miércoles, octubre 23, 2024
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Pasión y calle, la historia de un artista callejero

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Foto de Juana Buitrago – José “el artista de la calle”, desde hace 25 años se gana la vida haciendo maromas en el asfalto.
Foto de Juana Buitrago – José “el artista de la calle”, desde hace 25 años se gana la vida haciendo maromas en el asfalto.

Por Juana Buitrago Mora

Es martes, hace frío, el aire está húmedo y un cielo gris indica que puede volver a llover. Camino despacio y miro el reloj, me doy cuenta que son las diez de la mañana, levanto mis ojos y miro hacia el semáforo de la calle 24 con carrera 5ta. Avanzo, llego a la esquina occidental junto a la Biblioteca Nacional, me siento en un muro de piedra paralelo a la calle y me dedico a esperar.

Él, a quien espero atenta y paciente, aún no ha arribado a su lugar de función. Llevo un par de días observándolo sin que él lo note, aparenta tener 22 o 23 años, tiene el pelo corto y por la gracia que desprende su sonrisa parece ser feliz; estoy casi segura que éste es su horario de labor; ojalá hoy no sea la excepción. Me pregunto si vendrá. Han pasado casi veinte minutos desde que llegué, pero aún no tengo señales de su llegada.

Me levanto y voy a buscar algo caliente para beber; mientras vengo de regreso puedo ver que el artista callejero ha hecho su aparición. Me acerco prontamente y vuelvo a tomar asiento en aquel muro de piedra, asiento de primera fila, donde minutos antes lo esperaba con ansia, y desde donde ahora observo el inicio de la escena de hoy.

A cielo abierto y solo cuando la luz roja del semáforo indica la parada de los carros, comienza el show del artista callejero. Las clavas, que parecen pines de bolos, dan vueltas incansablemente por el aire, pasando de una mano a otra, en orden, marcando un compás van y vienen, vienen y van. Él tiene una coordinación envidiable y hace su escena en tiempo record: aproximadamente 40 segundos. Y es que el espectáculo ni siquiera dura lo que tarda en encenderse la luz verde, porque tiene que dejar un margen de tiempo para que en su gorra cada conductor deje unas cuantas monedas como símbolo de la valoración del espectáculo aunque que ésta algunas veces, al final de la puesta en escena, termine vacía. Es el riesgo del artista callejero.

El semáforo cambia a verde y mientras los carros transitan, me acerco cautelosamente al artista para no irrumpir en su práctica, lo saludo y con una sonrisa me devuelve el gesto. Me presento y le pregunto si me permite conversar con él además de observarle mientras desarrolla su arte, acepta sin objeción alguna.

Se llama José, es de Yopal y tiene 23 años (como lo suponía), me cuenta que está hace tres años en Bogotá y que como muchos artistas callejeros, trae consigo una larga historia. Su relato se detiene abruptamente por el cambio de la luz antes verde, por unos segundos amarilla y luego roja; debe trabajar. Mientras tanto yo me deleito maravillándome más y más por la habilidad con que maneja sus instrumentos. Cuando regresa continúa, me cuenta que cuando tenía 15 años se inclinó hacia las artesanías y aprendió a realizar manillas y collares que posteriormente vendía. Con ello, lograba hacerse a un ahorro para adquirir sus primeros juguetes que le permitían fabricar sus malabares. El semáforo cambia, nuevamente se retira para poner en marcha su acto de artista callejero.

De vuelta, relata que se inició en el arte circense, “aprendiendo con bolitas llenas de arroz”, pues en su casa nunca le apoyaron con dinero para formarse como artista callejero. Cuando finalizó sus estudios secundarios, logró que su familia lo enviara a Bogotá. Tenía 20 años, y su misión era estudiar Diseño gráfico en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Me cuenta que fue a la universidad quince días y que no pudo más, que el ambiente, la superficialidad de la gente y la poca pasión que esto le despertaba, influyó en su decisión de desertar por primera vez y para siempre de cualquier intento por acogerse a una institución para ser alguien en la vida, como dirían sus padres.

Así, José, escogió su estilo de vida, cortó toda relación con su familia y se dedicó a trabajar en las calles de la capital, adonde llegó sin un lugar fijo donde dormir, y tan escaso de dinero que apenas le alcanzaba para medio comer. Si bien, de a poco, el oficio no resultó difícil de desentrañar, el malabarista aprendió de memoria los secretos que hoy, ya experimentado, maneja a la perfección. Como si tuviese un manual de la calle, explica que “las esquinas más cotizadas son las que convocan mayor tráfico de carros, como las avenidas o las que tienen los semáforos más largos (que pueden extenderse de 55 a 65 segundos)”. Y también conoce esa otra parte; la que marca el éxito del trabajo: una buena presentación, una rutina con trucos fuertes para llamar la atención y una gran sonrisa. “Ahí, hay éxito asegurado”, sostiene José, quien practica una hora por día antes de salir a su escenario, como artista callejero.

De esta manera, José subsiste con los malabares callejeros, dice que cuando le va bien logra hacerse hasta 30.000 pesos, los cuales emplea en pagar 14.000 pesos en un hotel de aquellos ubicados por la calle 13, además de los 8.000 pesos que invierte en alimentarse a diario, lo que le sobra, si es que eso ocurre, lo guarda sagradamente para futuras adversidades.

Le pregunto por su vida sentimental, y su respuesta logra atraer tanto mi atención que no puedo evitar sonreír. Se refiere a sus malabares como su “primer y único amor”. Dice que, como toda pareja, tienen “sus tiempos difíciles”, pero que por lo general este arte le “llena el alma”. Ya sea por sacar una sonrisa a los conductores, por recibir un par de aplausos o por el simple hecho de hacer lo que le gusta. Hace tres años que camina de la mano, esquina por esquina, con aquella pasión que se trasluce en cualquiera de sus funciones, y ahora, con esa experiencia a cuesta, se entusiasma con crear su propio espacio cultural en conjunto con otros artistas callejeros.

