Desde la entrada, su taller huele a monte y tradición. Hay fibras de chiquichiqui colgadas como racimos, semillas de moriche secándose al sol y herramientas acomodadas junto a un banco de trabajo. Dagama González, indígena de los pueblos Curripaco y Cubeo, da la bienvenida con una sonrisa serena y las manos ocupadas, porque está trenzando una manilla encargada por un turista alemán.
“Lo que aprendí con mis abuelos y mis padres no lo dejé en el recuerdo. Lo llevé al SENA para perfeccionarlo. Aprendí a cortar con maquinaria, a tomar medidas exactas, pero sin perder la esencia. Lo que hago es cultura viva”, dice mientras no deja de mover las manos.
Su taller, “Artesanías Dagama”, se ha convertido en uno de los referentes del Guainía para quienes buscan conocer las expresiones culturales de los pueblos indígenas. En él se elaboran collares, llaveros, trajes típicos, instrumentos musicales y piezas decorativas, todo con materiales recolectados de forma responsable en el monte, como palo Brasil, semillas de seje, palma manaca, y muchas otras fibras que tienen historia.



Este espacio es, además de un taller productivo, un punto de encuentro, formación y orgullo comunitario. “Me gusta enseñar. Cuando me invitan a ferias, a talleres con los jóvenes, ahí estoy. Lo más importante para mí es dejar un legado, que los muchachos no pierdan esto. Que vean que hay una forma de vivir con dignidad desde lo que somos”, afirma.
Las ventas se mueven entre encargos para ferias, exhibiciones en el aeropuerto y un recorrido diario por los hoteles del municipio. “Todos los días paso por el Hotel Orinoco, por la cabaña de Huacón, por las Fuentes del Guainía. Voy hablando con los gerentes, mostrando lo que hago. No me quedo quieto. Así el turista conoce lo nuestro, y nosotros seguimos adelante”.
Cuando los pedidos crecen el taller se transforma en colmena. Hermanos, amigas y jóvenes egresados del SENA se reúnen para cumplir con las entregas. “Cuando piden 800 manillas, todos se arriman. Aquí nadie sobra. Lo que hacemos lo hacemos entre todos. Es un patrimonio compartido”, comenta y muestra un pedido listo para entregar.
Y mientras avanza el día, entre tejidos y visitantes, Juan Carlos se detiene un momento y concluye con la calma de quien sabe lo que construye: “La cultura es un tesoro. Mientras yo esté aquí, voy a seguir mostrándola, contándola, sembrándola. Eso es lo que me mueve todos los días”.