domingo, diciembre 15, 2024
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El Mandamiento del amor y el monstruo de la indiferencia. Reflexión para el Jueves Santo.

En medio de una realidad con rastros de crueldad y desesperanza, lavar los pies también significa vencer al monstruo de la indiferencia.

 

Por Andrés Felipe Lasso

Indiferencia

El mandamiento del amor que ha dado Jesús al mundo es conmemorado el Jueves Santo junto a la institución del Sacerdocio y de la Eucaristía. Jesús, después de lavar los pies a sus discípulos, pregunta ¿Entienden lo que he hecho con ustedes? y después les dice  “Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado sus pies, ustedes también deben lavarse los pies los unos a los otros” (Jn 13, 12-14). Hoy en medio de una realidad con rastros de crueldad y desesperanza lavar los pies también significa vencer al monstruo de la indiferencia.

¿El monstruo de la indiferencia?

No hay que ir tan lejos para notar el rastro cada vez más profundo de la indiferencia que se vive día a día. Se acerca a nosotros con paso firme, despiadado, como un monstruo. Un monstruo gigante el cual, por su gran tamaño, se ve en todos los lugares y desde todos los frentes de la vida social, política y económica. Este monstruo es sordo porque no escucha el clamor, el llanto, las voces que piden ayuda, los estómagos hambrientos; ciego porque es incapaz de mirar más allá de sí mismo. La indiferencia impide que florezca el amor, impide lavar los pies a los débiles y a los pobres porque es egoísta.

 “Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás nada que ver conmigo” (Jn 13, 8).

Aquel que se ha dejado amar por Dios, que se ha dejado lavar los pies, está llamado a hacerlo con los demás y de paso a desterrar de su vida la indiferencia. “Hagan lo mismo que yo hice con ustedes” no sólo es una invitación personal, también es comunitaria, porque la indiferencia impregna tanto a la persona como a la sociedad.

Las evidencias de una sociedad indiferente tienen infinidad de formas: la desigualdad, la violencia, el racismo, el egoísmo o la corrupción.

Distinguir la voz de Jesús en el mandamiento del amor es ir más allá de la indiferencia, dejar a un lado las ambiciones propias, detenerse, reflexionar. Solo así comprenderemos los muchos significados y sentidos del lenguaje con el que amó aquél que siendo maestro lavaba los pies a sus discípulos.

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