Ha pasado el tiempo rápidamente, pero yo no lo he notado, hace un instante eran las diez de la mañana y ahora son las doce del medio día; el gusto con el que mi amigo desempeña su labor, me ha despertado tal curiosidad que le pido sin reserva alguna me enseñe algunos de sus movimientos, él acepta sin vacilar.

De su maleta saca un par de bolitas llenas de arroz, y con la paciencia de un maestro al que le apasiona lo que enseña, detiene su actividad laboral solo para mostrarme algunos ejercicios básicos. Atenta y concentrada observo, me entrega el par de bolitas y como todo principiante empiezo a toda velocidad, el resultado: las bolitas se fueron al suelo. Divertido por mi ocurrencia, José sonríe y hace énfasis en decir que la clave de esta práctica es hacer repeticiones pausadas y constantes. Me siento como una niña pequeña, jamás hice algo parecido y la verdad, ser consciente de mi falta de coordinación me hace sentir muy avergonzada.

Miro nuevamente el reloj, el cual indica que es la una y cinco minutos, tengo clase de redacción y se me ha hecho tarde, me disculpo con José por tener que irme corriendo, pero no me voy sin antes entregarle un sándwich que llevo conmigo en la maleta. Lo recibe con gran satisfacción, y me devuelve otra sonrisa a cambio, me despido agradecida por su amabilidad.

Camino hacia la universidad, reflexiono acerca de lo importante que es vivir haciendo, como decidió José, lo que a uno realmente le gusta y pensé: “Eso que te apasiona es aquello que te hace sentir que puedes cambiar al mundo mientras le regalas al mismo lo mejor de ti” di un suspiro y con el corazón deseé que la suerte acompañara a este talentoso malabarista y artista de la calle, artista callejero.

Una visita al Buen Pastor

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Foto de José Alejandro Gómez - Internas del patio 2, Cárcel El Buen Pastor. Bogotá, Colombia.
Foto de José Alejandro Gómez – Internas del patio 2, Cárcel El Buen Pastor. Bogotá, Colombia.

Por José Alejandro Gómez León

Jorge, el taxista que me condujo a la cárcel El Buen Pastor de Bogotá, permanecía en silencio, y de un momento a otro y junto al ensordecedor sonido de las busetas me dijo: “Me robó una vieja que está en la cárcel, Olga se llama, se entregó hace poco, era la dueña de una pirámide en Zipaquirá donde yo invertí unos cuantos miles de pesos, por la ambición de querer hacer plata fácil “chinazo”, esa vieja hijuemadre… pero mi Dios no castiga ni con palo ni con rejo”, remató su comentario.

En la entrada de la penitenciaria un niño se pasea, y junto a él su inocencia tranquiliza las miradas celosas de los guardias que despojan de todos los objetos a los visitantes, en aquel ambiente lleno de odio y malos tratos.

Luego de esperar unos minutos en las oficinas administrativas, llegó el dragoniante, Dúver Gordillo, encargado del armamento y gran conocedor del lugar. Un personaje con buena vibra, mucha experiencia e historias por contar, que ha soportado las duras y las maduras junto a las más de mil quinientas mujeres que permanecen encerradas, de espaldas a su libertad las 24 horas del día, en esta prisión donde el tiempo no importa porque también se hace preso.

Luego de hacer el papeleo y cumplir con el protocolo para ingresar al recinto, Ramírez, mientras se termina un paquete de papas que esparce su fuerte olor en el lugar, abre lentamente las compuertas blindadas y el aire se asoma pesado, como queriendo escapar. En ese momento caminamos lentamente hasta el fondo y llegamos al pabellón primero, que hasta hace un par de años era el anexo psiquiátrico de la cárcel y que ahora estaba habitado por aquellas mujeres que cumplían con labores específicas y que querían seguir adelante. En ese momento me enteré, que aquellas mujeres mantienen desde ese depresivo lugar a sus familias.

A ese pabellón llegan también las altas, que en la jerga carcelaria, significa aquellas mujeres que hasta ahora están llegando a cumplir su condena y que irónicamente y en los mismos pasillos, se relacionan con las bajas, aquellas que están por salir y recobrar su libertad. Es el pabellón de los sentimientos encontrados, donde una mujer se abalanza sentada en el piso, quizás arrepintiéndose o pensando en todo el tiempo perdido y los sueños arrojados a la basura por falta de cordura o por simple ignorancia. Junto a ella, una mujer no mayor de 35 años deja florecer su vanidad y se arregla como si fuera a la mejor fiesta de su vida, sus ojos brillan tanto que llenan de color su celda y desvanece las gruesas rejas como si fuera una ilusión óptica, propia de los grandes magos que han caminando en la tierra, como si fuera, acaso, a encontrarse con su libertad y con el mejor de sus momentos.

Foto de José Alejandro Gómez - Cárcel El Buen Pastor, Pabellón 2
Foto de José Alejandro Gómez – Cárcel El Buen Pastor, Pabellón 2

El pabellón dos al igual que el pabellón nueve, acoge a las mujeres que incurrieron en delincuencia común, hurto a mano armada o aquellas sindicadas de fraude y en general todo tipo de robos. Al caminar lentamente por estos pabellones y observar a las reclusas, Gordillo, el guardia que me acompañaba, me dice: “en estos pabellones están las más caspas”, y acompaña el momento con una sonrisa que no deseaba serlo.

Caminamos lentamente por el parque de la 93, como le llaman al patio central de la cárcel, y cerca de ese lugar salían una a una las reclusas a tomar el almuerzo en fila india y observándome detalladamente como si jamás hubieran visto a un hombre. A lo lejos, se escucha entre la algarabía una voz suave pero repleta de carácter, que dice, – quién pidió pollo – comentario al que no pude evitar sonrojarme en frente de ese despliegue de belleza en masa, que esperaba su almuerzo y quería ávidamente que esa fila se hiciera eterna, para despejar la mente, hacer amigas, planear una fuga o simplemente tomar el Sol.

