“Es necesario “desnaturalizar” la miseria y dejar de asumirla como un dato más de la realidad. ¿Por qué? Porque la miseria tiene rostro. Tiene rostro de niño, tiene rostro de familia, tiene rostro de jóvenes y ancianos. Tiene rostro en la falta de posibilidades y de trabajo de muchas personas, tiene rostro de migraciones forzadas, casas vacías o destruidas.” S.S. Francisco.
Por: Banco de Alimentos de Bogotá.
A propósito de la visita del Papa Francisco en la sede del Programa Mundial de Alimentos en Roma con ocasión de la sesión anual 2016 de su junta ejecutiva, donde hizo un claro llamado a acabar con el hambre y la miseria en el mundo. El Banco de Alimentos de Bogotá, bajo la dirección del Padre Daniel Saldarriaga, invita a hacer eco de tan importante mensaje para que desde Bogotá y el país se responda a los desafíos que plantea sobre “Desnaturalizar la miseria” y “Desburocratizar el hambre”.
El Banco de Alimentos de Bogotá celebra 15 años de unir la academia, el sector privado y público con organizaciones sin ánimo de lucro que atienden población en situación de vulnerabilidad; la experiencia durante estos años responde al lema del Banco “Juntos contra el hambre” donde se han entregado 130.962 toneladas de alimentos y se han beneficiado en el último año, más de 258.000 personas a través de 951 organizaciones.
A continuación les proponemos difundir algunos apartes del discurso del Papa Francisco y tener la oportunidad de una entrevista con el Padre Daniel Saldarriaga, director del Banco de Alimentos de Bogotá y Presidente de la Junta Directiva de ABACO (Asociación Bancos de Alimentos de Colombia) donde se informe, analice, genere conciencia y opinión sobre “una realidad que no debería existir: El hambre”.
Apartes del discurso del Papa Francisco, en su visita al Programa Mundial de Alimentos (PMA)
1. La credibilidad de una Institución no se fundamenta en sus declaraciones, sino en las acciones realizadas por sus miembros. Se fundamenta en sus testigos.
2. Por medio de las tecnologías de la comunicación, nos acercamos a tantas situaciones dolorosas que pueden ayudar (y han ayudado) a movilizar gestos de compasión y solidaridad.
3. Poco a poco, nos volvemos inmunes a las tragedias ajenas y las evaluamos como algo “natural”. Son tantas las imágenes que nos invaden que vemos el dolor, pero no lo tocamos; sentimos el llanto, pero no lo consolamos; vemos la sed pero no la saciamos.
4. Cuando faltan los rostros y las historias, las vidas comienzan a convertirse en cifras, y así paulatinamente corremos el riesgo de burocratizar el dolor ajeno. Las burocracias mueven expedientes; la compasión – no la lástima, la compasión, el “padecer-con” –, en cambio, se juega por las personas.
5. Existiendo comida para todos, «no todos pueden comer, mientras que el derroche, el descarte, el consumo excesivo y el uso de alimentos para otros fines, están ante nuestros ojos”.