En el marco del plan de sustitución de cultivos de uso ilícito acordado entre el Gobierno y la FARC, cerca de las 62.182 familias ya erradicaron sus cultivos de coca, sin embargo, solo 7.009, es decir, el 11% cuentan con planes de asistencia técnica.
Así lo concluye el más reciente informe del primer trimestre de la Fundación de Ideas para la Paz (FIP). De acuerdo con el informe, aunque el objetivo era sustituir 50.000 hectáreas se han alcanzado 36.000.
“A tres meses de que termine el mandato del presidente Juan Manuel Santos, el Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos de Uso Ilícito (PNIS) enfrenta importantes rezagos que comprometen la sostenibilidad del proceso de sustitución” dice el informe.
Según Eduardo Díaz Uribe, director del Programa de Sustitución Voluntaria, hay 69.000 familias inscritas, de las cuales 40.000 han recibido por lo menos el primer pago. El funcionario reconoció que al término del mes no se alcanzaron las 50.000 hectáreas.
Las causas
Las razones principales de este rezago, son según la FIP, son la ausencia de un plan de respuesta rápida para proveer seguridad en los municipios afectados por el conflicto, el choque y desacople de la agenda antinarcóticos y la implementación de los acuerdos de paz.
Frente a lo anterior, se llama la atención sobre el lento avance en la implementación de la reforma rural integral, la falta de una perspectiva a largo plazo del programa bajo la presión de disminuir rápidamente los cultivos de coca, las limitaciones presupuestales y de personal y el deterioro de las condiciones de seguridad.
Frente a la seguridad, los campesinos se encuentran en medio de una encrucijada. En Tumaco, Nariño, está el más alto indicador de hectáreas de narcocultivos con cerca de 23.000. En este lugar hay 9.800 familias que se comprometieron a sustituir, sin embargo, el proceso se atrasó por las amenazas de los hombres de ‘Guacho’, jefe de las disidencias de las Farc en la zona. (Le puede interesar: Programas de sustitución de coca no funcionan por cuenta de la corrupción).
Por: Camilo Aldana – Estudiante de Comunicación Social.
Editor: Mónica Lozano. Periodista – Editora