La capilla que está cerrada, esparce un aire de tranquilidad y fe, recordándoles que Dios lo perdona todo pero la sociedad no, y las internas pasan desapercibidas, algunas, acuden a darse bendiciones por conveniencia, otras por simple distracción y algunas más, para pedir por algo. Gordillo, me señala con el disimulo característico de un policía, a la señorita simpatía 2009 – 2010, Sonia Vergara, fiel representante del patio 5, que a su vez es el patio que alberga a las extranjeras, también ha quienes cometieron delitos de narcotráfico, lavado de activos, trata de blancas, entre otros, y a las mujeres de estratos altos que están pagando su condena, con o sin vergüenza.

En este punto del recorrido, una pausa me permite hacer una confesión, en El Buen Pastor, las mujeres dejan fluir su expresión más natural y su esencia sin estereotipos de belleza impuestos por la publicidad y la sociedad, vemos a la mujer sin la máscara al servicio del machismo, que por años la ha discriminado y no le ha permitido estar en el lugar que realmente le corresponde.

Llegamos entonces al pabellón cuatro, donde se encuentran las madres con sus hijos hasta los tres años de edad, y recordé la imagen del niño que estaba paseándose a las afueras del reclusorio. Gordillo, me cuenta que los niños durante el día son trasladados al jardín infantil que está ubicado a la entrada, junto a los dormitorios de los guardias, allí las reclusas de más confianza les enseñan a leer, a escribir, a pintar y a afrontar la realidad de la mejor manera posible. Es realmente duro entender que sus primeros años los están viviendo en una cárcel, es confuso, pero injustamente necesario, que aquellos seres símbolos de la inocencia, sean los más culpables de urgir el cariño de sus madres y de pagar de una u otra forma, su más injusta condena.

En alguna oportunidad, en esta cárcel (que muy pronto será cerrada y trasladada, para construir un centro

Foto de José Alejandro Gómez - Internas en hora de almuerzo, pasillo central, Cárcel El Buen Pastor.
Foto de José Alejandro Gómez – Internas en hora de almuerzo, pasillo central, Cárcel El Buen Pastor.

comercial y brindarle más “seguridad” al vecindario) nació una niña, que después de un tiempo y por las vicisitudes del destino, fue recluida y años más tarde murió en aquel mismo lugar. O, un año atrás, una interna decide ahorcarse en la madrugada, debido a deudas que le había dejado la droga.

En El Buen Pastor es común denominador de cada fin de semana, que los guardias encuentren en los visitantes los denominados “subidos”, es decir, gente que ingresa en sus partes nobles armas, droga, celulares y todo tipo de objetos prohibidos en el penal. Los sábados las visitas las hacen únicamente hombres y los domingos las mujeres. En una ocasión de visita, un niño de 17 años se desmayó mientras hacia la fila a las afueras de la cárcel, cuando lo atendieron, encontraron calado en su ano, un celular “flecha”, y 100 gramos de marihuana envueltos en dos condones.

El pabellón tres, está integrado por las “residentes” o mujeres que reinciden en delitos y vuelven a la cárcel, son generalmente conocidas por los guardias y sus miradas rebosan vacías y llenas de odio. En el pabellón seis, están las mujeres que en algún momento de sus vidas formaron o forman parte de la guerrilla, el ingreso a este pabellón fue difícil y el ambiente se tornó tenso, fue un momento de sensaciones múltiples, acompañado de penetrantes miradas, que grababan mi rostro y se escondían tras las capuchas y las mantas, fue el lugar donde más me sentí observado y en el que menos quería estar.

En la cárcel el lesbianismo se da en más de un 60%, algunas veces por necesidad, por moda o simplemente por presión, y las fugas no son tan comunes como se puede pensar. Gordillo, a eso de las dos de la tarde y observando una posible ruta de escape, me comenta que la mujer es más miedosa en esos temas, olvidando que son todo lo contrario, que son más berracas, pacientes y menos estúpidas que los hombres, que mueren intentando escapar de su encierro, olvidando que son capaces de aguantar por nueve meses a un ser en su vientre y que la fuga puede ser a veces peor que la misma cárcel.

Foto de José Alejandro Gómez - Cárcel El Buen Pastor, Pabellón 5.
Foto de José Alejandro Gómez – Cárcel El Buen Pastor, Pabellón 5.

En este lugar no existe espacio para los arrepentimientos, no se debe llorar por la leche derramada, sino se tomó cuando se tuvo la oportunidad, esa oportunidad colectivamente olvidada, esa oportunidad de ver el Sol todos los días desde cualquier lugar del mundo, esa oportunidad de sonreír, de caminar libremente, de amar y compartir con nuestros seres queridos, de conocer, de estudiar, de ser alguien, de ayudar a los demás y de valorar cada momento en libertad en esta hipócrita sociedad productora de odio, rencor y violencia, que secuestra la mente y nos termina encerrando.

La cárcel es como una ciudad pequeña, hay estratos altos y bajos, servicios básicos, comercio, reinados, drogas, corrupción, etc. Es más ordenada e igual de injusta, donde los ricos viven mejor y los pobres cada vez son más pobres, lo digo, porque las casas fiscales, ubicadas al lado de la penitenciaria, albergan a las delincuentes de cuello blanco, como si estar involucrada con los paramilitares y ser congresista fuera menos delito que robar un bolso o un celular en Transmilenio.

Es tan reconfortante como una madrugada frente al mar, ver cómo esas mujeres valoran cada momento en su encierro, cómo parecen estar más libres que muchas de las personas que me rodean durante el día, cómo contagian de felicidad cada pasillo y cada momento, y cómo reciben el aroma de la poca naturaleza que disfrutan. Es acá cuando me doy cuenta que aquellos que gozamos de libertad, nos encerramos en el consumo, los lujos y las apariencias, y dejamos a un lado el verdadero valor de ser libre y vivir en paz.

Caléndula, de la medicina alternativa al agro

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La caléndula, originaria del sur de Europa meridional, se ha cultivado desde la Edad Media en climas fríos y templados y ha sido perfecta para los pisos térmicos de Colombia exceptuando los páramos. Esta planta es herbácea, de color verde y con alrededor de 30 a 60 cm de altura. Su flor es de color amarillo y es la que permite explotar todas sus propiedades para el uso medicinal.

