Aunque un poco tétrico, sería bueno comenzar por dar la respuesta que, al final de aquel ilustrador texto, nos daba el genial L. Tolstoi: “Dos metros de la cabeza a los pies era todo lo que necesitaba”. Así es, al final, por mucho que luchemos, que robemos o que acumulemos, solamente ocuparemos, en el caso de quien sea enterrado, lo que mide un ataúd, menos de dos metros cuadrados.
No necesitamos más tierra, pero sí más pan, más salud, más educación y más trabajo. Más conciencia de clase para luchar por los derechos y libertades tantas veces sustraídos. Porque las clases sociales siguen existiendo; y si no, échenle un vistazo a cómo estamos llevando esta crisis en función de los territorios, las poblaciones, los niveles de renta, la calidad de los servicios de salud, etc.
Pese a que no hayamos tomado buena nota de ello, ya nos lo enseñó Tolstoi con su irónica filosofía de la vida “Hay tierras en abundancia, ¿pero me dejará dios vivir en ellas? ¡He perdido la vida, he perdido la vida! ¡Nunca llegaré a ese lugar!”. La parábola de la existencia en un cuento que nos mostró que la ambición no nos salva de morir empobrecidos. Las enseñanzas del novelista ruso están tan vigentes como a finales del siglo XIX. El acopio, tan consustancial al capitalismo y a su consiguiente consumismo, no nos servirá de mucho. La insatisfacción por seguir acumulando de quienes mucho tienen no mejorará la vida sobre la Tierra de las personas que no poseen casi nada.
Es necesario recuperar el valor de la lucha de la clase trabajadora y constatar que la actual pandemia no cambiará mucho el problema de la tenencia de la tierra en el planeta ni el panorama de la clase trabajadora. Habrá que seguir combatiendo.
La tierra del mundo está cada vez en menos manos. La inversa reforma agraria existente en todas las geografías ha logrado darle la vuelta a la lógica del reparto y acentuar aún más si cabe la desigual distribución de la tierra. Un campesinado empobrecido que apenas cuenta con superficie que cultivar y cuyos productos son comprados por las industrias agrarias o sus intermediarios a precios irrisorios. Una producción agrícola que llega a los mercados a un mínimo de diez veces su valor y que deja los beneficios por el camino.
Hay muchos titulares para pensar:
“Mucha tierra en pocas manos”
“Creciente concentración de la tierra en la región más desigual del mundo”
“Un millón de hogares campesinos en Colombia tienen menos tierra que una vaca”
E informes para constatar:
“Concentración y extranjerización de tierras productivas en Colombia”
¿Seremos más humanos después de la pandemia? Permítanme que lo dude. Esta crisis sanitaria ha mostrado muchos de los grandes valores del ser humano y muchas de las miserias que padecemos. Puede que, después de la incertidumbre por el mañana, vuelvan la certeza de la explotación, la exclusión de las personas y la destrucción del planeta.
¿Cuánta tierra necesita un hombre? Lo que necesitamos es seguir reivindicando derechos y luchando por la clase trabajadora, demandando justicia social para una vida digna y buscando el buen vivir para la mayoría explotada de esta tierra.
Para conmemorar el Día del Trabajo, los sindicatos CC.OO. y UGT en España han pedido: “Trabajo y servicios públicos. Otro modelo social y económico es posible”; mientras, en Colombia la CUT denunciaba que “Si el presente es de lucha, el futuro es nuestro”, para lo que pedía ir “Contra el sistema capitalista y por los derechos de la clase obrera”.
Así que, feliz día a las trabajadoras y trabajadores del mundo. ¡Qué viva el 1º de mayo!
*Esta nota periodística no representa la postura de Acción Cultural Popular – ACPO organización dueña de la marca registrada Periódico El Campesino y elcampesino.co. Con ello, tampoco compromete a la organización ni al periódico en los análisis realizados, las cifras retomadas, los entrevistados que aparecen, entre otros.
Por: Ignacio «Iñaki» Chaves – Consejo Editorial El Campesino.