“Jesús sanó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios” (Mc 1, 29-39)
Por: Kenny Lavacude
Hay personas optimistas, sonrientes, positivas, que justifican su carácter y su estado de ánimo en la vivencia de su fe. En efecto, aunque los problemas agobien y el dolor oprima, quienes tienen fe (y esperanza y caridad) sobrepasan estas situaciones o estados y los subliman a partir de un referente religioso que anima, acompaña y alivia.
Fe y salud
Igualmente ocurre con la salud. Por alguna razón, que puede incluir los sicológico, la fe ayuda a combatir e incluso a curar las enfermedades. La oración, la espiritualidad y la religión ayudan a curar enfermedades: «No hay forma de probar científicamente que Dios cura, lo que sí parece susceptible de demostración es que creer en Él tiene efectos beneficiosos. Es casi indudable que la fe, la oración y las prácticas religiosas sanas contribuyen a la mejoría de los enfermos», afirma el doctor Dale Matthews, médico del Virginia Hospital Center. Por otra parte, Archives of Internal Medicine, a partir de una encuesta de la Universidad de Chicago, aplicada a 1.100 médicos, concluye que la religión puede tener un efecto positivo en los pacientes: “sobrellevan mejor la enfermedad y su actitud positiva les da un apoyo; la esperanza, paz y bienestar de los creyentes profundos reducen las hormonas estresantes que dañan la salud”, dice el estudio.
Hay pruebas fehacientes que demuestran que entre la religiosidad y la longevidad existe una profunda relación. El testimonio más preclaro es del Santiago Ramón y Cajal (1852 – 1934), Premio Nobel de Medicina (1906), escribe, de manera casi poética al hablar de la asociación salud – longevidad y fe: «Cuando considero el color sano y la tranquilidad de ánimo de las personas piadosas, pienso que la religión posee, además de alto valor moral, excelente valor nutritivo. La fe robustece v conduce a la longevidad lozana, mientras que la duda condena, a veces, al dolor y a la vejez prematura».
Más allá de consideraciones científicas o psicológicas el creyente vive la sanación desde una experiencia fundamental y vital. Desde la consideración inequívoca que Dios es el creador de todo, que todo lo hizo bien y que todo lo mantiene, por su amor y misericordia.
El silencio de la lengua nos ayuda a hablarle a Dios. El de los ojos, a ver a Dios. Y el silencio del corazón, como el de la Virgen, a conservar todo en nuestro corazón.” (Madre Teresa de Calcuta)
Por: William Carvajal
Pero hablar del silencio resulta un intento casi contradictorio, ya que para ello es preciso romperlo, o al menos suspenderlo por algún tiempo. Sin embargo, éste es el único camino que se puede recorrer para que el silencio resulte significativo y para que su relación con el sujeto cree espacios de sentido.
¿Qué es el silencio? Todos tienen experiencia de él. Conocemos un silencio que divide y otro que niega; uno que crea angustia y otro que expresa amor; uno que nos hace sospechosos y otro que es el fundamento de una amistad y de una comprensión. Conocemos momentos de silencio que son fríos y glaciales.
Pues bien, todos éstos no son más que fragmentos de un silencio mayor que los engloba y significa, un silencio que garantiza al hombre que es él mismo y que se auto comprende como persona libre.
De esta manera, es preciso remontarse de los silencios al silencio original, el que -como tal- está privado todavía de toda determinación emotiva y que, sin embargo, constituye la condición de posibilidad misma de lo que se está escribiendo.
La Biblia expresa el silencio original, que es la primera expresión de amor del Padre, que se hace luego Palabra obediencial del Hijo y Espíritu de amor como nuevo silencio que llega “más allá del Verbo” y que encierra en sí el misterio trinitario. De este silencio nace la revelación, que se hace luego palabra histórica y profética, y finalmente palabra definitiva en la encarnación del Hijo, pero que desemboca en un nuevo silencio como contemplación y respuesta de fe.
La Biblia es el primer gran testigo de la grandeza del silencio, pues no lo califica sólo como realidad para el hombre y para la creación, sino que además lo convierte en el horizonte privilegiado sobre el cual hay que poner el misterio de la revelación de Dios.
Templo de estilo románico y elegante estructura, las torres y la cúpula le dan majestuosidad y belleza singular.
En el año 1839 el Congreso de Colombia ordenó la supresión de los conventos menores. Entre estos estaba el de los franciscanos, de Pasto, Nariño. En ese año los frailes salieron de Pasto y nunca volvieron, y su iglesia, llamada de San Francisco, acusó el abandono, se deterioró y fue demolida hacia finales del siglo XIX.
En 1899, un 25 de octubre, en el mismo lugar donde antes se levantaba el hermoso templo conventual, el obispo de Pasto, San Ezequiel Moreno, bendijo la primera piedra de la que sería la suntuosa catedral de la ciudad de Pasto. Fue Monseñor Antonio María Pueyo de Val quien consagraría el templo el 1 de enero de 1920. El templo, llamado del Sagrado Corazón de Jesús, fue erigido sede episcopal de Pasto el 5 de agosto de 1920; no obstante, nunca se le ha llamado por su verdadero nombre: se le llama Catedral Nueva o Iglesia de San Francisco.
Se trata de un tempo de estilo clásico, con cuatro naves y una fachada principal de estructura monumental y elegante.
En el interior de la Catedral, sobre un retablo tallado en madera de cedro dorado, se encuantra la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, muy venerada por los habitantes de Pasto. También, se encuentran dos sarcófagos tallados en piedra donde reposan los restos mortales de los obispos de la ciudad.
A veces, por no poder cambiar el mundo, ni siquiera arreglamos lo que sí podríamos mejorar a nuestro alrededor.
