¿Están las sociedades “occidentales” socialmente enfermas? El mundo ha entrado en una espiral decadente en la que va dejando lo poco que le quedaba de aquello llamado humanidad. El panorama no invita al optimismo, matamos el planeta y nos matamos entre todos. Pagando el pato quienes menos culpa tienen, como siempre.
Algunas personas sufren, con todo el derecho, por cosas nimias. Sus cosas. Mientras, hay verdaderas debacles ambientales y sociales. Las migraciones, el cambio climático, los recortes en derechos, los abusos generalizados contra menores y mujeres, las exclusiones por múltiples motivos, las salvajadas contra los animales…
Muestras de una decadencia que no creo que haya que aceptar como parte determinada de una etapa de la vida, de la persona o de una sociedad concreta. A principios del siglo XX, Spengler ya escribió que la cultura occidental estaba en su etapa final. Una etapa que se alarga hasta nuestros días, que sigue empeorando y que se extiende por todo el globo como si fuera una epidemia.
Cuando se supone que mejor podríamos vivir gracias los avances científicos y tecnológicos, a una mayor y mejor formación ciudadana y académica, a unas sociedades en las que van arraigando, poco a poco eso sí, las democracias, nos encontramos en una situación de empobrecimiento social más que preocupante.
En Florencia (Colombia) un descerebrado, por llamarlo de alguna manera, viola una bebé. También, Jaén (España) estudiantes menores de edad abusan sexualmente de un compañero de colegio. En EE.UU. un estudiante acaba con la vida de varios de sus excompañeros de colegio dejando decenas de heridos. En Haití, aprovechándose de la desgracia ajena y de su condición de cooperantes, un grupo de empleados británicos de una ONG de fama mundial tuvieron “una conducta sexual inapropiada”.
¿A dónde puede llegar la bajeza del ser humano? ¿Qué les pasará a esos delincuentes?
A los españolitos puede que no se les acuse por ser menores. Pequeños para sufrir la pena, pero grandes para cometer el delito. Al violador colombiano, al asesino estadounidense (que esta vez no han vinculado, de momento, con el Estado Islámico) y a los sinvergüenzas disfrazados de “solidarios” veremos qué les pasa. Hay gente que parece no estar en sus cabales, y cualquiera diría que existe riesgo de contagio.
Mientras, la vida sigue y acá como si nada hubiera pasado. Y ahora, más deporte. Gente que sufre por los colores de su equipo. Un grupo de personajes que cobran más de lo que se merecen por hacer lo que les gusta, con una masa detrás que les vitorea o insulta en función de unos resultados que para nada afectan a sus ganancias. Le puede interesar Seamos solidarios y no solitarios
O más política, con minúscula. Los políticos, que venden humo y casi nos obligan a comprarlo, siguen ajenos a las realidades que les rodean. Como si sus vidas no fueran de este mundo. Nadie se rasga las vestiduras, casi nadie dimite, y se empecinan en pelear por unos votos que luego olvidan.
Siguen siendo las y los privilegiados en sociedades con una gran parte de la población luchando a diario por sobrevivir. Endurecen las condiciones de vida de las gentes a las que piden el voto mientras se dedican a enriquecerse y mantener sus privilegios y no cumplir con la res pública, esa por la que se postulan a gobernarnos y que se supone que prometen defender.
¿Dónde está la ética?, ¿y la solidaridad y la comprensión del prójimo?, ¿dónde la responsabilidad?
Sin caer en la pacatería ni en el puritanismo que pueden poner en riesgo la libertad y los derechos sociales que tantas luchas y sudores, y hasta vidas, han costado conseguir, debemos demandar recuperar el humanismo y comportamiento ético que nos resitúe como seres pensantes.
No podemos apartar la vista de la barbarie del mundo. “El hombre no nace, se hace”, que diría Erasmo, y en esa formación tendremos que incidir para evitar seguir cayendo en ese declive humano y social en el que hemos metido a este mundo ya de por sí fregado y chambón.
Por: Ignacio “Iñaki” Chaves. Equipo Editorial El Campesino
Editor: Ana María Rizo Díaz. Periodista – Editora.