jueves, noviembre 21, 2024
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La economía de Colombia, una amenaza para el campesino

Miguel Quintero es un estudiante autodidacta en ciencias como la química y la ingeniería industrial que le han permitido procesar alimentos y construir su propia casa.
Miguel Quintero es un estudiante autodidacta en ciencias como la química y la ingeniería industrial que le han permitido procesar alimentos y construir su propia casa.
Escrito por: Paola Andrea Vargas Leal

El campesino colombiano es una especie en vía de extinción” afirma Miguel Quintero, campesino de San Bernardo – Cundinamarca al hablar sobre la economía de Colombia que lo involucra.

El trabajador rural dueño de pequeños cultivos hoy en día es, dicho por sus mismos integrantes del gremio agropecuario, uno de los escenarios más desesperanzadores del país. Entre muchas de las razones indagadas a voces representativas del medio campesino, se evidencian tres grandes ramas de falencias en el sistema económico del país que coinciden entre las diferentes fuentes consultadas.

La primera de ellas, corresponde a las políticas de estado, entendidas no solo desde los resultados de los acuerdos, aún sin cumplir en su totalidad, firmados al finalizar el paro campesino nacional del 2013; sino de los procesos burocráticos de las instituciones representativas del trabajador campesino como el ICA, INCODER, CORPOICA, o el mismo Ministerio de Medio Ambiente, el de Comercio y las instituciones reguladoras de los productos alimenticios que circulan por todo el país como INVIMA.

Para hablar de un caso específico, un actual funcionario del ICA que posee experiencia en el trabajo con instituciones públicas rurales, comenta que ha observado como una falencia los procesos de trámites que deben realizar los campesinos interesados en aplicar a alguno de los apoyos económicos que el gobierno da para la tecnificación del campo.

Esto, principalmente, porque los trámites legales e información que le piden al trabajador rural sobre sus prácticas en la finca no son acordes a la forma de trabajo que ellos tienen, pues desde tener registro escrito de cada una de las horas a la que regó o recogió sus cultivos o las cantidades de agua que utilizó, entre otros datos, son algunas de los hábitos administrativos no adoptados aún por el campesino ya que se oponen al aprendizaje ancestral que vienen trabajando junto a sus familias durante toda su vida.

Dicho funcionario del ICA, agrega que desde su experiencia en instituciones como PROPAÍS, que impulsa proyectos de Mipymes, también se dio cuenta que un factor interno que obstaculiza la justa destinación de los dineros dada por los ministerios, son los requisitos, en ocasiones, demasiado específicos de los perfiles que deben tener las personas jurídicas que  se presentan a la convocatoria y las herramientas tecnológicas sobre las cuales ahora están solicitando los documentos, pues se debe recordar que le acceso en las veredas a las TIC siempre será menor que el de las ciudades.

Cabe aclarar que esta problemática está relacionada con la siguiente: la educación laboral del trabajador rural. Todas las fuentes consultadas coincidieron en que la tecnificación del campo, entendida en términos de procesos de trabajo, es necesaria para para la evolución y estabilización del sistema de mercado rural en el que se desenvuelve el campesino. Sin embargo, debe ser diseñada e implementada a conciencia con el público objetivo que la adoptará.

Pero retomando el tema de políticas, estos apoyos de formación, educación y emprendimiento, por lo menos desde todas de las alcaldías municipales aún no se van a tener en cuenta en estas administraciones. Pues como afirmó el alcalde del municipio de San Bernardo – Cundinamarca, Gilberto Acosta Gutiérrez, la eficiencia de los actuales gobiernos está principalmente medida por la cantidad de vías y viviendas que suministren en sus jurisdicciones, (60 % del presupuesto municipal es destinado a estas obras) ya que si se mejoran las vías de acceso a los pueblos, aumentará la circulación de alimentos hacia las ciudades principales, lo cual es un planteamiento base del PDM (Plan de Desarrollo Municipal).

Ahora, aunque no es asunto central del tema económico, se informa que según su dirigente ya se han comenzado a entregar algunas de las 111 casas gratis que darán a ciertos habitantes de San Bernardo, sin embargo, el campesino Miguel Quintero, por ejemplo, no puede corroborar que esta gestión ya se esté efectuando pues no conoce  información ni noticias al respecto.

La segunda rama que desvía el desarrollo económico sostenible del campo en Colombia corresponde a la educación del mismo campesino, quien en sus prácticas ancestrales jamás se ha interesado por actualizar sus conocimientos con respecto al nuevo medio ambiente en el cual trabaja y al cual sí ha manipulado con insumos químicos sin control alguno ni conocimiento de las consecuencias que dichas experiencias conllevan en el medio ambiente, en sus productos y en la salud de los seres humanos que consumimos a diario los productos de esos cultivos.