Por: Kenny Lavacude
El símbolo de la levadura ha sido especialmente querido y apreciado en la fe cristiana. En efecto, Jesús mismo, al querer explicar gráficamente el Reino de Dios utiliza el símbolo de la levadura: “El reino de los cielos es semejante a la levadura que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina hasta que todo quedó fermentado” (Mt 13, 33) El símbolo es extraordinario ya que una pequeña cantidad de levadura es capaz de hacer crecer una gran cantidad de harina, constituyendo una masa la cual, además de dar abundante pan, puede alimentar a mucha gente.
En el texto, Jesús pone el énfasis en lo pequeño, muestra la aparente poca eficacia de su misión, su irrelevancia, pero, a la vez su fuerza poderosa y transformadora. El poder de la levadura, y su simbología, nos invita a confiar en la eficacia de la acción de Dios.
La imagen de la levadura nos invita a pensar también que el modo de actuar de Dios no es escandaloso ni espectacular. La presencia de Dios se manifiesta preferentemente en lo pequeño, en acciones en apariencia insignificantes, en personas que, quizá, poco cuentan, pero a todo esto le imprime una gran fuerza, una enorme potencia capaz de generar cambios, de transformarlo todo. La vida de Jesús es una muestra de la verdad que nos pone en evidencia la levadura; ajeno al espectáculo y a la relevancia social, Jesús lo transforma todo para siempre.
Los pequeños gestos pueden cambiar la vida de una persona y de una comunidad: saludar, dar las gracias, ceder el puesto a quien lo necesita, visitar a la tía lejana anciana y enferma, perdonar un error, entender al trabajador que llega tarde… Pequeñas acciones levadura que pueden fermentar la masa del mundo en el que vivimos.
La floricultura colombiana protagonista de mercados nacionales e internacionales
Por: Erika Navarro
Ser reconocidos mundialmente por las flores que se producen en el país es una de las razones por las cuales los campesinos siguen creyendo en el poder que tienen sus tierras y el cuidado que les proporcionan. Cada vez son más las clases de flores que salen del campo para ser vendidas en la ciudad, o para ser exportadas a países que jamás se hubieran pensado.
Actualmente, Colombia es el segundo exportador de flores en el mundo después de Holanda. Las flores del país están llegando a lugares como Rusia, Australia, Corea, Arabia Saudita, generando un valor agregado muy significativo, ya que se puede evidenciar la diversificación del mercado, a partir de un esquema de producción donde los pequeños productores se han unido para generar cooperativas y así lograr un gran volumen de producción.
Flores de Colombia, las segundas del mundo más exportadas
Las flores de Colombia tiene conquistado el mercado de Estados Unidos y Canadá, incursionando con diferentes variedades, que se cultivan en las 5.500 a 6.000 hectáreas que, aproximadamente, se destinan a la producción floral. El altiplano de la sabana de Bogotá, representa el área con mayor producción de flores de Colomba, siendo la rosa y el clavel las más producidas.
El 76% del área sembrada de flores se encuentra en Cundinamarca, en 28 municipios, correspondientes a más de 500 fincas productoras. “Las flores, más que mi medio para sobrevivir, son como mis hijas. Las cuido como si lo fueran, si les pasa algo sería como si me sucediera a mi” agregó Miguel, pequeño productor de flores en la finca Las Mercedes en la Sabana de Bogotá. “Cada flor con su color me transmite felicidad y cada mañana madrugo a ver que esa felicidad nunca desflorezca”, manifiesta Miguel.
Se estima que cada hectárea destinada al cultivo de flores genera 15 empleos, convirtiéndose en un motor para la economía colombiana, ya que ésta se caracteriza por ser la actividad agrícola con más mano de obra por hectárea junto a un elevado número de profesionales de distintas disciplinas trabajando en el sector. La floricultura se ha destacado por su nivel de desarrollo y profesionalismo, donde se resguardan las esperanzas de miles de campesinos que han dedicado su vida a cultivar flores y con cada una de ellas, sus sueños de progreso.
De acuerdo con el Agrónomo Julián Jiménez, en la Asociación Colombiana de Floricultores (Asocolflores), se ha desarrollado un programa socio-ambiental llamado Flor Verde, el cual va en busca de una floricultura sostenible y competitiva. Se trata de una certificación del acatamiento de parámetros sociales y ambientales escrupulosos que contribuyen a la competitividad a las empresas, y con éste, al crecimiento de las mismas.
Flores de Colombia, las segundas del mundo más exportadas
Los aspectos de organización y desarrollo de actividades en cada uno de los puestos del trabajo de la floricultura colombiana han permitido que este negocio crezca. El proceso inicia en la selección de la semilla y del terreno, además de elegir la forma de cultivo, se debe abonar y posteriormente si se siembra la semilla. Este cultivo se debe realizar en invernaderos con el fin de proteger el cultivo, normalmente las plantas duran de tres semanas hasta tres meses en germinar dependiendo la semilla y se deben mantener en constante monitoreo y cuidado para que el cultivo sea exitoso. Luego se debe realizar una serie de inspecciones para saber si ya está lista para la recolección, teniendo en cuenta el tamaño del tallo, la apertura del botón, la contextura y el color del pétalo. Una de las variables más importantes es la temperatura y la humedad, donde se disponen cuartos especiales dependiendo de las condiciones que necesitan las flores, y por último se empacan en cajas en el caso de ser exportadas y de no ser así se mantienen en sus materas.
La industria de las flores de Colombia ha ido tomando un significado completamente estético, en la decoración del hogar, donde los colores de las flores más exóticas han cautivado los mejores arreglos y sus aromas, los espacios. Una citadina de Bogotá tiene muy claro lo importante que es para ella tener sus espacios decorados con flores naturales, ya que estas le ayudan a liberar el estrés, imprimen calidez y son un perfecto adorno en su hogar. “Decorando con flores, le dejo el protagonismo en manos de sus colores” agregó Sandra Marín.
