Los abrazos del río tiene, en principio, un tono simpático y superficial, pero poco a poco los horrores del pasado reciente (léase el conflicto armado, la violencia política, los abusos de los paramilitares) van ganando espacio en detrimento de las queribles anécdotas del quehacer cotidiano de estos campesinos y pescadores.
En sus primeros momentos, Los abrazos del río puede confundirse con un documental de observación acerca del río Magdalena, en Colombia. Pero a medida que pasan los minutos, las imágenes y los relatos van ganando en presencia y se advierte cuánto más que eso es la película de Rincón Gille, porque el río se descubre como ese flujo que une localidades, pero sobre todo historias, humanas y violentas. En él también habita la leyenda del Mohán, un malévolo ser mitológico, aunque en los últimos tiempos haya perdido parte de su importancia frente a la fuerza de la realidad de la región.
Le puede interesar: «La esperanza campesina», una película sobre las luchas en el campo
El Mohán vive en el río Magdalena, fuma tabaco y toma aguardiente mientras espera sobre una gran piedra en medio de la corriente. Le gusta divertirse con los pescadores, enredándoles la atarraya, espantándoles la pesca. A veces, malhumorado, hasta los hunde. También es un gran seductor y es capaz de llevarse a las mujeres más bellas a su palacio dorado en el fondo del río, de donde emana una bella música antigua.
Algunas de ellas vuelven embarazadas, otras se pierden de por vida. Pero desde hace un tiempo acá, el Mohán casi no sale a la superficie. Hoy en día la gente no lo respeta como antes y teme más a los vivos que a los espíritus. La leyenda popular del hechicero Mohán, el espíritu que vive en el río Magdalena, que sirvió de guía espiritual y hasta se opuso a la evangelización española, es uno de los ejes principales del film.
Los pescadores, artistas y vecinos de la zona siguen invocando sus poderes, realizando ofrendas (el aguardiente y el tabaco son dos de sus predilecciones) y compartiendo las narraciones que escucharon de sus padres y abuelos y que luego transmitirán a sus hijos y nietos.
Las fantasías de las leyendas populares quedan sepultadas por la crudeza de una realidad que ha sumido en mayor marginación y pobreza a estos pobladores de la Colombia profunda y Rincón Gille lo expone en sus diversas facetas, sus múltiples alcances y en toda su dimensión humana.
Por: Jessica Beltrán. Periodista.
Editor: Lina María Serna. Periodista – Editora.