Es difícil entender en un lenguaje sencillo porque sí o porque no aprobar la iniciativa que busca refrendar los acuerdos de paz por medio un plebiscito. Una paz que muchos queremos, pero que no nos termina de convencer.
Por: Gloria Amparo Quevedo, facilitadora EDC- Cauca
Luego de ser aprobado por el Congreso el plebiscito por la paz, empiezan a surgir preguntas. Posiciones encontradas, supuestos, comentarios que hacen parte de las conversaciones de cualquier persona a lo largo de pasillos, almuerzos, café o incluso dentro de los taxis.
Entre tanta suposición, contradicción, promotores, difusión y detractores, me empecé a preguntar, ¿qué significa el plebiscito?, ¿qué implicaciones tendría?, ¿por qué un plebiscito y no otro mecanismo?, ¿qué sectores están de acuerdo o en desacuerdo?, ¿cuándo se haría?
Muchas de estas preguntas no están aclaradas ni resueltas, aunque es nuestra responsabilidad como ciudadanía crítica entenderlas. Las respuestas definirán pronto el futuro desconocido por varias generaciones a lo largo de 50 años de conflicto armado.
Para empezar a comprender este mecanismo, hay que saber que según la Ley 134 de 1994 el plebiscito es el pronunciamiento del pueblo convocado por el Presidente de la República para apoyar o rechazar decisiones ejecutivas del gobierno nacional. En este caso se definen las negociaciones emprendidas en La Habana, sobre las que el Presidente pidió que los colombianos manifestemos con el voto la aprobación o el desacuerdo a la gestión adelantada.
Por esta razón, este mecanismo simple pero que deja varios sin sabores, conduce la opinión pública a solo dos opciones: el sí o el no. En caso de que el Sí sea el vencedor en las urnas, estaremos dando un espaldarazo a los acuerdos de La Habana y, afirman algunos promotores del no, ratificando la impunidad y el caos social. Por el contrario, si llega a ser ganador el No, inmediatamente las negociaciones de más de dos años se acabarían y esta guerrilla volvería a la clandestinidad. También se han difundido ampliamente temores infundados respecto a cómo los colombianos pagarían con la reforma tributaria el costo de la paz, o sobre la asignación de curules en el Congreso a las Farc.
Lo más sorprendente de los últimos datos revelados esta semana es la cantidad de personas habilitadas para votar, más de 34 millones, que en ninguna de las votaciones en el pasado refleja el sentir de la mayoría del pueblo. Tan solo un 10% al 20% de ellos son los que eligen en este país. Esto demuestra el nivel de desinterés y la indiferencia de la gran mayoría de los colombianos hacia los asuntos importantes y el rol político que tenemos al poder elegir.
En este plebiscito, estamos decidiendo el futuro del país. Elegiremos continuar viviendo en conflicto o intentar cambiar. Personalmente deseo ver a la guerra terminada y arriesgarme hacia una realidad diferente. Como decía el querido profesor Illera en su muro de Facebook: “Prefiero un mal acuerdo, que un buen pleito”
El plebiscito es una oportunidad para participar, ya sea apoyando o estando en desacuerdo. Definitivamente aquí el peor enemigo no es el proceso o las negociaciones, es el abstencionismo que nos hace inmunes a la realidad.
Hace algún tiempo una consulta similar se presentó en Inglaterra al votar por el Brexit, consulta popular para que ese país dejara de ser parte de la Unión Europea. Poco tiempo después, la gente se arrepintió al ver las consecuencias de la decisión cuando ya no podían reversarla. Lo mismo podría ocurrir en el plebiscito que ahora se convoca.
Aquí lo importante es informarse, superar los chismes, las campañas amarillistas y las cortinas de humo. Valore sus dudas, resuélvalas y vote conscientemente en el plebiscito por la paz.
*Este es un texto generado a partir del trabajo de las Escuelas Digitales Campesinas de Acción Cultural Popular- ACPO, que buscan promover el liderazgo del campesinado colombiano a través de procesos de educación, formación y capacitación, orientados a su dignificación, inclusión y desarrollo.