Por: ElCampesino.co

Dentro de los productos terapéuticos, la caléndula se ubica en el grupo de las especies con mayor prevalencia, de esa manera, es una planta foránea. La caléndula se ha ubicado en segundo lugar después de la alcachofa dentro de la distribución de registro sanitario en Colombia y esto quiere decir que la comercialización es bastante alta. Es importante entonces, conocer a la caléndula desde su raíz y quiénes son los verdaderos implicados en las recetas tradicionales desde la sabiduría popular.

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Las cabezas o las flores de la caléndula son ideales como inflamatorias y espasmódicas, los campesinos de Colombia la han utilizado durante años como una planta medicinal con múltiples propiedades curativas y de ornamentación en jardines. La infinidad de propiedades y usos de la caléndula han ido creciendo a medida que tanto los laboratorios naturales como las personas que crecen en el campo, van encontrando muchos más beneficios.

“La caléndula es importante para temas de cicatrización tanto interna como externa y se ha usado desde hace mucho tiempo con fines medicinales aunque en algunas regiones de Europa la usen como condimento”, asegura Santiago Barrera, tecnólogo de alimentos.

Además de esto, la piel es una de las más beneficiadas con la caléndula pues las cicatrices dejadas por el acné pueden ser reducidas con ésta, actúa también sobre las cicatrices de quemaduras leves y alivia irritaciones en labios o zonas sensibles. De muchas maneras la caléndula puede ser útil también dentro de nuestro cuerpo, puede ayudar a combatir parásitos intestinales, contiene las hemorragias nasales, ayuda a tratar las várices y las hemorroides.

Miles de propiedades se pueden encontrar a partir de la caléndula y sus presentaciones, el agua de caléndula es popular entre las comunidades campesinas, la pomada es un poco más elaborada y se usa como lo mencionábamos antes, para aplicarse sobre la piel. Es muy famoso el jugo de caléndula para desparasitar el organismo y en muchas presentaciones, la caléndula tiene efectos significativos.

Un estudio realizado por la Facultad de Ingeniería de la Universidad de San Buenaventura en Santiago de Cali reveló que la caléndula “es un cultivo de gran importancia agroindustrial para el Valle del Cauca y Colombia, ya que incide en la economía de las regiones donde se cultiva y se vende muy bien para la producción artesanal”, por este motivo se ha vuelto un motor importante para muchos agroindustriales.

De esta manera, la caléndula se postula como una planta que además de de tener propiedades medicinales y culinarias se postula como una potencia regional en cuanto a economía.

La canela y sus beneficios para eliminar las infecciones en la piel

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La canela pertenece a la familia de las lauráceas y es una hierba aromática procedente de la india, caracterizada por su fuerte aroma.

Por: ElCampesino.co

El canelo es un árbol que puede llegar a medir hasta 10 metros de altura, sus flores tienen un olor desagradable y poseen colores blanco y rojo. La canela que nosotros consumimos proviene de la corteza inferior del canelo y es conocida por la variedad de utilidades que brinda.

Canela

En el caso de la piel, la canela es utilizada para la prevención y erradicación de hongos que son ocasionados por diferentes factores, dentro de estos se encuentran el contacto físico con algún objeto o persona que posea alguna bacteria contagiosa, el mismo medio ambiente o el clima.

La canela se caracteriza por sus propiedades desinfectantes que ayudan a combatir los hongos y las bacterias que aparecen en la piel, pues posee un ingrediente denominado cinamaldehido.

Este compuesto, que da el típico olor y sabor la canela, tiene la capacidad de combatir las infecciones de la piel. La forma de emplear los beneficios de la canela para curar la zona afectada por la infección, es consumir te de canela durante el día (mínimo dos veces diarias). Además se debe aplicar agua de infusión de canela sobre la zona afectada durante el día y luego se podrá observar que, con el pasar de los días, la infección irá disminuyendo y finalmente desaparecerá.

La canela también es útil para las personas que sufren de acné pues el cinamaldehido ayuda a desinfectar, desinflamar, reducir los poros abiertos y quitar el enrojecimiento que causa el acné. Para esto simplemente se debe aplicar la infusión de canela sobre la piel, especialmente en las zonas que tengan estas imperfecciones tres veces por semana y esperar a que empiecen a desaparecer. Igualmente, la canela no solo ofrece beneficios en la piel, también es recomendada para aliviar malestares digestivos, cólicos menstruales, enfermedades respiratorias (bronquitis, neumonía), enfermedades musculares y así como para prevenir algunos tipos de cáncer.

Paisajes rurales que prefieren los bogotanos

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Paisaje Rural. Parque Natural Chicaque
Paisaje Rural. Parque Natural Chicaque

Por Katerin Latorre

Encontrar un paisaje rural cerca de Bogotá no es una tarea difícil. Sus alrededores pueden llegar a ser espacios perfectos para quienes quieren escapar de la rutina del trabajo, los estudios, el tráfico y la algarabía típica de una metrópoli; para tener contacto con la naturaleza, respirar aire limpio y disfrutar de una hermosa vista.

Entre las diversas opciones, una de las preferidas por los bogotanos es la visita al parque temático Jaime Duque, ubicado en el municipio de Tocancipá, en  el Km 34 de la Autopista Norte, a menos de una hora de la capital colombiana. Ofrece a sus visitantes un espacio de entretenimiento familiar ligado con la cultura y el aprendizaje. Cuenta con juegos mecánicos, zoológico, museo, recorridos educativos y un acercamiento a la vida del litoral caribe. El brazalete de ingreso al parque está entre los $20.000 y $40.000 pesos por persona.

