Pecado no es necesariamente la mancha que muchos creen ver. Sólo la mirada de Dios puede determinar si aquello que se juzga pecado verdaderamente lo es.
Por Rubén Gil
Pecado es una palabra que causa conmoción en muchos creyentes. Hay quienes creen que todo aquello que no es de su gusto o aprobación es un pecado. El catecismo de la iglesia católica define el pecado como “una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana”.
Según la anterior definición queda claro que el pecado es una ofensa directa a Dios con repercusión perjudicial en el prójimo. La pregunta que habría que responder ahora es ¿todo actuar que se considera molesto o desagradable en la persona misma o en el prójimo es un pecado para Dios?
Jesús responde a esta pregunta cuando en la parábola del hijo prodigo presenta a Dios como el padre de la misericordia. El catecismo señala también que “en la pasión, la misericordia de Cristo vence el pecado”. Es decir, Dios no es el vigilante justiciero que está atento para señalar las faltas de los hombres, lo que si sucede en muchos creyentes que juzgan todo actuar desagradable como un verdadero pecado. Más aún, lo que se pasa por alto es aquello que señala la biblia en el primer libro de Samuel, capítulo 16, versículo 7: “el hombre ve las apariencias externas pero Dios ve directamente el corazón”. Sin embargo, hay faltas que la iglesia reconoce como pecado y por tal motivo invita a los creyentes para que se acerquen al sacramento de la reconciliación con Dios. Por ejemplo, a modo general todo acto que viola los mandamientos de la ley de Dios es considerado por la iglesia como un pecado. De igual manera San Pablo detalla a modo específico algunos actos que se pueden considerar pecados. Por ejemplo en la carta a los Gálatas, capítulo 5, dice que “fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes” son considerados pecados ante los ojos de Dios. Y haciendo un repaso minucioso de la biblia se podrían encontrar cientos de actos que se consideran pecados. Pero no por ello todo lo que ve el ojo del hombre y que aparece dentro de la lista de pecados es necesariamente un pecado.
Una persona que mata a otra se le podría juzgar rápidamente como un pecador. Pero finalmente el único que puede juzgar si es pecado o no es Dios. Puesto que puede suceder que lo haya matado por accidente tratando de defender su propia vida.
En fin, hay personas que se llenan de escrúpulos y suelen caer en un fanatismo religioso. Suelen calificar todo acto que les parece desagradable como pecado. Pero se olvidan que Jesús dijo: “no juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados, perdonen y serán perdonados”. (San Lucas, cap. 6, vers. 37). El pecado por tanto no consiste en el parecer de cada persona sino en la intención de ofender a Dios y sólo puede ser juzgado como pecado por el mismo Dios.