Las flores de Colombia, a lo largo de muchos años, han tenido un gran recorrido en las festividades como San Valentín. La compra de flores de Colombia en esta fecha, junto al esfuerzo por conseguir las más lindas y exóticas, se convierte en el objetivo de muchos hombres que buscan conquistar a una flor más. Sin embargo, muchos desconocen el proceso que está detrás de aquel arreglo floral: las manos que la siembran, el tiempo que demoran y el cuidado que necesitan.
La cultura de las flores es una de las actividades por las que el país se destaca en el mundo. Los miles de trabajadores permiten que la floricultura llegue a las casas de los colombianos y a los ciudadanos de otros países. Los colores le dan un vigor insuperable a cualquier estancia y es esa la razón por la que la producción de flores jamás pasará de moda. Las flores de Colombia son un orgullo, una fuente de trabajo y una gran inspiración para mucho.
El Gerente del Banco de la Republica, José Darío Uribe, anunció que la entidad empezará a producir billetes de $100.000
El Banco de la Republica anunció que empezará a emitir billetes de 100.000 a finales de este año o a comienzos del 2016.
Frente a este anuncio, la Asociación Bancaria de Colombia (Asobancaria) argumenta que aunque entienden las razones técnicas por las que Banco de la Republica empezará a producir billetes de 100.000 mil pesos, considera que su emisión generará inconvenientes para el país, en la medida en al incentivar el uso del efectivo impide el avance de la bancarización en el país, así mismo expone que un billete de esta denominación facilitaría las transacciones ilegales y contribuirá a la evasión tributaria, pues generará que los colombianos no realicen el pago electrónico. Medio por el cual es más fácil controlar los pagos de impuestos como el IVA.
Por su parte el Banco de la Republica asegura que, la emisión del billete de 100.000 se da pensando en los cambios que ha tenido la economía colombiana en los últimos años y la demanda que tiene la misma de un billete así.
De igual forma, el Banco sostiene que para la emisión del billete de 100.000 se ha pensado en la posibilidad de que se apruebe el proyecto de ley que se discute en el congreso para quitarle tres ceros a la moneda colombiana, por lo cual el billete se ha diseñado de tal forma que se pueda implementar esta decisión sin mayores inconvenientes.
En cuanto a las transacciones ilegales, el gerente del emisor, José Darío Uribe, expresa que los billetes de alta denominación como el billete de 50.000 y próximamente el billete de 100.000 son entregados a los bancos por petición de las misma entidades, y los bancos a su vez lo solicitan por petición de sus clientes, lo que implica que conocen a quien se los están entregando.
Esta semana Uribe, afirmó que el billete de 100.000 tendrá la cara del expresidente Carlos Lleras Restrepo en su diseño y pues considera que el billete constará de normas de seguridad específicas que permitirán que los ciudadanos puedan identificar fácilmente si es falso o no.
La foto muestra los cultivos de café de Manizales de la empresa tisquesusa, Cortesía: Café tisquesusa.
Por: Carolina Nieto
El Café colombiano es reconocido entre los estadounidenses principalmente por su origen. La Federación Nacional de Cafeteros (FNC) afirmó que la encuesta realizada por la Asociación de Café de Estados Unidos (NFA, por sus siglas en inglés) dejó un resultado favorable para Colombia, ubicándola como la productora de café más reconocida entre la población estadounidense, con un reconocimiento del 85%. Colombia ha superado a países como Brasil (67%), Costa Rica (59%), Kenia (33%) y Vietnam (16%). Igualmente, el café colombiano sobresale con un reconocimiento de un 89% dentro de los consumidores de café y un 75% de reconocimiento entre los que no lo consumen, cifras que confirman que el café colombiano alcanza un alto reconocimiento entre toda la población estadounidense. Además, la federación Nacional de Cafeteros (FNC) destacó que en lo que va de año, la tasa de producción de café colombiano registrada en el mismo mes de enero del año pasado aumento de un 8%, y afirmó que estos resultados serían los mejores en cuanto a la producción de café colombiano durante este periodo en los últimos 7 años, con una totalidad de 1`088.000 sacos de 60 kilos producidos y distribuidos. Del mismo modo, señala que en lo que va corrido del año cafetero (octubre del 2014-enero del 2015) se han producido 4.390.000 sacos de café colombiano, un 2% más que en los años 2014 y 2013. El estudio Nacional de tendencias del producto durante 2014 realizado por la NCA, también destacó que el café colombiano fue elegido por el 96% de los estadounidenses como el café de mejor calidad y el que ellos prefieren consumir entre otros que les ofrece el mercado, indicando que su preferencia se debe a que el café colombiano tiene un muy buen sabor.
Desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos por la Organización de las Naciones Unidas en diciembre de 1948, se estipuló que todo país, miembro de la organización, debe velar por los 30 derechos fundamentales de todos los ciudadanos de su nación y, Colombia, al hacer parte de este conjunto de naciones no es la excepción. Al pasar del tiempo, el Estado los ha reconocido en los ciudadanos de las metrópolis, pero una minoría como lo son los campesinos y las personas en condición de discapacidad no los conocen y ,en defecto, no los hacen valer después de 66 años de la orden de la ONU.
“El gobierno presta más atención al proceso de paz, que si bien es muy bueno, la paz más que todo se dirige al campo. Pero sin el conocimiento de los derechos y deberes que se tienen ¿cómo van a manejar la paz que Colombia tanto quiere?” Así ve el olvido José Manuel, un administrador de empresas y sacerdote de vocación, que desde 1999 en La Vereda de San Juanito, en Restrepo, Meta, vive frecuentemente el olvido que todos los gobiernos de turno han tenido con el campo. Un olvido que no se llena con casas gratis o con mercados comunitarios de la mancomunidad de regiones, sino olvido de sentimientos, ayuda y acompañamiento en la vida diaria de él, su comunidad religiosa y los campesinos a los que enseñan a leer, escribir, rezar y tener un sentido crítico de construir un país justo.