Para quienes, prefieren adentrarse en la naturaleza y hacer turismo ecológico, a solo media hora de Bogotá, en el municipio de Soacha, se encuentra el Parque Nacional Natural Chicaque, que hace parte de la Unidad de Reservas Nacionales. Chicaque es un bosque de niebla en el que se pueden encontrar más de 200 especies de aves, 20 de mamíferos y 7 tipos de bosques en donde crecen innumerables especies de plantas. Además de cabalgatas, caminatas ecológicas y algunos deportes extremos, también es posible alojarse por unos días. El parque cuenta con el eco-hotel El Refugio, un hostal de montaña enteramente construido en madera, con capacidad de alojamiento para 35 personas y cabañas completamente amobladas, pero para quienes quieren probar nuevas experiencias, en Chicaque, existe la posibilidad de dormir en la copa de los árboles y disfrutar desde allí del paisaje rural, con lo que ellos llaman Nidos, casas fabricadas en árboles, amobladas para la comodidad de sus visitantes.

Conocer la historia, también es una buena opción. El Parque Arqueológico Piedras del Tunjo está ubicado en el casco urbano del Municipio de Facatativá, conocido también Como Piedras de Tunja; cercado de los Zipas o Santuario de la Rana. Es un lugar muy concurrido por los habitantes de Bogotá, en el que al mismo tiempo que se disfruta de un paisaje rural, es posible conocer el arte rupestre, en las enormes rocas que allí se encuentran y que datan de 12.000 años atrás. Actualmente el parque se encuentra en un proceso de recuperación, debido al mal uso por parte de los visitantes, que causó un deterioro de los pictogramas, por lo que ahora el parque constituye uno de los destinos elegidos por quienes se interesan por la historia de las culturas prehispánicas que habitaron el altiplano cundiboyacense. El ingreso al parque cuesta $3.500 para adultos y $1.500 para niños, dinero que es destinado para conservar el parque.

Un plan, que hasta hace unos años no era muy conocido, es acampar. El embalse del Neusa, ubicado al noroccidente de la Sabana de Bogotá, en los municipios de Cogua y Tausa, se ha convertido en un lugar altamente turístico, debido a su hermoso paisaje rural y natural que permite a sus visitantes acampar en medio de la tranquilidad que ofrece el lugar. Cuenta con una amplia zona de camping divida en 10 partes, en las que se encuentran baños, parrillas, zonas de parqueo y además la posibilidad de realizar pesca deportiva y paseo en lancha. El ingreso y el permiso para acampar cuestan alrededor de los $10.000 por persona.

Es claro, que las posibilidades que tienen los bogotanos para salir de la rutina, sin irse muy lejos de casa son muchas. Además de entrar en contacto con la naturaleza, es posible disfrutar del paisaje rural y conocer un poco más de la cultura, la historia, la fauna y la flora que hacen parte de nuestro país. Un paisaje rural.

Entre balas y cuadernos

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Quien no es cercano a la guerra no la percibe de la misma forma. Quien no ha visto la muerte de frente no le teme de igual manera. Quien todos los días se encuentra con un cadáver en la carretera, primero se conduele, con el paso del tiempo solo se impresiona, y con las costumbre aprende tenacidad. Entre balas y cuadernos se escribieron varios años de su historia…

Ilustración de Giselle Machado – El temor y el miedo se apoderan de la mente y el corazón.
Ilustración de Giselle Machado – El temor y el miedo se apoderan de la mente y el corazón.

 Por Giselle Machado V.

Todo empezó el día que se presentó a la Universidad Nacional de Colombia para aplicar a la carrera de Derecho. Con los billetes arrugados dentro del bolsillo, llegó ansiosa por pagar la inscripción. Sin embargo aún tenía dudas, y entre sus alternativas también se encontraba la Facultad de Filología e Idiomas, si elegía esta última, sus pasos se encaminarían hacía la docencia. Por arte del azar, el destino, o como se le quiera llamar; justo ese julio de 1973, la Facultad de Derecho se encontraba cerrada por problemas políticos. No quiso llevar de nuevo los billetes al bolsillo, y en un arrebato de su verdadera vocación inició esa tarde su preparación para ser maestra.

Estando en la Universidad creyó que lo más difícil que viviría sería afrontar una que otra manifestación o algunos paros estudiantiles, cargados la mayoría de las veces de policía antimotines. Pensó que en esos casos tendría a lomucho que esconderse en alguna tienda aledaña. Pero la vida le deparaba situaciones mucho más difíciles, en la candidez de su juventud ella no alcanzaba a imaginar lo que le esperaba.

Del sueño a la pesadilla

Todavía sosteniendo el título en la mano, consiguió empleo como profesora al servicio del Estado. Sintió agarrar el cielo con sus dos manos ¿Qué más se podía pedir?-pensaba- “obtener un salario casi inmediatamente después de la graduación y trabajar en lo de uno, era lo máximo” sentenciaba sin aspavientos. La plaza seleccionada era el Colegio Departamental José Hugo Enciso en la inspección de Reventones, municipio de Anolaima en el departamento de Cundinamarca. Lo que era importante precisar era que este pueblo estaba en el corazón de una zona guerrillera, dominada por el frente 22 de las FARC-EP.

Corría el año de 1982 cuando después de un viaje que parecía interminable y por una carretera bastante maltrecha y en su mayoría sin pavimentar, llegaría al que sería su sitio de trabajo. Se bajó de un pequeño carro que gracias al estado del camino ya estaba a punto de la chatarrización y divisó un grupo de niños jugando en una desnivelada y maltrecha cancha de fútbol. Algunos la observaban con desconfianza y otros, en cambio, con curiosidad. En ese momento, lo que más le llamó la atención, eran los zapatos de todos los niños gastados por el trajín de recorrer a pie las trochas.

Desde un principio detectó en cada uno de los grupos a los rebeldes del colegio, a los aplicados, los respondones, a los cumplidos y a los incumplidos, los detallistas y los poco cuidadosos, en fin, tuvo una visión muy clara de todo el grupo. Uno de los detalles que más la inquietó, sobremanera, era la actitud altiva, casi solemne, de las jóvenes más atractivas del colegio, enseguida pensó que podrían causar problemas.

