María es ejemplo de experiencia litúrgica: rinde culto, cree en las promesas y cumple la voluntad de Dios.
Por Miguel Ángel Sandoval López
Los católicos a diferencia de creyentes de otros credos, veneran a María y ven en ella un modelo ejemplar de las virtudes que todo cristiano debe imitar. Tanto así, que algunos santos afirman que en María se recogen todas las gracias y perfecciones que un ser humano puede tener. Si la liturgia, es el conjunto de signos y símbolos con que la Iglesia rinde culto a Dios y se santifica; María ocupa un lugar primordial, ya que ella es madre de la iglesia y modelo de santidad.
El Papa Pablo VI en su exhortación Marialis Cultus o culto a María, del año 1974, profundiza en la relación entre María y liturgia. Pues la virgen, es el mejor testimonio de la actitud y disposición interior con que la Iglesia celebra y vive los sagrados misterios. El Papa afirma que María es en primer lugar oyente de la palabra, venera, proclama y escudriña los signos de los tiempos. En segundo lugar, la virgen es orante: ella alaba, pregunta y presenta las necesidades de los fieles. Tercero, María es Madre cubierta del espíritu santo, oferente al obedecer los mandatos divinos y disponerlos al obrar del Señor. Finalmente, María es ejemplo de confianza, invocación fiel y prototipo de virtudes.
María cree en las promesas de Dios, por eso exclama ante Isabel las grandezas del Altísimo con el pueblo de Israel, y sabe que el Señor enaltece a los humildes porque lo ha visto obrar en su vida. Por otra parte, María reconoce en Simeón no solo las palabras de un hombre, sino las de alguien inspirado por Dios que le manifiesta la misión de Jesús en la salvación del pueblo y el dolor de corazón que ella llevará por su respectiva entrega. En la pérdida del niño Jesús a sus doce años, María empieza a ver la unión tan profunda entre su hijo y Dios, como decía el Ángel: “será hijo del altísimo y su reino no tendrá fin”.
La virgen acepta la voluntad de Dios, pues aunque sabe bien que una flecha le atravesará el corazón y que Jesús será un signo de contradicción, aun así, María cree en la fuerza de Dios y guarda todo en su corazón, porque también confía en que la felicitarán todas las generaciones, que su hijo cumplirá la misión y que su amor la llevará a ser la madre de todos los creyentes y reina universal de todo lo creado.
Por eso María no solo es ejemplo de vivencia litúrgica, sino que hace parte de nuestra liturgia. María es la intercesora por excelencia, se le rinde homenaje dentro de la Eucaristía y todavía nos manifiesta su presencia por medio de sus apariciones (advocaciones) en todo el mundo. Por eso el mes de mayo es totalmente mariano, pues no podemos dejar por fuera quien fuera la discípula número uno del Señor Jesús.