A pesar de muchos proyectos del Gobierno actual para mejorar la calidad de vida, aún falta camino, ya que el único derecho que se cumple a cabalidad es el derecho a la nacionalidad y a Todd Howland, representante en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, le preocupa de manera significativa. “Notamos una cierta ambigüedad entre el proceso nacional y regional. Es importante superar esta ambigüedad para definir acciones concretas y ver las mesas regionales como programas piloto y proyectos para mejorar el nivel de respeto de derechos humanos en la zona rural colombiana”, expresó Howland, quien fue el encargado en 2014 de inaugurar la mesa de diálogo de los DDHH en Medellín.
Colombia es uno de los países en donde más violaciones de Derechos Humanos se presentan en el campesinado y el agro. Tal es la magnitud, que personas que no deben velar por los derechos de los campesinos lo hacen, como José Manuel, aunque a él no le preocupa, es más, se siente orgulloso de cumplir con el vigésimo sexto derecho universal, el derecho a la educación, porque una de las cosas que él recuerda en su formación sacerdotal es que “el Gobierno hace muchas promesas y no cumple, mientras que Dios no hace promesas, pero cumple las de los otros”.
Francisco Ubaque, futuro internacionalista, no está de acuerdo en que gente ajena al Gobierno esté haciendo lo que a éste último le compete. “No es posible que una persona que no sabe cómo funciona realmente el Estado, esté queriendo serlo”, además de sugerir que “si quieren que el Gobierno funcione de buena manera, no le quieten sus obligaciones, el Gobierno debe hacer lo que debe hacer, sin que hayan intermediarios de buena voluntad. No se desprecia el buen gesto de las personas, pero no es su obligación legal. Ética puede que sí, pero la ley está por encima de todo”.
A esta contraparte se le suma la declaración hecha por la Oficina Internacional de los Derechos Humanos Acción Colombia, que predispone: “el conflicto armado interno en Colombia existe desde hace más de medio siglo. Su principal víctima es la sociedad civil, que sobrevive en medio de constantes acciones violentas de todos los actores armados. Las masivas violaciones a los derechos fundamentales de la población colombiana incluyen masacres, asesinatos de personas defensoras de derechos humanos, desapariciones forzosas, tortura y violaciones sexuales. El Estado Colombiano, que tiene el deber de proteger a sus ciudadanos, está cuestionado por cometer graves violaciones de derechos humanos y del Derecho Internacional Humanitario (DIH)”.
En el campo, las pequeñas poblaciones tienen que pasar día a día esperando a que los organismos de control se encarguen y tomen cartas en el asunto para respaldar los treinta derechos universales a los que tienen un absoluto reconocimiento. Mientras tanto, estos organismos se reflejan en personas que para bien intentan hacer lo que el gobierno no hace, sea por falta de interés o por desacuerdo en su masa política.
Poco había escuchado yo de Ventaquemada Boyacá, las referencias más cercanas que llegaban hacía a mí, tenían que ver con las variedades de sus productos gastronómicos, como las típicas arepas dulzonas, y almojábanas: una combinación infalible de la tradición precolombina y las influencias europeas de nuestros colonizadores, o la comida salada, siendo la más popular de todas los embutidos preparados por manos diestras y bien entrenadas. Entre estos alimentos, del que había oído más recientemente era un nuevo tipo de papa que, al parecer, se ha estado comercializando en el país. Se trata de una variedad llamada Papa Nativa, de la cual oí por primera vez mientras leía un encabezado acerca del señor Pedro Briceño, un campesino de aproximadamente 58 años que, con la producción de esos tubérculos de colores y formas llamativos en la zona, busca una alternativa para enfrentar el TLC.
La travesía de Pedro Briceño
Con la conmoción que causó el implemento del mismo, varias fueron las preocupaciones de los productores de papa, como la posibilidad de sobresalir en el mercado. Al mismo tiempo, se disiparon muchas expectativas de comercio que tenían los productores de papa y bajo la esperanza de aumentar su capacidad de producción, muchos aceptaron las semillas transgénicas traídas por Monsanto. Sin embargo, no contaban con la llegada de un rival gigantesco: La masiva industria de producción agrícola estadounidense, y el gremio papero sufrió las secuelas de lo que parecía ser una lucha que no podían ganar, a la que se sumaban la falta de apoyo del gobierno y las olas invernales que los azotaron en el 2013.
Tras la inquietud por conocer la forma en que este papero se ha organizado para abrirse paso en la gastronomía colombiana -no sólo en las casas, sino en restaurantes también-, decidí buscarlo para conocer su historia.
En la feria
Contacté a Pedro Briceño, por teléfono un jueves a las cuatro de la tarde. La comunicación estaba inestable y hablaba rápido, pero le interesó que yo quisiera saber más acerca de esta iniciativa. “Voy a estar en una feria de Semilla Andina el sábado, veámonos allá” me dijo, junto a la hora y la dirección. Su plan era salir de Boyacá en las horas de la madrugada y llegar antes de las siete a la feria.
La travesía de Pedro Briceño
Una vez ahí, vi que en la entrada estaban unas personas con chaleco verde con el slogan de una fundación y pantalón de jean: los organizadores de la feria, que se realizaba en una casa estilo colonial con rejas de color blanco, y garaje con baldosín de cerámica café rojizo, en su interior había diferentes stands antes de la puerta de lo que sería la casa y una gran variedad de plantas en las paredes.