Sus vaticinios, con el tiempo, fueron acertados. Como si tuvieran una marca en la frente, oculta por un tiempo pero que sería develada después, se fueron convirtiendo en el artífice de una pesadilla. Cada una de estas “agraciadas” niñas, era la pareja sentimental de algún cabecilla guerrillero, sentían que el poderío que tenía el grupo subversivo sobre la región, también podía traspasar las paredes del colegio, por lo que comenzaron las exigencias de su parte hacia los profesores, con el objetivo de incidir en los resultados académicos. “Pues profe, si no paso esta materia mi novio de pronto vendría a conversar un par de cositas con usted”- decían altivamente las niñas- “Profe, yo creo que está calificación está mal. Es más, si se la mostrara a mi novio, él diría lo mismo y vendría a explicarle el por qué… ¿usted me entiende verdad?- amenazaban sin el menor pudor.

Algunos profesores o funcionarios del colegio, eran invadidos por el temor y se rendían ante sus exigencias, otros más osados, se mantenían en su posición y hasta se atrevían a confrontar a los enamorados. Uno de ellos, fue el profesor de educación física, el mismo que en medio de un enfrentamiento entre ejército y guerrilla, pudo rescatar del fuego cruzado a varios estudiantes del colegio, mientras que otros más se escondían debajo de los pupitres en medio de gritos de desesperación. Por fortuna para propios y extraños, en aquella ocasión no pasó nada de qué lamentarse, pues no hubo víctimas mortales, ni mayores daños materiales, todo quedó en un gran susto.

La puerta al calvario

Un día cualquiera, como siempre se levantó y se preparó para el largo camino que le esperaba a su trabajo. Le dio un beso en la frente a su bebé que aún dormía, mientras la contemplaba en aquella envidiable sensación de paz, la misma paz que ella no tenía hacía mucho tiempo. Tomó el bus y apenas tocó la silla, cayó dormida del cansancio. Por momentos una tranquilidad la cubría, reposando y esperando la hora de llegada a su destino.

Casi llegando al Boquerón, ubicado en límites del municipio de Quipile, el bus en el que se transportaba frenó abruptamente y todos los pasajeros se pusieron de pie y se asomaron a las ventanas, dejándose llevar por el morbo característico del colombiano. Sobre la mitad de la carretera, tendido boca abajo, yacía el cuerpo sin vida del profesor de educación física en un cuadro desgarrador, digno de una escena dantesca, el mismo profesor que tiempo atrás se había vestido de héroe en medio de balas en el colegio. Sobre el pavimento, se pintó de sangre su cuerpo cubierto solamente con una pantaloneta, acompañado por unas manos sin uñas y un rostro sin ojos, abandonado así, para que todos lo vieran. No era necesario preguntar, quiénes habían sido los autores de este asesinato.

Así empezó el infierno, el desfile macabro de cuerpos desnudos y con señales de tortura en medio de la carretera, tiñendo se sangre el pueblo entero que ya escribía con rojo, para ese entonces, su nombre y su pasado. Letreros con mala ortografía acompañaban a los difuntos como si se tratase de despreciables epitafios. “Por sapo, por lambón, por no obedecer, por no darnos a sus hijos”- todos los cuerpos eran dejados a merced de los buitres con su letrero correspondiente.

Aún los más respetables trabajadores honrados, eran condenados y asesinados. En ese deambular de la muerte, fue sacrificada de un tiro en la nuca, por un simple rumor que la tachaba de soplona, la fritanguera que cocinaba los mejores cerdos de toda la zona.

Ilustración de Giselle Machado – Entre balas y cuadernos es un relato crudo y real.
Ilustración de Giselle Machado – Entre balas y cuadernos es un relato crudo y real.

El dolor de aquellas escenas se fue convirtiendo en simple impresión, y luego de tantas lágrimas y noches en vela, casi en indiferencia. Una mujer que siguiendo su instinto y su vocación de maestra, se había lanzado al ruedo para contribuir a la formación de las nuevas generaciones, era ahora una mujer que se sentía entre la espada y la pared, acorralada entre sus miedos y sus principios. En Colombia, las plazas de maestros afiliados al magisterio, son asignadas bajo unos criterios que resultan muy difíciles de modificar, por eso cuando un profesor obtiene un puesto como docente en cualquier lugar del país, es muy complicado lograr hacerse a un traslado. Para ese entonces, no tenía relación alguna con funcionarios o políticos que pudiesen ayudar para que su traslado se lograra ejecutar, pues por razones lógicas, ninguno de sus compañeros que trabajaba en Bogotá, accedía a cambiar de lugar. Lo único que podía hacer, entonces, era aferrarse a un milagro y confiar en que nada le fuera a pasar.

La muerte toca a la puerta

Un problema de rinitis que le había aquejado desde muy pequeña, hizo necesario una intervención para contrarrestar la “enfermedad”. Justo en los días de la cirugía y posterior a su incapacidad, los alumnos del Colegio Departamental José Hugo Enciso, recibirían sus notas finales, y allí, por decisión de la maestra y producto de las evaluaciones, las novias de los cabecillas guerrilleros perderían su asignatura. Siguiendo su iniciativa, los demás profesores a los cuales las mismas niñas asistían a sus clases, optaron por hacer lo mismo, y esa determinación, no le sentó nada bien a sus respectivas parejas. Más se demoró el grito de indignación y el berrinche de una de las jovencitas, que darse la primera “visita” del jefe guerrillero al colegio. Un tiro al aire y el terror se hace presente de nuevo. “Bueno ¿Quiénes son los que me están rajando a las muchachas?- sentenció uno de los guerrilleros-! Es peor si no salen, igual ya sé quiénes son, con nombre y apellido”. Y así, uno a uno, fueron saliendo los profesores a cambiar las calificaciones en presencia de quien empuñando un arma, dejaba escapar una bala cada tanto para infringir temor.

