El pescados permite una pequeña economía a un grupo de mujeres en territorios costeros
Por: Erika Correa Facilitador EDC – La Guajira
En el mundo de la costa caribe los pescados son parte diaria de la canasta familiar y de la dieta alimenticia. Los pescados son fuente de empleo que se desarrolla con humildad y gran tenacidad por grupos de mujeres que a diario se establecen en las plazas de mercado y en puntos estratégicos del pueblo o la ciudad. Las marchantas, así denominadas en territorio guajiro, han ocupado por años un puesto en el mercado y a veces solo un lugar en la calle bajo un árbol en donde escasamente caben ellas con sus impávidos y coloridos pescados. Las transacciones entre estas mujeres y sus clientes están mediadas por distintos grados de confianza, por una estética singular y la variedad de los pescados escogidos.
En muchas comunidades de pescadores cercanas a los centros urbanos de La Guajira las mujeres desempeñan un papel muy activo en la comercialización del producto pesquero. Mientras que los hombres evisceran los pescados, sus mujeres lo descaman y lo preparan para la venta en los mercados locales. Ellas organizan los peces plateros o pequeños en “ensartas” organizadas en especies y colores.
Son armónicos collares de peces que nos muestran cómo la estética es también un principio rector en las extensas transacciones humanas, en el gran comercio con los pescados.
La vida de los pescadores y sus mujeres en muchas partes del mundo además de mantener relación con un mundo de servicio y deleite, se rige por la incertidumbre. La pesca implica permanecer largas horas en las embarcaciones en un ambiente típicamente masculino y lejos de casa, separados de sus familias. Sus mujeres desconociendo el destino de sus maridos se envuelven en la espera de una mañana o una tarde ver a lo lejos aquellas embarcaciones de colores sobre aquel horizonte de la playa hermosa y mágica de su pueblo.
A ello hay que sumarle la inestabilidad del mercado, por lo que una buena captura no siempre trae los beneficios económicos esperados. Aquellas valientes mujeres, luego de recibir los pescados, empiezan su faena con el recorrido por las calles hasta llegar a su puesto fijo de ventas.