que no van a entrar estas semillas a ese lugar; pero se trata de una decisión política muy importante que muestra lo que los habitantes quieren para su territorio”, afirma Germán Vélez, director de Grupo Semillas en Colombia.
Y aunque la declaración es un paso importante, esta debe estar acompañada de medidas posteriores que hagan posible la efectividad de la declaración. En este caso, es necesaria la voluntad política de las autoridades competentes, para que promuevan esta acción como una política municipal y por consiguiente, se tomen medidas de fomento agrícola y apoyo a los campesinos.
Ahora, el paso a seguir luego la declaratoria, es continuar con la difusión acerca de la conservación y protección de las semillas criollas para evitar la pérdida de las mismas. Por lo anterior, se hace necesario educación, información y sensibilización a todos los habitantes del municipio, sobre todo a aquellos que pertenecen al casco urbano, para que entiendan y defiendan esta decisión.
No obstante, esta situación no le atañe sólo a los agricultores, sino también a los consumidores, ellos deben reconocer qué alimentos están consumiendo y si provienen de semillas nativas, pues son los ciudadanos los que deben hacer veeduría de decisiones como esta.
Por: Lina María Serna López. Voluntaria Fundación ACPO.
Editor: Mónica Lozano – Periodista.