En las últimas décadas las políticas agrícolas han dejado mucho que desear, si bien se han prometido grandes obras y esfuerzos para recuperar el campo, las cifras aseguran otra realidad. La coyuntura política y económica resulta provechosa para generar conciencia en torno a la construcción de otras dinámicas en el campo colombiano.
Por: Andrés A. Gómez Martín.
Fotos: Nicolás Cubillos
Los ojos de los campesinos afro descendientes y de los indígenas que habitan están región nos miran con sospecha y razones tienen para hacerlo, en las montañas hay grandes pancartas publicitarias que invitan a los guerrilleros de del ELN y de las FARC a dejar las armas. Ya son casi las 4 de la tarde, el bus esta algo maltrecho, la carretera a cada kilómetro es más difícil, en algunos puntos el espesor de la selva deja el espacio exacto para que no rodemos por un barranco.
De las montañas bajan los campesinos, se reúnen sobre la vía para caminar a sus fincas, llevan en su espalda racimos de plátano y algunas frutas, caminan por un lado de la vía en grupos de cuatro o cinco personas. Ya han pasado nueve horas de viaje, los ríos que bajan de la montaña son cristalinos, en algunos de ellos los indígenas están en su rivera pescando y otros bañándose.
El conductor del bus, Octavio Uribe, afirma que la vía que estamos recorriendo es la más peligrosa de todo Antioquía, recordó que en el 2006 un bus de su empresa que subía la cordillera occidental, de camino a Medellín, rodó por el barranco que señala con su mano derecha, los cuarenta ocupantes del bus murieron, pues las aguas del río que esta al fondo, arrastraron las latas del viejo Chevrolet. Octavio afirma que aquí no hay cabida para los errores, ni siquiera para el sueño, “un solo cabrillazo que vos des mal te manda derechito al abismo y de aquí no lo saca a uno nadie, eh ave maría”.
A las 5 de la tarde llegamos al corregimiento el veinte, a tan solo una hora de Quibdó, el bus se detiene una vez más para recargar la última dosis de energía, un soldado, el comandante de un pelotón que tiene a su cargo una torre de comunicaciones, rápidamente baja del cerro, abandonó la trinchera y nos saludó con una extraña calidez, el soldado afirma que le parece muy extraño que dos turistas lleguen al Chocó por esta vía porque los terroristas están por allí. Nos da la bienvenida y se sienta tomar un tinto con nosotros. Recuerda a su familia, en especial a sus dos hijos que viven en Ipiales, sus superiores lo habían asignado a cuidar esta torre que le permite al ejército comunicarse en estas zonas, por tres meses le habían enviado, pero ese día él y su tropa cumplían 6 meses de estar allí, atrincherados y con los nervios de punta. En esta zona del país hacen presencia diferentes actores del conflicto, tradicionalmente las FARC han hecho presencia en estas selvas, pero también el ELN transita por estos cerros de camino al interior del país, bandas criminales y narcos pasan por aquí de camino al pacifico.
Las quebradas empiezan a juntarse formado caudalosos ríos, llegamos a Tutunendo, un pequeño caserío, la gente está de fiesta, los parlantes con vallenato y salsa del gran combo, repican por sus 5 calles. Finalmente llegamos a Quibdó, el bus se detiene en un barrio de invasión, por ello una patrulla de la policía arribó a observar, uno de los policías pregunta por nosotros, ya alguien le había informado sobre nuestra presencia. Nos indica que abordemos una rapi, es decir una moto que cumple las funciones de taxi. Apenas me subo a la moto escucho un “ bienvenido a Quibdó”. La atmosfera está plagada de la emoción del futbol, el partido entre Brasil y Colombia tiene a los quibdoseños en estado de fiesta, si por la quinta vas pasado es mi Cali bella que vas atravesando, cantaba la gente que pasaba por la barbería que tenía música para atraer clientela. En las caras de las personas se notaban las sonrisas, las carcajadas y el hola primo, el saludo común.