Las Misioneras de María Mediadora son ejemplo del papel activo de la Iglesia en el departamento del Chocó.
Por Diego Esneider Ortiz Rodríguez
Las Misioneras de María Mediadora hacen presencia de Iglesia en el municipio de Tadó, a través de la educación y demás acciones que forman parte de la pastoral parroquial en toda su amplitud.
Tadó es una población ubicada en el departamento del Chocó, en la costa pacífica, su población, afrocolombiana, es extremadamente pobre. Las Misioneras de María Mediadora llegaron a Tadó el 22 de enero de 1988 gracias a la invitación del obispo de Istmina – Tadó. La finalidad de su llegada a este lugar de misión fue compartir y ayudar a los más pobres y necesitados a través de la educación, y prestar un servicio en la pastoral parroquial en toda su amplitud.
Al inicio de su apostolado se presentó apatía por parte de la gente, pero poco a poco fueron ganando su cariño; las misioneras se hicieron responsables de la Institución Educativa Nuestra Señora de la Pobreza, la cual padecía de grandes carencias económicas. En esta institución, las Misioneras de María Mediadora han generado el mejoramiento de las instalaciones; también organizaron talleres de costura y jornadas escolares en la noche para los adultos de la población.
Las Misioneras participan en la pastoral parroquial y social del pueblo y sus aldeas, visitan las familias, a los enfermos y, de manera especial, atienden a los ancianos a través del proyecto Casa para Ancianos San José, el cual acoge personas mayores sin recursos económicos y abandonados de sus familias.
La casa San José inició sus actividades en una casa alquilada, pero actualmente, gracias a muchos colaboradores, se está haciendo la construcción de una casa propia para poder dar a los ancianos una mejor calidad de vida.
La labor que desempeñan las Misioneras de María Mediadora ha permitido que la vida de los habitantes de Tadó sea más digna. El valor que representa este grupo de mujeres se refleja en el fortalecimiento de la misión y sus obras; las hermanas han generado nuevas posibilidades de vida para los jóvenes y seguridad en los adultos mayores que sufren el abandono y la pobreza. Su presencia ha otorgado una riqueza espiritual, educativa y social trayendo así una posibilidad de ser miembros participes en la sociedad y la Iglesia.