Para el año 2013, el Estado colombiano adquiere el compromiso de velar por la protección de la Amazonía, reduciendo los índices de deforestación a 0%. Nuevamente en 2015, con el acuerdo de París, se compromete con la reducción de gases de efecto invernadero y más adelante, con la aprobación del Plan Nacional de Desarrollo del gobierno actual, reitera que su compromiso con la reducción de la deforestación.
No obstante, hasta la fecha los compromisos no se han acatado al pie de la letra, y en el peor de los casos, no han sido acatados en absoluto por las entidades de orden nacional, regional y local, lo que se constituye como una omisión a los deberes de protección ambiental de la Amazonía. Le puede interesar: Jóvenes de Yopal trabajan por la conservación y protección del medio ambiente.
Tal como lo muestra el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales – IDEAM, el incremento en los índices de deforestación es hoy la causa que mayor impacto tiene sobre el cambio climático. Esto se traduce en mayor emisión de gases de efecto invernadero, que a largo plazo, constituyen un aumento considerable en la temperatura; es así como el aumento será de 1,6 °C para el año 2040, tal como lo muestra la publicación del IDEAM: Nuevos escenarios del cambio climático para Colombia 2100 – 2100.
Los derechos ambientales también son para las nuevas generaciones
Las afectaciones del cambio climático las viven quienes hoy habitan este planeta, pero también quienes hacen parte de las futuras generaciones que llegarán a habitarlo más adelante. Así que, es imprescindible que desde ya se tomen las debidas acciones que den especial protección a lo que conocemos como el pulmón del mundo.
El fallo de la Corte Suprema de Justicia es precisamente la respuesta a la necesidad de protección especial que exigieron 25 jóvenes con el apoyo de DeJusticia. Y aunque éste se reconoce como un avance contundente, la protección y conservación de esta área de nuestro territorio nos atañe a todos los colombianos, habitemos o no en la región amazónica.
Por: Lina María Serna López – Periodista.
