Colombia es un territorio que goza de valiosas riquezas naturales, y a pesar de representar sólo el 0,7% de la superficie terrestre es considerado el segundo país más biodiverso del mundo. Según cifras del Fondo Mundial para la Naturaleza – WWF, ocupa el primer puesto a nivel global en mayor número de especies de aves (1.999) y orquídeas (3.179); el segundo puesto en plantas (26.232), anfibios (849), mariposas (4.059) , y peces (1.439); el tercer puesto en palmas (311) y reptiles (743); y el cuarto puesto en mamíferos (520).
En el deber de proteger todos los ecosistemas, las y los campesinos han sido y seguirán siendo fundamentales, pues históricamente han mantenido el equilibrio de los ecosistemas a partir de sus saberes ancestrales, que involucran no sólo el cultivo, sino el uso y cuidado del bosque, el agua, las plantas y los animales silvestres. Así lo afirma la organización Semillas.
“Desde la década de 1960, los campesinos hemos conservado, cultivado, adaptado e intercambiado nuestras semillas y creado una biodiversidad abundante. Hemos mantenido la biodiversidad silvestre a través del control local sobre ecosistemas forestales, marinos y de pradera”.
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Este indispensable trabajo está reconocido dentro de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Campesinos, “un campesino es un hombre o una mujer, que tiene una relación directa y especial con la tierra y la naturaleza a través de la producción de alimentos u otros productos agrícolas. Los campesinos están tradicionalmente integrados en sus comunidades locales y cuidan el entorno natural local y los sistemas agroecológicos”.
Sin embargo, en el ejercicio de esta labor se han enfrentado con dificultades como la privatización de los recursos naturales y la tierra; según lo explica la Vía Campesina el 82% de las semillas comercializadas en el mundo están patentadas y sólo 10 empresas controlan el 77% del mercado de estas. Esto implica el fortalecimiento de la agricultura intensiva que utiliza grandes cantidades de agua, pesticidas, herbicidas y fertilizantes. Además, las semillas industriales empobrecen los suelos, los cuales pierden su capacidad de capturar carbono y se convierten en tierras infértiles.
Por eso, la población campesina sigue apostando a mitigar el impacto del cambio climático, reverdecer los suelos afectados por la deforestación y en general, proteger todos los ecosistemas de la región. Un ejemplo de ello es que aproximadamente 1,310 familias campesinas habitan en Parques Nacionales Naturales y zonas de reserva natural, velando por la preservación de 19.228 especies de fauna y flora, y 19.7668 hectáreas de suelos.
Así mismo, en varias zonas del país, las y los campesinos lideran proyectos de reforestación. En la región de la Amazonía por ejemplo, más de 20 familias campesinas han firmado acuerdos para conservar sus tierras como bosques en pie, restaurar zonas degradadas, desarrollar proyectos agroforestales y promover el uso forestal sostenible. Con este compromiso el Ministerio de Ambiente reveló que se ha logrado la recuperación de más de 11.000 hectáreas de bosque.
De igual manera, en el departamento de Boyacá, donde se encuentra el 15% de los páramos de Colombia, muchos hogares campesinos que habitan en estos territorios prestan servicios ambientales para salvaguardar estos indispensables ecosistemas. Velando por el acceso a agua de cientos de municipios.
Por: Ivania Alejandra Aroca Gaona. Periodista.
Editor: Karina Porras Niño. Periodista – Editora.