Mientras tanto en Bogotá, aquel frío hospital le parecía mil veces mejor que la vereda en la que había visto tantas atrocidades y anhelaba en su silencio, que su incapacidad se extendiera un poco más en el tiempo. Entre tanto, su mejor amiga y compañera de trabajo, estaba en casa preparando el almuerzo, cuando la puerta fue abierta de un empujón y dos hombres encapuchados la encañonaron. “Necesitamos que el entregue algo a su amiga, a ver si aprende. Que la estamos esperando para cuando vuelva”, dijeron en tono amenazante. Congelada como una estatua, solo pedía que su hija mayor no llegara del colegio, que no la vieran estos hombres, que no le hicieran nada, mientras veía cómo aquellos delincuentes ultrajaban a sus dos hijas más pequeñas. Dejaron una nota sobre la mesa con orden de entrega inmediata, cerraron la puerta y ella, aún luchando por reaccionar a su espanto, llamó a su hija y le dijo que se veían mejor en Bogotá, donde la abuela materna, pues a la casa ya no podía llegar. El sufragio ya estaba en camino.

El principio del fin

Llegando a la Capital, lo primero que hace, su amiga amenazada, es dirigirse hacia al hospital y entregar el mensaje que contenía la orden impartida por el grupo guerrillero y firmada por el cabecilla del frente 22 de las FARC, el novio de turno de una de sus estudiantes. Si la profesora no obedecía, la orden era ejecutarla.

Las pesadillas se agudizaron, cada vez se vuelven más espeluznantes, la paranoia ahora es latente ¿Dónde está la niña? ¿Por qué no ha llegado del jardín?, las dudas y los temores de apoderan de ella. Una puerta de seguridad con no menos de 6 cerraduras protege la entrada de la casa. Las soluciones se vislumbran cada vez más lejanas, por lo pronto, no se podía regresar a ese sitio, eso era lo único que tenía seguro, lo demás resultaba muy incierto.

Viajaba cada mes en compañía de su esposo e hija que no la dejaban sola, pues debía cobrar su sueldo y la nómina aún se encontraba allí. Se contrataba un taxi de ida y regreso, y como en una película de terror, viendo por todos lados, se bajaba del automotor y rápidamente, sin que nadie la viera, entraba al lugar y hacía el cobro, y una vez cerraba la puerta del vehículo, le pedía al conductor no detenerse por nada del mundo hasta llegar a Bogotá. Cuando llegaban de nuevo a casa, a pesar de estar a salvo, la asaltaban pensamientos horribles, temía que secuestraran a alguno de sus familiares o simplemente que los mataran, no volver a ver a sus seres queridos, sin duda, fue la peor época de su vida.

Ilustración de Giselle Machado – Orar y poner toda la fe en Dios, fue la única opción para la maestra.
Ilustración de Giselle Machado – Orar y poner toda la fe en Dios, fue la única opción para la maestra.

Pasaron los meses y por recomendación de su hermana mayor, decidió ir a la Defensoría del Pueblo, donde encontró una abogada que tomó el caso y se comprometió decididamente con su causa. Con carta en mano, acudió a todos los mecanismos habidos y por haber para proteger la vida de su defendida. Hasta que por fin, después de muchos intentos, gracias a una petición enviada a la misma Presidencia de la República, se emitió la orden expresa de traslado inmediato al municipio de Chía, también en Cundinamarca.

Un buen día, ya ejerciendo como profesora de Inglés en uno de los principales colegios de Chía, le terminó de “volver el alma al cuerpo”, cuando vio en las noticias, que una arremetida de la Policía Nacional en una vereda llamada Rincón Santo, había dejado como saldo, la muerte del cabecilla del frente 22 de las FARC y sus dos “lugartenientes”. Durante la celebración de lo 15 años de la novia del “Comandante”, él y sus secuaces, perdieron la noción de su estrategia de seguridad, y después de beber durante varios días, fueron tomados por sorpresa por la policía. Como consecuencia de la operación, las FARC, decidieron replegarse hacia otros lugares.

Los mismos que la habían amenazado, que habían puesto el luto anticipadamente sobre su casa, ahora se encontraban tendidos sobre la tierra, tragando el polvo que habían hecho probar a muchos. Esta fue su última imagen, ahogados entre su sangre que no alcanzaría a compararse con la que derramaron sobre aquellas recónditas montañas y maltratados caminos, pero que ya estaba vertida en el suelo decretando la sentencia de sus días. La condena había sido perpetuada, y los verdaderos culpables pagaban esta vez, sin entender al menos, que tal vez, si lo pensaran mejor, estudiar hubiese sido la mejor salida.

Fe y salud

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“Jesús sanó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios” (Mc 1, 29-39)

Por: Kenny Lavacude

Hay personas optimistas, sonrientes, positivas, que justifican su carácter y su estado de ánimo en la vivencia de su fe. En efecto, aunque los problemas agobien y el dolor oprima, quienes tienen fe (y esperanza y caridad) sobrepasan estas situaciones o estados y los subliman a partir de un referente religioso que anima, acompaña y alivia.

Fe y salud
Fe y salud

Igualmente ocurre con la salud. Por alguna razón, que puede incluir los sicológico, la fe ayuda a combatir e incluso a curar las enfermedades. La oración, la espiritualidad y la religión ayudan a curar enfermedades: «No hay forma de probar científicamente que Dios cura, lo que sí parece susceptible de demostración es que creer en Él tiene efectos beneficiosos. Es casi indudable que la fe, la oración y las prácticas religiosas sanas contribuyen a la mejoría de los enfermos», afirma el doctor Dale Matthews, médico del Virginia Hospital Center.  Por otra parte, Archives of Internal Medicine, a partir de una encuesta de la Universidad de Chicago, aplicada a 1.100 médicos, concluye que la religión puede tener un efecto positivo en los pacientes: “sobrellevan mejor la enfermedad y su actitud positiva les da un apoyo; la esperanza, paz y bienestar de los creyentes profundos reducen las hormonas estresantes que dañan la salud”, dice el estudio.

