El aguacate, especialmente el hass, está de moda. En 2017 generó ganancias por un valor de 52 millones de dólares, con un aumento del 51% respecto del año anterior. Se trata de una actividad limpia que no genera externalidades negativas desde el punto de vista ambiental. No obstante, y a pesar de su gran potencial, aun no tiene un peso significativo en nuestro producto interno bruto -PIB.
Muy diferente es la situación del petróleo. En 2017 Ecopetrol registró utilidades por 6,6 billones de pesos, 2,2 billones más que en 2016. Sin duda es el producto estrella en las exportaciones colombianas. Le puede interesar: Abejas podrían incrementar producción de aguacate en el país.
Extractivismo vs. Agricultura
Sin embargo, el desastre ambiental ocurrido en Santander tras el derrame de crudo y la inercia de sus responsables y de las autoridades públicas, frente a lo que se percibe como una arquitectura de impunidad para la protección de intereses económicos, elevan serios interrogantes respecto de los costos reales de esta actividad.
Más allá de todo se trata de dos visiones de país en pugna: extractivismo vs. agricultura. El primero genera dependencia y conduce a daños irreparables en el medio ambiente, con costos y riesgos para los residentes locales tanto en el presente como en el futuro. El segundo hace realidad el sueño de miles de familias campesinas y se funda en la defensa de los bienes comunes.
Muy pronto Colombia deberá elegir un modelo de desarrollo, y eso implica elegir qué tipo de desarrollo privilegiar, para quiénes y a qué costo. Y en este punto ya no es suficiente con indignarse en redes sociales.
Dicen que el que no conoce (o en este caso recuerda) su historia, está condenado a repetirla…
Por: Mariana Córdoba – ACPO.