¿Qué tan cerca o que tan lejos está la consolidación de la paz en la ruralidad de Colombia? Buena pero complicada pregunta, ahora que, según todo indica, estamos en la cuenta regresiva hacia un acuerdo con la guerrilla de las FARC.
Por: Juan Carlos Pérez Bernal
Ya son muchos los analistas que prefieren hablar del posacuerdo, no del posconflicto. Claro, allí hay toda una carga de profundidad que, de entrada, nos plantea el difícil camino que aún nos resta por recorrer para hablar de una consolidación de la paz. Y es que más de 50 años de confrontación, con sus graves secuelas, muy a nuestro pesar, no se podrán borrar de la noche a la mañana.
Ello no obsta para abrirle el camino a la esperanza, y hay varios indicadores que pueden abonar el optimismo. El primero de ellos es que los negociadores hayan optado por discutir primero el tema agrario, inequívoca señal de que sin paz en el campo es imposible hablar de paz en Colombia.
¿Y dónde está lo que podríamos llamar la médula del acuerdo? El mismo documento plantea la carta de navegación en los siguientes términos:
«El acceso y uso de la tierra, las tierras improductivas; la formalización de la propiedad; la frontera agrícola y la protección de zonas de reserva campesina; los programas de desarrollo territorial, infraestructura y adecuación de tierras; el desarrollo social, de salud, educación, vivienda y erradicación de la pobreza; el estímulo a la producción agropecuaria; las asistencias técnicas, subsidios, generación de ingresos, mercadeo y generación laboral».
Detengámonos en la formalización de la propiedad, tema que muchos analistas han calificado como el “más revolucionario de todos”. ¿Por qué? Porque una de las grandes talanqueras para el desarrollo del campo está en su exagerada informalidad.
Investigaciones de la Universidad de los Andes señalan que el 48% de los predios rurales en poder de pequeños campesinos no tienen títulos de propiedad. De esta realidad se derivan una serie de problemas que podemos resumir así: como la propiedad está sin resolverse, las inversiones inmediatas están frenadas, pues ¿quién va a invertir sí, en la práctica, la tierra no le pertenece?
Si lo que se quiere, entonces, como telón de fondo, es hacer una verdadera reforma agraria al servicio de la paz, hay que empezar por poner la casa en orden. Es lo que han convenido las partes.
A los colombianos nos corresponde estar atentos y exigir –también con el concurso de la comunidad internacional- que la tarea se haga no sólo pronto sino muy bien, de ello dependerá que el postacuerdo, realmente, nos pueda conducir al fin del conflicto colombiano…Como vemos, en la Habana apenas se diseña el plan; la tarea nos corresponde a todos. ¡A trabajar se dijo!