Hay pruebas fehacientes que demuestran que entre la religiosidad y la longevidad existe una profunda relación. El testimonio más preclaro es del Santiago Ramón y Cajal (1852 – 1934), Premio Nobel de Medicina (1906), escribe, de manera casi poética al hablar de la asociación salud – longevidad y fe: «Cuando considero el color sano y la tranquilidad de ánimo de las personas piadosas, pienso que la religión posee, además de alto valor moral, excelente valor nutritivo. La fe robustece v conduce a la longevidad lozana, mientras que la duda condena, a veces, al dolor y a la vejez prematura». 

Más allá de consideraciones científicas o psicológicas el creyente vive la sanación desde una experiencia fundamental y vital. Desde la consideración inequívoca que Dios es el creador de todo, que todo lo hizo bien y que todo lo mantiene, por su amor y misericordia.

La persona en el silencio

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El silencio de la lengua nos ayuda a hablarle a Dios. El de los ojos, a ver a Dios. Y el silencio del corazón, como el de la Virgen, a conservar todo en nuestro corazón.” (Madre Teresa de Calcuta)

Por: William Carvajal

Pero hablar del silencio resulta un intento casi contradictorio, ya que para ello es preciso romperlo, o al menos suspenderlo por algún tiempo. Sin embargo, éste es el único camino que se puede recorrer para que el silencio resulte significativo y para que su relación con el sujeto cree espacios de sentido.

¿Qué es el silencio? Todos tienen experiencia de él. Conocemos un silencio que divide y otro que niega; uno que crea angustia y otro que expresa amor; uno que nos hace sospechosos y otro que es el fundamento de una amistad y de una comprensión. Conocemos momentos de silencio que son fríos y glaciales.

Pues bien, todos éstos no son más que fragmentos de un silencio mayor que los engloba y significa, un silencio que garantiza al hombre que es él mismo y que se auto comprende como persona libre.

De esta manera, es preciso remontarse de los silencios al silencio original, el que -como tal- está privado todavía de toda determinación emotiva y que, sin embargo, constituye la condición de posibilidad misma de lo que se está escribiendo.

La Biblia expresa el silencio original, que es la primera expresión de amor del Padre, que se hace luego Palabra obediencial del Hijo y Espíritu de amor como nuevo silencio que llega “más allá del Verbo” y que encierra en sí el misterio trinitario. De este silencio nace la revelación, que se hace luego palabra histórica y profética, y finalmente palabra definitiva en la encarnación del Hijo, pero que desemboca en un nuevo silencio como contemplación y respuesta de fe.

La Biblia es el primer gran testigo de la grandeza del silencio, pues no lo califica sólo como realidad para el hombre y para la creación, sino que además lo convierte en el horizonte privilegiado sobre el cual hay que poner el misterio de la revelación de Dios.

 

Catedral de Pasto, Nariño

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Catedral de Pasto, Nariño
Catedral de Pasto, Nariño
Por:  Kenny Lavacude

Templo de estilo románico y elegante estructura, las torres y la cúpula le dan majestuosidad y belleza singular.

En el año 1839 el Congreso de Colombia ordenó la supresión de los conventos menores. Entre estos estaba el de los franciscanos, de Pasto, Nariño. En ese año los frailes salieron de Pasto y nunca volvieron, y su iglesia, llamada de San Francisco, acusó el abandono, se deterioró y fue demolida hacia finales del siglo XIX.

 

En 1899, un 25 de octubre, en el mismo lugar donde antes se levantaba el hermoso templo conventual, el obispo de Pasto, San Ezequiel Moreno, bendijo la primera piedra de la que sería la suntuosa catedral de la ciudad de Pasto. Fue Monseñor Antonio María Pueyo de Val quien consagraría el templo el 1 de enero de 1920. El templo, llamado del Sagrado Corazón de Jesús, fue erigido sede episcopal de Pasto el 5 de agosto de 1920; no obstante, nunca se le ha llamado por su verdadero nombre: se le llama Catedral Nueva o Iglesia de San Francisco.

 

Se trata de un tempo de estilo clásico, con cuatro naves y una fachada principal de estructura monumental y elegante.
En el interior de la Catedral, sobre un retablo tallado en madera de cedro dorado, se encuantra la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, muy venerada por los habitantes de Pasto. También, se encuentran dos sarcófagos tallados en piedra donde reposan los restos mortales de los obispos de la ciudad.

Las acciones levadura que pueden cambiar el mundo

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A veces, por no poder cambiar el mundo, ni siquiera arreglamos lo que sí podríamos mejorar a nuestro alrededor.

Por: Kenny Lavacude

El símbolo de la levadura ha sido especialmente querido y apreciado en la fe cristiana. En efecto, Jesús mismo, al querer explicar gráficamente el Reino de Dios utiliza el símbolo de la levadura: El reino de los cielos es semejante a la levadura que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina hasta que todo quedó fermentado” (Mt 13, 33) El símbolo es extraordinario ya que una pequeña cantidad de levadura es capaz de hacer crecer una gran cantidad de harina, constituyendo una masa la cual, además de dar abundante pan, puede alimentar a mucha gente.

En el texto, Jesús pone el énfasis en lo pequeño, muestra la aparente poca eficacia de su misión, su irrelevancia, pero, a la vez su fuerza poderosa y transformadora. El poder de la levadura, y su simbología, nos invita a confiar en la eficacia de la acción de Dios.

La imagen de la levadura nos invita a pensar también que el modo de actuar de Dios no es escandaloso ni espectacular. La presencia de Dios se manifiesta preferentemente en lo pequeño, en acciones en apariencia insignificantes, en personas que, quizá, poco cuentan, pero a todo esto le imprime una gran fuerza, una enorme potencia capaz de generar cambios, de transformarlo todo. La vida de Jesús es una muestra de la verdad que nos pone en evidencia la levadura; ajeno al espectáculo y a la relevancia social, Jesús lo transforma todo para siempre.

Los pequeños gestos pueden cambiar la vida de una persona y de una comunidad: saludar, dar las gracias, ceder el puesto a quien lo necesita, visitar a la tía lejana anciana y enferma, perdonar un error, entender al trabajador que llega tarde… Pequeñas acciones levadura que pueden fermentar la masa del mundo en el que vivimos.