-Hola, ¿cómo puedo acceder a la feria? Estoy buscando al señor Pedro Briceño.
-La entrada es gratis –contestó el organizador- siga, por favor, ya se lo llamo.
No pasaron cinco minutos, cuando del interior de la casa, salió un señor de cabello negro con un ligero rastro de canas, bigote arreglado, camisa blanca, pantalón de jean y zapatos de cuero recién lustrados. Nos presentamos con el formalismo característico de un apretón de manos y me invitó a seguir, ansioso por mostrar el producto que nos había llevado a los dos a ese lugar.
El camino era estrecho, con puestos a cada lado y un corredor en el centro donde la gente que miraba con curiosidad los productos exóticos que adornaban el lugar, reducían el espacio a más de la mitad. El stand de Pedro estaba en la mitad del pasillo, frente a una mujer mayor que vendía yacón y panes de frutos rojos.
Milagros, su esposa, estaba sentada esperando por él, organizando pacientemente en una caja, servilletas en forma de triángulo, que entregaba junto a la compra de arepas boyacenses, a mil pesos la unidad. Las arepas estaban arrinconadas humildemente en el extremo inferior izquierdo de la mesa, el espacio que quedaba, estaba todo reservado para el invitado de honor: la imponente papa nativa de Ventaquemada, totalmente lavada y sin un ápice de tierra. En el centro de los costales, había una papa abierta por la mitad, el interior tenía un color beige que estaba adornado por angostas vetas moradas. Nunca había visto nada igual en un mercado de Bogotá.
Había dos tipos de costales en la mesa: de dos libra y de diez, a dos mil y diez mil pesos, respectivamente. Los años de experiencia de aquel hombre en el campo de este alimento ancestral, lo habían llevado a determinar que una familia colombiana en promedio, consumía cinco kilos de papa semanales. El bulto más pequeño era, en cambio, para esas personas que vivieran solas o quisieran conocer el producto sin compromiso.
La feria llevaba no más de dos horas de haber empezado y había poca gente en el lugar; antes de comenzar a hablar acerca de su producto, era importante saber con qué expectativas había llegado a Bogotá: “Pues vamos a ver qué pasa. Lo que no se venda acá, ya tengo un cliente en la tienda Aurora, donde venden productos orgánicos… porque si me sobran los costalitos esos, yo se los llevo y allá los venden”, respondió con una sonrisa.
Después del corredor donde estaban acomodados los doce cubículos de agricultores reunidos de diferentes municipios cercanos a Bogotá, cada uno ofreciendo productos únicos, cosechados con buenas prácticas agrícolas o de forma orgánica, estaba un patio que abría las puertas a un imponente jardín hecho casi en su mayoría en guadua, amarilla y brillante. La estructura tenía tres pisos, en cada uno de ellos estaban sembrados diferentes tipos de plantas, al igual que en la entrada de la casa.
Los corredores estaban hechos de guadua, también; y de no ser por una malla metálica de tres pies de ancho que dejaba algunos espacios vacíos hacia los bordes, los espacios abiertos entre la madera, era casi tan grande como un pie. En el centro había un acuario de piedra en el cual nadaban dos peces y varios canales de circulación de agua que creaban una cascada.
Durante el tiempo que observé y recorrí las llamativas instalaciones, con el fin de conocer cómo se organiza una huerta urbana, don Pedro asistía a una conferencia en la que se explicaban los perjuicios a los que las personas que consumían vegetales cultivados con los métodos comunes: utilizando agroquímicos, estaban expuestos. Las personas allí presentes, afirmaban que era sumamente nocivo consumir este tipo de productos dada la gran cantidad de pesticidas -entre otros- que utilizaban para obtenerlos, pero no siempre fue así.
“La vasta participación de la industria química dentro de los procesos agrícolas que antes se realizaban en su mayoría con productos naturales, tuvo lugar un poco después de la Segunda Guerra Mundial -explica Marián Torres, directora ejecutiva de Semilla Andina a los allí presentes-, se encontró que con la utilización de una serie de productos de origen artificial y que en algunos casos eran altamente nocivos, se podía incrementar el ritmo de producción o maximizar ganancias y minimizar pérdidas por plagas dentro de los cultivos”.
La implementación de esas nuevas prácticas llegó a Colombia en la década de los cincuenta y desde entonces, la mayoría de productores la utilizan, incluyendo a los pequeños productores campesinos. Según ‘Ciencia, tecnología y ambiente en la agricultura colombiana’, un estudio realizado por Tomás León y Liliana Rodriguez, los efectos negativos de dichos cultivos se ha vuelto tan evidentes, que cada vez se unen más campesinos y académicos de diferentes áreas a la investigación y producción de métodos alternativos y más saludables.
“No fue sino hasta finales de siglo, casi cincuenta años después, que la gente comenzó a darse cuenta de que estos productos estaban altamente contaminados -prosigue con su explicación- y decidió retornar los métodos ancestrales o al menos, disminuir tanto como fuese posible la utilización de agroquímicos”. Todos los productores reunidos en la feria ese día, eran detractores del esquema de la revolución verde y utilizaban buenas prácticas agrícolas (10% de los químicos utilizados normalmente) o tenían producción orgánica (100% libre de dichos químicos)
La travesía de Pedro Briceño
-¿Por qué no hay más personas operando de esta forma, si el otro proceso es tan perjudicial?” pregunté.
La respuesta no se hizo esperar y vino de don Pedro, quien dijo que el gobierno no prestaba muchas ayudas para ese tipo de granjas y “si alguien quería un certificado de agricultura orgánica, tenía que vender hasta la finca para poder pagarla”, dijo con una expresión de amargura en su rostro.
-Entonces, ¿a usted quién le ayuda?.
