Camilo Torres Restrepo (Bogotá, 3 de febrero de 1929 – Patio Cemento, Santander, 15 de febrero de 1966) fue un intelectual crítico, un activista político, un sacerdote comprometido con los de abajo y un guerrillero en sus últimos días. Su figura sigue vigente en el imaginario colombiano como un referente que promovió unificar las bases populares para luchar por la transformación social.
Para muchos una cruz de luz y un unificador de los sentimientos de identidad de un pueblo sometido. Más allá de la mítica, el cura Camilo fue mucho más que un cura o un guerrillero, fue un servidor cristiano, un defensor de los derechos humanos y las libertades y contrario al empobrecimiento, material e intelectual, de un pueblo oprimido por las internas clases políticas dirigentes y explotado por las externas multinacionales económicas.
Conocido y reconocido como el cura guerrillero, este calificativo solamente sirve para opacar sus grandes cualidades humanas y académicas y para que quienes le siguen muestren el valor de su lucha y quienes le denuestan le señalen y proscriban por eso mismo.
Para Camilo Torres el cristianismo tenía que luchar junto al marxismo promoviendo una verdadera transformación social. Un símbolo de una revolución nunca lograda y de una resistencia que aún hoy, medio siglo después, sigue siendo necesaria para no perder la dignidad ni la identidad, aunque siga costando la vida tal como le ocurrió al propio Camilo.
En este mes de febrero se han cumplido 55 años de la muerte de Camilo Torres Restrepo, en acto de servicio. Sí, el servicio que decidió prestar para cumplirle a su país y a sus gentes luchando contra los políticos y sus políticas y denunciando a una iglesia católica ultraconservadora siempre situada del lado del poder y no de los oprimidos.
Camilo fue más que un cura y tiene que seguir siéndolo. En estos tiempos de crisis sanitaria, debe ser otra vacuna más, tan necesaria como las inyectables, para mantener viva la lucha, la resistencia y la reExistencia frente a las otras pandemias, las que asolan Colombia y gran parte del territorio latinoamericano.
Formado en el Liceo Cervantes, tal vez por eso fuera otro de los Quijotes de la historia enfrentándose a gigantes y molinos, estudió en la Universidad Nacional de Colombia, de la que fue capellán, profesor y promotor de los estudios de Sociología junto a Fals Borda, y en la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica). Su activa labor social y académica le llevó a estudiar las desigualdades y el empobrecimiento en el ámbito rural y en los barrios de la capital. Sin ser uno de los firmantes, contribuyó con su trabajo al libro La violencia en Colombia, uno de los mejores estudios sobre la realidad colombiana obra del propio Fals Borda junto al jurista Eduardo Umaña Luna y al también sacerdote Germán Guzmán Campos (autor del texto El padre Camilo Torres).
Camilo Torres construyó un relato de su vida y de su tiempo y las demás personas han ido edificando el suyo propio a partir del personaje y sus hitos y mitos. Por eso se dice que no hay un solo Camilo, sino cientos.
Encontró que en el centro del cristianismo estaba el amor al prójimo y que valía la pena comprometerse con ese amor y por eso se hizo sacerdote, para convertirse en “un servidor del amor al prójimo a tiempo completo”. Afirmaba con convencimiento que “Lo que me hace fundamentalmente sacerdote es hacer que mis hermanos se amen entre sí y en una forma eficaz y yo creo que la eficacia del amor no se logra sino con la revolución”.
En sus enseñanzas destacaba la importancia de amar más, por encima de rezos y plegarias. Su cristianismo era más social y comprometido con los demás que con la institución eclesiástica. A las preguntas que siempre se hizo sobre ¿Por qué tantas diferencias sociales?, ¿por qué tantas desigualdades y tanta opresión? encontró respuesta en el marxismo y su papel en la lucha por el cambio social. De ahí que defendiera que los cristianos deberían estar al lado de los marxistas para pelear juntos por esa transformación de la sociedad.
