Morada al Sur es, además del título de su único libro publicado, el nombre de su poema más reconocido. Vio la luz por primera vez en el número 3 (1945) de la Revista Trimestral de Cultura Moderna (jun-jul-ago.) de la Universidad Nacional de Colombia ocupando las páginas 102 a 108.
Aurelio Arturo, maestro poeta, nació en La Unión, departamento de Nariño, el 22 de febrero de 1906 y murió en Bogotá el 24 de noviembre de 1974. El recuerdo de sus padres y de su infancia quedó reflejado en esa breve obra maestra de la literatura colombiana en la que, en veintiocho estrofas, se recogen sus sueños bucólicos y terrenales. Su poesía se centra en la tierra, en su conexión con su identidad cultural y con una mirada espiritual a los sentimientos que subyacen.
Cuando contaba 18 años fallece su madre, Raquel Martínez Caycedo, y eso trunca la tranquilidad de su existencia y su idilio con su tierra. Lo que le lleva a viajar a caballo hasta Bogotá, a escondidas de su padre. En la capital entra a estudiar Derecho en la Universidad del Externado. Fue, además de poeta, abogado y magistrado de la Corte Militar y de la Corte de Trabajo.
Editado en 1963 por el Ministerio de Educación Nacional con catorce de sus creaciones poéticas, Morada al Sur le valió el premio nacional de poesía Guillermo Valencia. Pese a no haber publicado más libros, sus poemas llenaron durante años las páginas de periódicos y revistas del país.
De Morada al Sur se ha dicho, parafraseando a Walt Whitman, que quien lo lee no está leyendo un libro sino leyendo a un hombre. Según el maestro Rafael Maya, director en 1932 de “Crónica Literaria” en el periódico El País de Bogotá, los versos de Arturo “no se parecían a nada de cuanto se había escrito en Colombia hasta ese momento”. Para Jaime Ibáñez, fundador de los cuadernos Cántico, “a Aurelio Arturo no se le puede leer sin encantamiento”.
Tal como afirmaba José Raúl Arango en su artículo “Aurelio Arturo, maestro del sueño”, publicado en 1962 en el Boletín Cultural y Bibliográfico del Banco de la República, en su obra “la metáfora le viene a las manos con la misma naturalidad de la vida y con ella nos salva de la tiniebla diaria”, construyendo una “poesía de asombrados silencios”.
El filósofo Danilo Cruz Vélez declaró en su momento que el fallecimiento de Aurelio Arturo significaba el hundimiento “por segunda vez en la sombra de la promesa de un poeta colombiano de significación universal. La primera vez fue en 1896, año en que muere Silva”. Uno de los mejores poetas y críticos de la llamada “generación sin nombre” Henry Luque Muñoz era rotundo al afirmar que, pese a no ser tenido en cuenta como uno de los más destacados autores de la corriente piedracielista, Arturo es “más importante con su breve obra, que no llega a exceder las 1.300 líneas, todas memorables, tanto por su eficacia lírica como por su repercusión en las nuevas generaciones” que todo lo que el grupo Piedra y Cielo escribió individual y colectivamente.
En 2018, el Ministerio de Cultura publicaba, bajo el sello de la Biblioteca Nacional, Poesía completa de Aurelio Arturo un recurso disponible en línea que recoge, junto a los versos de Morada al Sur, los poemas publicados en prensa y en varias antologías más otros inéditos, uno atribuido y un último hallazgo. En la presentación de dicha obra, William Ospina asegura que “en ningún poeta hispanoamericano que yo conozca se han fundido tanto una lengua y un territorio como en Aurelio Arturo”; y le incluye, al lado de César Vallejo y Pablo Neruda, en ese grupo de autores hispanoamericanos, “que necesitaban con urgencia que esa lengua tan nueva arraigara poderosamente en la tierra y la erigiera en morada”.
Este país necesita, también urgentemente, más poesía y menos balas.
¡No a las masacres ni a los eufemismos políticos!
Fragmento del poema “Morada al Sur”:
Yo subí a las montañas, también hechas de sueños,
yo subí, yo subí a las montañas donde un grito
persiste entre las alas de palomas salvajes:
Te hablo de días circuidos por los más finos árboles:
te hablo de las vastas noches alumbradas
por una estrella de menta que enciende toda sangre:
te hablo de la sangre que canta como una gota solitaria
que cae eternamente en la sombra, encendida:
te hablo de un bosque extasiado que existe
sólo para el oído, y que en el fondo de las noches pulsa
violas, arpas, laúdes y lluvias sempiternas.
Te hablo también: entre maderas, entre resinas,
entre millares de hojas inquietas, de una sola hoja:
pequeña mancha verde, de lozanía, de gracia,
hoja sola en que vibran los vientos que corrieron
por los bellos países donde el verde es de todos los colores,
los vientos que cantaron por los países de Colombia.
Te hablo de noches dulces, junto a las aguas, junto a cielos,
que tiemblan temerosos entre alas azules:
te hablo de una voz que me es brisa constante,
en mi canción, moviendo toda palabra mía,
como ese aliento que toda hoja mueve en el sur, tan dulcemente:
toda hoja, noche y día, suavemente en el sur.
*Esta nota periodística no representa la postura de Acción Cultural Popular – ACPO organización dueña de la marca registrada Periódico El Campesino y elcampesino.co. Con ello, tampoco compromete a la organización ni al periódico en los análisis realizados, las cifras retomadas, los entrevistados que aparecen, entre otros.
Por: Ignacio Chaves. Equipo Editorial Periódico El Campesino.