La historia del país está ligada directamente al campo, somos un país de vocación agrícola, trabajadora y de tesón. Cuando pensamos en el campo se nos viene a la mente la mujer, el hombre, el niño y la niña que todas las mañanas, sin importar las condiciones, labran la tierra con amor y dedicación para entregarnos lo mejor de su trabajo.
Por: Periódico El Campesino
Colombia es un país enorme, somos más de cuarenta millones de personas las que vivimos en 32 departamentos. Somos privilegiados no solo geográficamente – pues nuestra tierra está ubicada en la esquina norte de Suramérica –, sino también por las selvas amazónicas, los bosques andinos, los dos océanos, las tres cordilleras, los picos nevados, y los cientos de miles de especies de animales y vegetales que hacen parte de lo que somos y lo que el mundo ve de nosotros.
Pero más allá de los impresionantes datos que nos ubican en los registros de los países con mayor biodiversidad del mundo, existe algo aún mucho más importante y trascendental en nuestra estructura como nación, como país y como sociedad: ¡el campesinado colombiano!
Sí, el campesino es importante para nuestro desarrollo no solo económico, sino humano y cultural, pues gracias a él hemos construido nuestra identidad como colombianos, como labradores de tierra, como jugadores de tejo y de rana, como cocineros de tamal, lechona y del cuy nariñense. Qué sería de nosotros sin la carranga, el vallenato o la música llanera. Qué sería de nuestros páramos sin la ruana. Qué sería de nosotros sin ellos, los que a través de los años han cuidado nuestra historia, nuestras tradiciones y nuestras raíces.
¿Qué sería de nosotros sin los campesinos?
Nos lo preguntamos porque muchas veces no nos damos cuenta de la importancia de ellos para nuestra vida, no solo para nuestra historia. Pensamos que siempre estarán ahí, para nosotros, cuando la realidad es otra porque ellos, los que muchas veces son invisibles, pasan constantemente por cientos de dificultades. Porque tenemos que ser sinceros. La situación humana, económica, social y cultural de nuestros compatriotas agricultores está por el piso. Según datos del Estado, 8 de cada 10 campesinos viven por debajo de la línea de la pobreza, es decir que a pesar su arduo trabajo, que muchas veces supera las 12 horas, no ganan ni siquiera un salario mínimo mensual. Los campesinos le han puesto el pecho a la guerra que por más de 70 años ha azotado sus vidas, sus fincas y sus veredas pero aun así siguen adelante, con la fortaleza que caracteriza a los verdaderos colombianos, aquellos que con el machete, el carriel y la botas siguen cultivando para sobrevivir a las más difíciles y agrestes condiciones.
Pero el campesino tiene características de guerrero, como todo buen colombiano. Ante los más difíciles problemas, los vecinos y las vecinas siempre cuidan el uno del otro y están listos para actuar ante cualquier situación: si el bebé está enfermo, si el abuelo se agravó, si la hija mayor de la finca vecina va a dar a luz, todos y todas se reúnen para enfrentar la vida, juntos, con entereza y valentía.
Y las fiestas… ¡tremendas fiestas! ¿O es que vamos a negar que nunca hemos ido a una fiesta de pueblo? Donde hay chicha y guaro, rana, risas, amabilidad, buena ‘comidita’ y música. Días, que pueden ser fines de semana enteros en los que en las calles no transitan carros, ni mulas sino personas, en los que la harina no es para hacer arepas sino para hacer amigos. Y luego, todo vuelve a la calma, cada uno para su finca y a dormir porque al otro día hay que madrugar. Y es que hasta el día de mercado es una fiesta, el pueblo se viste de colores, se adorna de flores, los parlantes salen a la calle y los mejores productos recolectados de los cultivos quedan a disposición de todos los visitantes que, sin conocer mucho de su procedencia, tienen la plena seguridad y confianza de que llevarán a sus casas un buen producto.
Y es así como la Fundación Acción Cultural Popular (ACPO) ha buscado rescatar esas raíces desde 1947 y regarlas como se riega una planta, con cuidado y con amor, para fortalecer la sociedad rural y brindarles las herramientas necesarias para que puedan desenvolverse en alguna actividad agrícola. De esa preocupación por los campesinos nace Radio Sutatenza, en la década del cuarenta, como proyecto educativo de ACPO para enseñarle a leer y a escribir a millones de agricultores a través de la radio. En la actualidad, el proyecto social más importante de la Fundación son las Escuelas Digitales Campesinas que, como Radio Sutatenza en su época, quieren promover el desarrollo del medio rural colombiano a través de procesos de educación, formación y capacitación orientados a la dignificación del campesinado y su plena inclusión social, cultural, económica y tecnológica por medio de herramientas digitales.
¡Llegó nuestro turno! Pongámonos la ruana, el sombrero, las botas, el poncho, el carriel y devolvamos al campo algo de lo que nos da. Tenemos, al alcance de nuestra mano, la opción de ayudar a construir Escuelas Digitales Campesinas a lo largo y ancho de nuestro país, dándole al campesino la oportunidad de acercarse a las herramientas, de crear y fortalecer conocimientos, de darle algo nuestro: tecnología y educación digital.
Son solo Mil pesos por el Agro, por nuestro agro para retribuir, de la mejor manera, lo mucho que nuestros compatriotas han hecho por nosotros. Hagamos el MilAgro, hagámoslo juntos, como hermanos, como país.
Excelente propuesta, pero debemos involucrarnos como Ingenieros Agrónomos que sabemos manejar y asistir a los campesinos, no somos reconocidos por el estado ni la ley agraria colombiana, todos los días asdistimos y asesoramos proyectos productivos, sin el reconocimiento del estado y la sociedad .