lunes, noviembre 18, 2024
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Jesús invita a ser misericordiosos como el Padre

Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia.

Por: Brian Stick Delgadillo Pantoja

La misericordia no es más que la existencia misma de la Iglesia. Todas las acciones de Dios se revelan en ella y por ella es que nosotros, Hijos del Padre, después de experimentarla, aprendemos a mirar sin indiferencia el sufrimiento del hermano.

Recordemos a Zaqueo, un hombre pequeño que queriendo conocer a Cristo no encontró limitación para subir a un árbol y verlo. Sin embargo fue Cristo quien lo vio primero y lo llamó: “Zaqueo, baja que hoy quiero hospedarme en tú casa” ¿Lo recuerdan?  Tal fue la mirada de Jesús que Zaqueo se convirtió. Esa mirada que atraviesa el corazón sólo nos lleva a pensar que Dios en su infinito amor ha posado su mirada de misericordia en nosotros, en nuestra debilidad y nos ha llamado por nuestro nombre para dar testimonio de Él al mundo entero. Sólo cuando somos conscientes de que el Señor nos ha amado primero podemos salir fácilmente al encuentro con los demás.

“Sean misericordiosos como mi Padre es misericordioso… Si al entrar en una ciudad los reciben con bien, sanen a los enfermos que haya en ella y anúncienles: Está llegando a ustedes el reino de Dios” Esto le dice Jesús a sus discípulos y el Evangelista Juan nos lo recuerda.  El Señor nos envía haciéndonos comprender que existen acciones que nos distinguen como creyentes hijos de Dios, y la misericordia es, en definitiva, el estilo de vida y el modo de ser de Jesús. Caminar con los que sufren es aceptar el camino que el Señor nos propone para alcanzar el Reino de Dios, sin titubear y con la bandera del Amor. Una bandera que nos exige la denuncia de la injusticia y la perversidad que atentan contra la dignidad humana y que sólo nos lleva a comenzar a luchar por una comunidad inclusiva, de puertas abiertas e intolerante a la indiferencia.

Jesús es el rostro de la misericordia del Padre, ha hecho de su vida mesa compartida y casa común, y espera lo mismo de nosotros. No son las palabras lo que mide nuestro camino con Él sino los actos de misericordia que tenemos con los más débiles, los cuales son consecuencia de haber experimentado la misericordia de Dios en nuestras vidas.

La visita del Papa es la ocasión para reflexionar sobre el llamado que el Señor nos ha hecho y renovar nuestro compromiso de personas misericordiosas para vencer la indiferencia ante el que sufre, generar reconciliación, justicia y paz.

¡Seamos testigos firmes de la Misericordia del Padre, experimentémosla y vivámosla, Dios es Amor!

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