Dicha falta de interés por la formación de la profesión agropecuaria, repercute en varios aspectos mencionados por el campesino y empresario Miguel Forero, el primero, el uso de agroquímicos, entendido como una salida rápida para crear industria ya que los insumos que llegan a la planta permiten un crecimiento exponencial del alimento tanto en propiedades como el tamaño, sabor, color, y cantidad. Segundo, el campesino genera dependencia al uso de los agroquímicos para mantener el nivel económico que logró aumentar por el uso de ellos en sus posteriores cultivos a la implementación. Tercero, el negocio de los agroquímicos también tiene una competencia de precios, los más económicos vienen de Ecuador y Venezuela. La razón del bajo costo, se debe principalmente a que los bultos de insumos vienen rendidos con arena, aspecto que un campesino con previa formación posiblemente identificaría más fácilmente y podría reaccionar mejor. Cuarto, la modificación genética que se realiza tanto en las plantas que se cultivan como en los componentes de la tierra donde se plante o rieguen los insumos también afecta la salud de quienes las consumen.

 

NOTA: Según lo investigado, en Cundinamarca, no en todos los sectores se han presentado presiones de la fuerza pública por el uso de semillas transgénicas Monsanto. Sin embargo, los campesinos voluntariamente utilizan muchas de ellas.

 

Al parecer, este último punto es el más conocido por los mismos campesinos y en general por la mayoría de personas en todo el mundo, pues como lo menciona el agricultor de ajís y empresario emprendedor Miguel Forero, “los campesinos no se comen su propia comida, prefieren comprarla ya que tienen noción de los componentes que tienen sus alimentos”. La pregunta que hay que hacerse en este punto, es si la persona que le vende a ese campesino que no come sus propios alimentos cosechados no hace lo mismo con sus clientes.

 

Para alivio de muchos, no todo el panorama de los campesinos presentan los mismos problemas educativos que los ubicados en los ejemplos citados anteriormente. Personas como Miguel Forero o Miguel Quintero, los dos campesinos de Cundinamarca, han desarrollado los conocimientos de las utilidades la tierra en determinado piso térmico les brinda, de tal forma que ya sus fincas son auto-sostenibles de sus propios alimentos para sus familias, logrando ahora pasar al segundo terreno de productividad que tiene el campesino, los alimentos y productos procesados, ya sea que se hable de los productos derivados de la leche como el yogurt, arequipes, quesos y otros más, así como la fabricación de elementos de aseo orgánicos como jabones para la ropa, el cuerpo o la loza.

 

Para este punto, se explicará la tercera rama de desviación de la buena economía de Colombia que se mencionó inicialmente, mientras que se explica las salidas halladas por los dos campesinos emprendedores mencionados para vivir dignamente de manera alternativa en la lógica de la economía de Colombia.

 

Mercados Campesinos

A esta iniciativa ya se han unido muchas personas, especialmente se pueden ver en los mercados campesinos que iniciaron en el 2006 que con el apoyo de los gobiernos de la región central (los departamentos: Boyacá, Tolima, Meta y Cundinamarca) donde dicho proyecto ya funciona como una política pública de seguridad alimentaria en donde las ciudades principales y los pueblos centrales han sido los anfitriones del proyecto que tiene como objetivo promover vínculos más equitativos entre el campo y la ciudad de tal forma que se beneficie cada vez más el pequeño productor de alimentos y el consumidos urbano de menos recursos.

Estos espacios, se diferencias por las lógicas de mercado tradicionales especialmente por los ciclos de intermediación que manejan los productos desde que salen de las manos del campesino hasta que llegan al consumidor final.

“El campesino no vende, al campesino le compran. Es muy diferente” afirma Miguel Quintero.

Esta frase, tristemente es la que maneja las verdaderas reglas del negocio del campesino en su campo. Los intermediarios, entendidos como todos los transportadores y distribuidores en las plazas de mercado como Corabastos en Bogotá o cualquier otra central de alimentos de las grandes ciudades de Colombia. Son quienes manejan según Miguel Forero y Miguel Quintero de manera “mafiosa” los precios de los productos que el campesino les provee, pues la dinámica consiste en que dichos intermediarios “trabajan tu plata” como lo afirma Miguel Quintero, es decir, se llevan los productos de los campesinos “fiados” a la ciudad, los venden a otros intermediarios que manejan el otro monopolio, el de las plazas de mercado y luego el domingo regresan a los pueblos, sacan sus dividendos y le dejan el excedente del dinero conseguido por los alimentos distribuidos a los campesinos, por supuesto al precio que sea que lo hayan vendido y negociado con los intermediarios.

