Marisol Nipicay Domicó, es una bella mujer indígena de la comunidad Boca de Paya en Panamá; un pueblo ancestral rico en cultura, donde su economía se basa en la pesca y la agricultura. Sus tejidos son reconocidos por sus bellos colores, tienen una amplia gama de alimentos que combinan el sabor dulce y salado; son una población resiliente y trabajadora.
Sin embargo, pasan por las mismas circunstancias que las poblaciones indígenas en Colombia, donde las necesidades básicas no son suplidas y el auge del conflicto armado también sigue marcando su historia. Precisamente desde este contexto donde van y vienen decisiones, Marisol llega a Colombia siendo parte de las FARC. Lleva doce años en el país, una tierra que quiere mucho; sin embargo, dice “amo y recuerdo mi tierra natal”. En el día de hoy hace parte del grupo de mujeres reincorporadas que apuestan a la construcción de paz y su forma de hacerlo es estudiando.
“Soy una muchacha que me gusta estar sonriendo, me gusta aprender cada día de quienes me rodean y también yo poder enseñar algo; el compartir con mi comunidad me hace sentir una mujer contenta. No contamos con muchos recursos, pero estamos unidos”, dice Marisol.
Ella es madre de un niño que cada día la hace luchar por sus sueños, cultiva plátano y yuca en la comunidad de Santa María en Carmen del Darién, Chocó. Para cultivar lo hacen desde los alrededores de su casa, pues no cuentan con tierra propia para producir sus alimentos. También es una mujer estudiosa que a la fecha ya se encuentra realizando el cuarto ciclo formativo de las Escuelas Digitales Campesinas – EDC, de Acción Cultural Popular – ACPO a través del proyecto Mujer Mestiza, Indígena y Afrodescendiente – MIA, del Fondo Europeo para la Paz de la Unión Europea.
Madres, amigas y compañeras de clases
En las EDC comparte con mujeres rurales y en proceso de reincorporación; compañeras que se han convertido en sus amigas y que se motivan a diario para seguir preparándose. Tanto su hijo, como hijos e hijas de sus compañeras, se convierten en otro motor de ánimo, pues ellos acompañan a sus madres mientras avanzan en los componentes de los cursos.
“El proyecto MIA es muy importante para todas nosotras porque nos da la oportunidad de aprender sobre las riquezas de nuestra tierra. Las clases se acomodan a nuestros horarios pues trabajamos y estamos pendiente de nuestros hijos en el día a día. El profe Juanes es muy paciente con nosotras, entonces aprender así es muy bonito. Necesitamos que sigan llegando más proyectos así como MIA que permitan unir más a las comunidades”.
Herramientas tecnológicas útiles para trámites y formaciones
MIA ha aportado recursos tecnológicos para garantizar un proceso formativo de calidad a través de las EDC como acceso a equipos de cómputo e Internet. De esta manera, cada semana las mujeres de las comunidades de Caquetá y Chocó avanzan en el desarrollo de sus unidades para recibir sus certificaciones e inscribirse en nuevos ciclos educativos.
Marisol comenta que ha utilizado muchas herramientas del Internet que antes no conocía y tiene más claro que su uso no es solo entretenimiento. “Primero que todo, yo nunca antes había manejado un correo, cómo se organizaba y los trámites que podemos hacer a través de ellos. Gracias al proyecto MIA también me enseñaron a usar los programas que tiene el computador y que en el Internet podemos estudiar y seguir preparándonos en la distancia”.
Para ella la educación es esencial, pero también sabe que es una necesidad en su actual departamento, pues muchos niños y jóvenes no cuentan con las herramientas e infraestructuras básicas para recibir sus clases.
“La educación es esencial para todos los colombianos, porque adquirimos más conocimientos para poder salir adelante. También para poder participar en otros espacios, pues a veces las personas no participan porque sus mentes los limitan, la educación permite ver el mundo. Al aprender nosotros, podemos enseñar a nuestros hijos, porque la educación comienza desde la casa. También se necesitan oportunidades y recursos para que más personas estudien”.
Tierra de gente amable y dispuesta, tierra ajena y de olvidos
“Nosotros no contamos con una tierra propia, estamos en tierra ajena, estamos hasta el día que nos digan que tenemos que irnos. Tenemos casitas de madera, pero por el tiempo la madera se ha podrido y en cualquier momento se nos puede caer encima, entonces, necesitamos de una vivienda digna y propia con espacios para compartir entre familias como un parque”.
Para el proyecto MIA es una meta apoyar el crecimiento de las mujeres rurales y en procesos de reincorporación. Por esto apuesta a la educación y al apoyo de pequeños emprendimientos, los cuales tienen potencial para ser generadores de empleo y desarrollo para sus territorios, generando sus propias oportunidades. Hoy estas comunidades son estigmatizadas en el país, porque se desconoce la labor que han adelantado con sus propios esfuerzos en el lugar que habitan.
Es así como este proyecto, implementado por Acción Cultural Popular, La Diócesis de San Vicente del Caguán y La Registraduría Nacional del Estado Civil, seguirán trabajando junto a estas poblaciones para crecer colectivamente y visibilizar con hechos la ardua labor que realizan las comunidades de excombatientes por ser agentes sociales que aportan al cambio. Del mismo modo, poder contar historias de dedicación para estudiar como es el caso de Marisol Nipicay Domicó.
Por: Daimer Fernando Losada Bermeo. Comunicador social del proyecto MIA en Caquetá y Chocó.