-La ayuda que yo he recibido con esta iniciativa, ha venido más que todo de la corporación PBA y de Trias, una ONG de Bélgica que conocí cuando fui a dictar una conferencia en Perú. -Responde, mientras revisa una pequeña agenda argollada con señales de estar con él hace ya varios meses, en la que tiene anotados varios teléfonos. En su interior estaban anotados los números de varias personas a quienes él esperaba en la inauguración de la feria Tierra Viva.
El producto que estaba presentando el día de hoy ya llevaba varios años en producción: COPABOY estaba en proceso de siembra y recolección de la papa nativa, al igual que otros tipos de papa autóctona que no eran muy comercializadas en las principales ciudades del país, desde el 2005. Durante ese tiempo, Pedro había conseguido contactos que se habían interesado en su producto, a quienes esperaba el día de hoy en la feria. Muchos de ellos ya habían llegado y la mesa comenzaba a verse más vacía, al igual que las cajas de arepas dulzonas que vendía su esposa.
La feria estaba llegando a su fin y mientras comía una de las arepas dulzonas que ofrecía él mismo en la entrada de la feria, le pregunté a Pedro qué lo había llevado a elegir entre tantas variedades presentes en la región, las pequeñas papas con marcas moradas. Resultó ser que era la variedad que sembraban su papá y su abuelo antes de la llegada de la revolución verde en la década de los cincuenta.
Cuando las nuevas prácticas agrícolas tomaron auge en la región, comenzaron a producir la papa que nos resulta tan familiar a todos: diacol capiro. No fue sino hasta la década del 2000 cuando realizaba un recorrido por un municipio, que encontró la variedad que eran tan apreciada por su familia. Desde entonces, la está cultivando y ya logró llegar a un restaurante popular de la zona G, La Bifería, y está en preparativos de comenzar a venderse en Wok, una cadena de comida oriental que tiene sucursales en distintos lugares del país.
Antes de despedirnos con otro apretón de manos, Pedro, con el comportamiento precavido que caracteriza a la gente adulta y midiendo todas sus palabras, me invitó a su casa el martes de la semana siguiente, porque ése día había cosecha lista para retirar. Abandoné el lugar mientras él terminaba de atender a los clientes que habían minutos antes que las rejas se cerraran.
Camino a Ventaquemada Boyacá
Lo llamé el lunes en la tarde para confirmar si su oferta seguía en pie. Como la primera vez que nos encontramos, me dio las indicaciones de cómo llegar y no quedaba nada más que seguirlas, para estar en un mundo totalmente diferente a lo que conozco desde pequeña: la ciudad.
Me desperté a las cuatro de la mañana del día pactado, con la exaltación de saber que por fin podría visitar el lugar de donde provienen las maravillas gastronómicas de las cuales me habían hablado. De esta forma, me preparé, y salí de mi casa con una chaqueta para abrigarme del famoso frío inexorable del altiplano cundiboyacense, al llegar al portal junto a toda la gente que a diario va a sus trabajos, abordé un B10 con destino al portal norte, al descender, me dirigí hacia el lugar donde reposaban todas las flotas ansiosas por ser la que se llene más rápido, para salir cuanto antes a recorrer los coloridos paisajes que adornan las carreteras colombianas -y las ventanas de los vehículos-, junto a ellas, estaban ubicados sus conductores, uno de ellos me preguntó a dónde iba. “Ventaquemada” – contesté – y él aseguró enérgicamente, que me dejaba a dos cuadras. Convencida, abordé el vehículo con ansiedad de llegar a Boyacá.
La travesía de Pedro Briceño
Conforme el ruido de la ciudad iba desapareciendo, comenzaba a tomar una presencia más nítida la implacable calma estática de la carretera, donde el único sonido es el de los ocasionales carros que van y que pasan. Unas horas después, estaba en mi destino y hasta el sonido de los carros se volvió lejano. Ventaquemada es un municipio del centro del país, ubicado a 2.630 metros sobre el nivel del mar, perteneciente a Boyacá. Es habitado por 14.000 personas, y tiene una superficie de 159 km cuadrados. En este pequeño lugar, donde se detuvo la flota y sólo yo me bajé, vive la familia Briceño.
Pedro me había hecho la petición de que en cuanto llegara, lo llamara, el me daría las instrucciones para llegar a su casa por teléfono nuevamente, sonaba ocupado, así que no cuestioné su petición, y de inmediato obedecí: para llegar a su casa tuve que seguir un camino en tierra y piedra, después de varios minutos caminando y mientras dejaba atrás todas las casas del lugar, estaba la finca más apartada de todas, la casa de Pedro y Milagros.
Mientras él me daba instrucciones por celular acerca de cómo llegar hacia su casa. Desde lo lejos divisé una casa de color verde.
La casa, la huerta y la familia.
Al entrar a la casa me recibieron Pedro y su esposa, con la hospitalidad a flor de piel, no llevaba dos minutos adentro y ya me habían ofrecido desayuno. Mientras Milagros entraba a la cocina a preparar un chocolate negro y espumoso para el frío, yo recorría el lugar. Me llamó la atención particularmente una parte de la sala que estaba vacía a excepción de dos grandes tableros en donde había notas de papel y un organizador de cartulina con varios papeles clavados con cinta. Se trataba de la sala de juntas en la que Pedro discutía asuntos múltiples con los campesinos afiliados a COPABOY.
“COPABOY está conformada por empresas base de los trece municipios de Boyacá -explica- siendo una de ellas, Coimpaven, ubicada en Ventaquemada”. La forma en que él realiza sus labores como gerente está dividida en dos y parece que fuera una persona diferente en cada uno de los casos.