En política propulsó la creación del Frente Unido del Pueblo, un escenario de encuentro y de política, de acción, simbólica y comunicativa, para la construcción fraterna de la colombianidad y una alternativa política a la oligarquía tradicional colombiana que se ha repartido el poder históricamente.
Además, defendió la expropiación de los bienes de la iglesia. Frente Unido fue también el nombre del periódico que fundó y dirigió en sus trece ediciones, que aparecían los jueves según el afiche de su lanzamiento, y que estaba dirigido a las clases populares. La suma de todo esto le puso en una situación complicada recibiendo amenazas que le llevaron a tomar partido por el recién constituido Ejército de Liberación Nacional. Como miembro de esa guerrilla le encontró la muerte el 15 de febrero de 1966. En esa unión, dicen que Camilo se hizo elenista y los guerrilleros se volvieron camilistas.
Su madre, Isabel Restrepo, afirmaba en una entrevista: “Yo dije, me lo van a matar en una esquina y va a morir tontamente (…) es mejor que vaya a lo que él quiere… a que lo maten por defender sus ideas y por defender al pueblo”.
Cincuenta y cinco años después, su imagen y su labor siguen vivas en una parte importante de la población colombiana que sigue viendo en el cura Camilo un referente humano, social, ético y comprometido. Con su desaparición perdieron todos: la iglesia, la política, la academia y el país en general.
Jesús Antonio Mejía, exmilitante del Frente Unido y que compartió con Torres Restrepo, apunta: “Si uno examina obra, trabajo, pensamiento y acción de Camilo Torres todo está orientado a la luz de un espíritu social nuevo para nuestro país, porque él no pensó sino en el bienestar de su gente”.
Por su parte, Fredy Ramírez, sacerdote capellán de la Universidad Industrial de Santander (UIS, Colombia) declara respecto a la obra de Camilo que “En nuestra patria son muy hábiles para que todo lo que suene liberador inmediatamente mandarlo a un lugar donde no cobre mucho valor”.
Camilo Torres fue señalado por los medios de la época de no decir nada nuevo, a lo que él respondía: “Si lo que digo es viejo, si el decir que el poder está concentrado en pocas manos y que los que tienen el poder no lo están utilizando para las mayorías, si eso es viejo, entonces son tanto más culpables los que conocen el problema y no son capaces de solucionarlo”.
Como aviso para navegantes de lo que estamos viviendo hoy, esta frase suya: “Mientras la clase dirigente minoritaria pero todo poderosa se une para defender sus intereses, los dirigentes de izquierda se atacan entre sí, producen desconcierto en la clase popular y representan en forma más fiel los criterios tradicionales, sentimentales, especulativos y de colonialismo ideológico”.
Si quieren conocer más sobre su persona visiten “Camilo vive”; lean la biografía escrita por el colombo-australiano Walter J. Broderick Camilo, el cura guerrillero, otro excura interesado por la problemática entre cristianismo y revolución, o vean la memoria visual de su historia de vida en El revolucionario sonriente obra de Lorena López y Nicolás Herrera.
Camilo no fue un líder que quisiera ser caudillo, sino un despertador y unificador de conciencias, un defensor de la justicia social. Es una memoria necesaria para construir ciudadanía civil crítica y comprometida. Su afán de insistir en aquello que nos une y prescindir de lo que nos separa sigue siendo vigente en un país que continúa buscando hacer de la paz su camino. Camilo Torres Restrepo, mucho más que un cura o un guerrillero.
*Esta nota periodística no representa la postura de Acción Cultural Popular – ACPO organización dueña de la marca registrada Periódico El Campesino y elcampesino.co. Con ello, tampoco compromete a la organización ni al periódico en los análisis realizados, las cifras retomadas, los entrevistados que aparecen, entre otros.
Por: Ignacio «Iñaki» Chaves – Consejo Editorial El Campesino.