Esto funciona de esta manera, principalmente por el reducido acceso que tienen los campesinos de producciones pequeñas a comprar medios de transporte grandes que les permita llevar los productos por si mismos a las ciudades y por supuesto, a la falta de regulación y control del Estado de este tipo de negocios y lógicas de mercado de la economía de Colombia que permiten el funcionamiento normal del país.

A su vez, el campesino y su modelo de negocio alternativo que son los mercados campesinos también está relegado en sus propios pueblos o regiones, pues resulta que los dueños de los puestos de la plaza de mercado local, como la de San Bernardo por ejemplo, tiene dueños que no son de la zona o que por lo menos, no permiten que nadie extra entre a vender en sus territorios. ¿Por qué? Principalmente porque el control que hacen de los productos es a través del “doping” o revote, en el que irónicamente los campesinos realizan el proceso de intermediación y venta en las ciudades anteriormente explicado para que luego los dueños de esas plazas de mercado locales compren los productos y nuevamente los lleven a los pueblos –de origen- pero los puedan vender a un precio más caro que el inicial. El cual tiene que pagarlo el mismo campesino.

 

Por todas estas razones y problemáticas en las que el campesino se encuentra inmerso, es que se ve con tan buena aliciente las estrategias de negocio que Miguel Forero y Miguel Quintero practican para su supervivencia y auto- sostenibilidad.

 

Es necesario precisar que estas prácticas de economía alternativa, no son solo la participación en mercados campesinos ocasionalmente. La economía alternativa campesina, desde la teoría, se plantea como el proyecto de educación campesina que construyen países como Ecuador o Bolivia, llamada la soberanía alimentaria, diferente a la seguridad alimentaria propuesta por países como USA, dado que la diferencia del término radica en que la soberanía está relacionada con la independencia como país de generar un circuito económico completo en el que los colombianos creemos una red de negociación tan completa que hagamos de la economía de Colombia un país independiente y soberano (en la medida de lo posible) de los procesos económicos internacionales.

Para lograr esta meta personas como William Bustos Marroquín, líder campesino de la ADUC (Asociación Departamental de Usuarios Campesinos) realiza actualmente programas de pedagogía de sus campesinos para sus campesinos, a través de la organización de visitas a fincas orgánicas que realicen buenas prácticas agricultoras para que el campesino reaprenda, modifique y mejore sus hábitos de trabajo bajo un proceso de agricultura primero que todo, libre de agroquímicos y segundo, construido sobre una red de contactos de trabajadores rurales que entiendan y conozcan lo que sus colegas cultivan en la región y de esta manera se logren alianzas. Las cuales se fortalezcan en los mercados campesinos y así se dejen de ver como un modelo de negocio que solventa a la familia campesina por quince días, hasta que llega el próximo mercado campesino.

“la idea es, así como yo ahora tengo mi tienda en Bogotá con mis productos orgánicos y en donde coloco los productos de mis colegas que también hacen cultivo consciente, todos los campesinos que asistan al mercado se conozcan y se asocien, hay personas que tienen restaurantes, por ejemplo, que bueno sería que un panadero comprara las abundantes docenas de huevos que necesita directamente al campesino que los produce en su finca. Es cuestión de cambiar la mentalidad” afirma Miguel Forero.

En conclusión, la economía de Colombia se encuentra en un estado de crisis para el campesino de producción minoritaria por muchas razones, hasta un punto ajenas a él. Como lo afirma Miguel Forero, es imposible ignorar que el papel de la guerra ha hecho que el país se desconozca a sí mismo y haga que predomine el individualismo, la competencia desleal y la desconfianza. Sin embargo, sea porque entramos en un periodo de posguerra o porque por lo menos el entorno y las lógicas de la violencia en el país están cambiando, ya se ven nuevas lecturas de supervivencia como las que algunos colegas de Miguel Forero y Miguel Quintero ya están viviendo.

Se observa como cada paso toma su tiempo y como retos para mejorar la economía de Colombia aún se avistan muy lejos, pero si ya están en discusiones es porque están latentes y son grandes retos para mejorar. Entre ellos el apoyo consciente del estado a través de políticas públicas que protejan al campesino de producciones menores como al dueño de grandes hectáreas del país. También, las instituciones reguladoras de alimentos que hasta el momento solo se preocupan por la verdadera calidad de la supervisión de los productos que van para exportación, cuando comiencen a hablar de un control del uso de agroquímicos, tal vez se habrá dado otro paso.

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