La travesía de Pedro Briceño
En la comodidad de su casa, con sus colegas y otros campesinos, se expresa de una forma descomplicada y clara, de forma que todo el mundo pueda entender, algunos de ellos no tienen una formación académica avanzada y se confunden con algunos tecnicismos, y para dialogar las necesidades sociales, ambientales o económicas que puedan presentar, primero las escriben en ideas cortas en papeles que después ponen en los tableros, de esa forma, todo funciona más fluido, y una idea compleja, se vuelve fácil de entender.
Está, por otro lado, el gerente que debe enfrentarse con funcionarios públicos, empresarios y personas que se desenvuelven en el ámbito industrial, para quienes está más que preparado: él conoce bien el lenguaje técnico y se expresa con naturalidad. “La gente que a veces mandan del gobierno no entiende que si le habla a los campesinos con términos complicados o extranjerismos, ellos no van a entender -afirma- hasta puede llegar a molestarles que llegue una persona expresándose de esa forma. Es preferible que eso lo hagan cuando estén por allá, pero que cuando vengan acá no se compliquen tanto… a veces ponen unos Power Points con cosas que nada que ver y al campesino no le gusta eso. Allá en la corporación PBA donde nos han dado algunas capacitaciones, lo hacen así como yo les digo, y es que así debería hacerse siempre” -explica mientras nos dirigimos al comedor en busca de una taza de chocolate caliente.
La casa de Pedro y Milagros, como la mayoría de casas campesinas, tenía una huerta en la parte trasera, a la cual me invitó después del desayuno.Él pasó primero y sonreía alegremente mientras una citadina trataba de mantenerse en pie mientras descendía por aquel terreno irregular cubierto por pasto, vestía con ropa de trabajo: tenis desgastados, chaqueta de pana, jeans oscuros y una camiseta tipo polo de color negro. Era día de recolección y él iba a mostrarme cómo se hacía. Una vez sana y salva en tierra firme, me explicó qué tenía él sembrado ahí: varios tipos de papa, zanahoria, cebolla larga y cabezona, arveja y tomate de árbol, lechuga, entre otros. Lo importante es que cada familia siembre lo que le gusta consumir y lo que, en el suelo de la región, crezca fácil. “Lo que sobre, pues se vende. Pero, ¿para qué ir al pueblo a comprar algo lleno de químicos si lo puede cultivar usted en su casa?” dijo mientras alistaba el azadón y comenzaba a sacar de la tierra con agilidad las papas nativas del almuerzo, cogiéndolas por la raíz, inmediatamente después las arrojó al cesto de hortalizas que lo acompañaba.
Sin detenerse repitió el proceso cuatro o cinco veces más, era evidente que la práctica le había otorgado la destreza con la que desempeñaba su labor, “un niño campesino aprende a hacer esto desde muy pequeño. Crece rodeado de papas; es algo que me enseñó mi papá como yo les enseñé a mis hijos; lo he hecho toda mi vida” me contó mientras entrábamos a la casa con el cesto de hortalizas lleno.
Aunque la familia Briceño ha sabido cómo organizarse para enfrentar los duros cambios que se han presentado antes, durante y después del TLC, no todos han contado con la misma suerte: un estudio realizado por Pedro Pablo Salas, concejal de Tunja y máster en economía, demuestra que respecto década anterior, existe un déficit de producción de casi 400 mil toneladas en Boyacá. Asimismo, casi cuatro mil personas -el 10% de los productores en Boyacá- abandonaron la producción de papa en la región, evidenciando la precaria situación en la que se encuentran los sectores productivos y agrícolas en el país. En contraste a esa situación, Pedro se ha encargado de repartir diferentes tipos de semillas a campesinos de toda la región para que puedan tener un cultivo propio de las papas más comerciales o de las exóticas variedades autóctonas.
Milagros prepara el almuerzo, lava y pela las papas nativas para preparar un puré “nosotros la acogimos en nuestra dieta, comemos papa todos los días”, me cuenta mientras alista la ollita en donde las va a cocinar. Pedro y yo la esperamos en la mesa. El tema de discusión: el apoyo del gobierno a los paperos. “La gente que viene acá a hablar del campo, no conoce el campo” -comenta-. Él no piensa que el gobierno no los ayude, su posición es, en cambio, que no saben qué tipo de ayuda necesitan los pequeños productores, y es que muchos campesinos de diferentes sectores de la agricultura, están de acuerdo con que las ayudas del gobierno están mal enfocadas, y los diálogos con ellos no suelen llegar a los mejores términos por la barrera comunicativa que mencionaba más temprano en la mañana.
Sin embargo, él, al igual que otros pequeños y medianos productores, ha contado con el apoyo de PBA, quienes además de ayudarlo económicamente, se han encargado de brindar capacitaciones a los campesinos de las diferentes empresas base.
La casa es envuelta por el olor que viene de la cocina. Junto a él viene milagros con una muestra más de la hospitalidad boyacense; el almuerzo consistió en arroz amarillo, puré de papa nativa, arveja verde seca y pollo sudado. Para acompañarlo, una taza de agua de panela.
Mientras comíamos, me hablaba del día a día que al igual que él, venía en dos presentaciones: generalmente se despierta a las seis de la mañana y trabaja la tierra en su huerta personal a manera de pasatiempo, o en una finca que tiene en sociedad con otro productor en la cual siembran principalmente diacol capiro, en otras ocasiones, debe estar en Tunja encargándose de los asuntos de la empresa; allá se encuentra la sede principal de COPABOY, aunque las reuniones se suelen hacer en su casa. El día acaba temprano para él: después de las siete de la noche ya suele estar durmiendo. Los fines de semana casi nunca son de descanso, él viaja seguido a Bogotá a comercializar en diferentes ferias sus papas nativas. Milagros va con él la mayoría de las veces.
