Desde hace décadas la palmicultura ha sido un motor económico para miles de familias rurales en Colombia. Sin embargo, hasta ahora no había contado con una hoja de ruta clara para abordar las desigualdades de género en el sector. Eso cambió con el lanzamiento de la Política Sectorial de Equidad de Género, presentada por Fedepalma durante su más reciente congreso nacional. El gremio no solo reconoce las brechas, sino que propone mecanismos concretos, medibles y sostenidos en el tiempo para superarlas.
El conversatorio “Voces con valor: equidad de género en la palmicultura”, moderado por María Paula Gómez Ramírez, gerente regional de la zona oriental de Fedepalma, fue el espacio donde se socializó esta iniciativa, construida con el apoyo del Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo de Alemania (BMZ), la Cooperación Alemana para el Desarrollo (GIZ), el Ministerio de Relaciones Exteriores de los Países Bajos y Solidaridad Network.
“Somos pioneros gremiales en asumir la equidad de género como una política sectorial, con investigaciones robustas, propuestas presupuestadas y una caja de herramientas diseñada para que cada empresa palmicultora la incorpore en su día a día”, explicó Gómez al iniciar el evento.
Radiografía precisa y estrategia concreta
Para desarrollar la política, fueron encuestadas más de 2.340 personas en las cuatro zonas palmeras del país, en temas como autonomía económica, economía del cuidado, salud sexual y reproductiva, acceso a educación y violencia basada en género. Los resultados reflejan una realidad desafiante:
- De los 87.500 trabajadores del sector, solo 16.500 son mujeres.
- El 84% de las actividades productivas las realizan hombres, mientras que las mujeres se concentran en tareas administrativas.
- El 91% de ellas interrumpe su trabajo remunerado para atender a familiares, frente al 9% de los hombres.
- En promedio, las mujeres duermen una hora menos al día y dedican la mitad de tiempo al autocuidado, en comparación con los hombres.
- Más del 80% ha sufrido algún tipo de violencia en su comunidad, y la psicológica es la más frecuente (41%).
Pese a estas cifras, las mujeres del sector demuestran una fuerza transformadora. Una de ellas es Gladys Cortés, reconocida como Mujer Palmera Emprendedora 2024. Gladys es docente rural y pequeña productora en Sabana de Torres, Santander, donde lidera un proyecto educativo con estudiantes de décimo y once, quienes ya cultivan palma en parcelas escolares articuladas con el SENA.
“La palma nos transformó. Me dio autonomía económica, me enseñó a tomar decisiones en mi familia, y me permitió llevar ese conocimiento a las aulas”, afirmó con firmeza. Su proyecto busca formar jóvenes en técnicas de polinización y ofrecerles oportunidades para quedarse en el campo. “El relevo generacional empieza en el colegio. Si no invertimos en educación rural, ¿de qué sostenibilidad hablamos?”.
La equidad como motor competitivo
El empresariado también tuvo voz. Fabio González, gerente de Palmas del Cesar, reconoció que el enfoque de género es un imperativo ético, pero también estratégico. “Esto no es una moda ni un simple requisito de sostenibilidad; las empresas debemos incorporar estos conceptos desde un enfoque filosófico y humanista. No basta con crear un comité o recibir una caja de herramientas, se trata de transformar nuestra cultura organizacional”.
González subrayó que aunque el sector ha avanzado en sostenibilidad ambiental y laboral, y en responsabilidad social empresarial aún hay un largo camino por recorrer. “Estamos en el primer minuto del primer tiempo. Estos conversatorios son vitales para elevar la conciencia y prepararnos para las exigencias de los mercados internacionales”.
Esa visión fue compartida por María Camila López, directora de sostenibilidad de Procafecol (Juan Valdés), quien destacó la importancia de tener una estructura empresarial comprometida desde el liderazgo. “Nuestra organización está liderada por una mujer; el 60% del equipo somos mujeres, y eso permite que el enfoque de género no sea algo externo, sino parte del ADN. Esa coherencia interna es la que da legitimidad para hablar de inclusión en toda la cadena de valor”.
Desde su experiencia en el sector cafetero, López afirmó que las claves han sido la coherencia institucional, el trabajo con las comunidades y el enfoque comercial sostenible. “Las problemáticas de las mujeres rurales son muy similares entre sectores, pero también lo son las soluciones. Desde el café podemos aprender mucho de lo que ustedes están comenzando a implementar en palma”.

Un compromiso con futuro
La nueva política no se queda en el diagnóstico. Propone acciones en el corto, mediano y largo plazo, tanto para la federación como para las empresas. Además, incluye un módulo de formación, una batería de indicadores de seguimiento y estrategias diferenciadas según el tamaño de las unidades productivas. El objetivo: convertir la equidad de género en un eje estructural de la sostenibilidad sectorial.
“Lo que queremos es que las mujeres puedan seguir siendo madres, esposas, docentes, lideresas, pero también que tengan poder de decisión, acceso a crédito, tiempo para ellas mismas y voz en los espacios gremiales”, señaló María Paula Gómez.
El llamado de Gladys Cortés al sistema financiero lo resume todo: “Necesitamos líneas de crédito blandas para mujeres rurales. No queremos regalos, queremos oportunidades reales para competir y crecer. La palma no es solo un cultivo: es un proyecto de vida”.
La política sectorial de equidad de género en la palmicultura es una apuesta por la transformación del campo desde sus raíces, con las mujeres como protagonistas y con el respaldo institucional necesario para hacerla realidad. Ahora el reto es convertir esta voluntad en hechos que se palpen en presupuestos, decisiones, formación, crédito, liderazgo… Porque sin equidad, no hay sostenibilidad duradera. Y sin mujeres, no hay futuro para el campo colombiano.