De vuelta en Bogotá
Habían pasado cuarenta y cinco minutos desde el almuerzo y Pedro debía retomar sus labores. Yo, por mi parte, me dispuse a tomar camino antes que el tráfico en Bogotá se volviera imposible. Les agradecí a Milagros y a él por toda su cordialidad; antes de recorrer de vuelta el largo camino desde la casa más apartada del lugar hacia la carretera, me dijo que si necesitaba hablar con alguien en PBA, Esmeralda Villalobos era la indicada. Me anotó sus datos en un papel y me acompañó hasta la puerta. El camino de regreso transcurrió con normalidad, ningún choque o derrumbe retrasó mi llegada y en menos de dos horas ya estaba recorriendo el portal. Mientras buscaba un articulado rumbo a la estación de la calle cuarenta y cinco, para encontrarme con la gerente de proyectos, hablaba con ella por teléfono ¡podía atenderme hoy mismo!
Al llegar a la estación de la cuarenta y cinco, caminé dos cuadras y llegué a un edificio de ladrillos, en el segundo piso estaba la sede de PBA en donde Esmeralda esperaba mi llegada.
Una vez nos presentamos, me invitó a sentarme en una silla de la oficina y comenzó su anécdota de cómo aquél papero de Ventaquemada logró encontrar apoyo en dicha corporación: Esmeralda conoció a Pedro Briceño hace siete años, cuando recorría Ventaquemada buscando nuevas posibilidades de proyecto. Encontró tres: frijol, zanahoria y papa. “Nosotros damos un apoyo económico a partir del proyecto -comentó- pero el proceso que se lleva a cabo con las personas que se vinculan a PBA es principalmente pedagógico”.
Ellos se encargan de enseñarles cómo pueden ser más productivos, de capacitarlos para usar computadores e incluso formas de expresión, para poder entender mejor los acuerdos o convenios que se realizan con otras empresas o con instituciones gubernamentales. Pedro es para la corporación, un líder multiplicador en la zona: se encarga de estar a cargo el proceso, además de brindarle a otros campesinos la experiencia que obtuvo con ellos, para que no tenga que estar presente una organización todo el tiempo. Empieza a trabajar con nosotros para averiguar más, acerca del interés de dicha organización en la iniciativa de papa nativa de Pedro, ella a su vez me explicó que él, es un líder innato.
Al hacer esa afirmación, le pregunté por qué lo decía.
-¡Porque es un berraco! -respondió- lidera, propone; siempre va diciendo lo que piensa. Además, es un gran negociador, si le da uno papaya… juepucha. Es muy empoderado, es definitivamente uno de nuestros líderes arraigados.
-¿Cómo enfrenta el papero el TLC esta propuesta?
-Dirigiéndose a mercados pequeños, consumidores de productos orgánicos -responde- son formas de preparación diferentes para cuando llegue todo lo que nos está pasando con el TLC que el colombiano y el consumidor valore lo que tiene el país y no exporte lo que no tiene.
Una reunión imprevista llegó a lugar y la visita con Esmeralda tuvo que terminar de manera prematura, se despidió con afán no sin antes decir, que era bienvenida para cualquier consulta adicional que necesitara. Mientras ella se dirigía a la sala de reunión, yo me disponía a volver por tercera vez en el día, a un articulado que me dejara en casa antes de acabar el día. Al salir de ahí, los arreboles en el cielo me recordaron el sol que vi salir en la madrugada y la aparatosa congestión característica de la hora pico de la capital me hizo extrañar la inmutable paz de Ventaquemada Boyacá.
Arroz colombiano aumenta su precio en 2015 por el cambio climático y decisión de importar 88.000 toneladas del grano.
Por: Lorena Rivera Ocampo
En 2015 los precios del arroz han aumentado hasta en un 27%, debido a los cambios climáticos presentados en las principales zonas arroceras del país. Razón por la cual, el Gobierno ha decidido importar unas 88.000 toneladas de este grano, de las cuales 63.000 provienen de Estados Unidos y 25.000 de Ecuador, con el fin de abastecer la demanda de este cereal.
Sin embargo, el profesor y agrónomo de la Universidad Nacional de Pereira, Héctor Fabio Ramos, afirma que esta medida afectaría la soberanía alimentaria del país, pues se prefiere un producto extranjero más barato, en lugar de suplir las exigencias del sector arrocero para mejorar la producción, afectando el precio del mismo.
El precio del arroz blanco en Colombia es superior al del arroz de los miembros productores de la comunidad andina como Ecuador y Perú. Diferencia que ha aumentado en los últimos 6 años llegando al 63% en 2012, según el centro de estudios económicos.
por el contrario, Jeffrey Fajardo, director de la cámara Induarroz de la Andi, afirma que será necesario suplir una demanda de más de 200.000 toneladas de arroz, pues la escases usualmente se da en el segundo trimestre del año, de manera que será necesario un contingente de igual cantidad procedente de Perú.
La industria arrocera pasa por un mal momento pues, además del cambio climático y las importaciones, el contrabando de arroz ha jugado un papel importante en la irregularidad de los precios. Se presume que semestralmente entran al país alrededor de 100.000 toneladas desde diferentes países de la región andina. Se estima que el contrabando de arroz proveniente únicamente de Ecuador ha llegado a abastecer un 25% del consumo nacional.
Para Rafael Hernández, presidente de Fedearroz, el abastecimiento del cereal será suficiente hasta finales de marzo. Colombia es autosuficiente en la fabricación de arroz pues, según datos de Corpoica (Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria) la producción del grano ocupa el segundo lugar en el país después del Café, llegando a las 1.500.000 toneladas de arroz en un área de 320.000 hectáreas aproximadamente, cultivado principalmente en la región Caribe, Llanos orientales y Valles interandinos.