jueves, junio 5, 2025
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El silbido, un gesto de memoria y resistencia en caminos y veredas 

En zonas rurales de Colombia, donde el eco es más rápido que el celular, el silbido ha sido durante generaciones una herramienta vital para comunicarse a distancia. Aunque el tiempo avanza, este lenguaje ancestral sigue vivo entre montañas y cafetales.

En un mundo saturado de notificaciones, hay rincones del país donde el llamado no llega por WhatsApp, sino por un silbido agudo que atraviesa la neblina. En muchas veredas de Colombia, especialmente en zonas montañosas, el silbido se ha utilizado como un código de comunicación eficaz para enviar mensajes breves, avisar de peligros o simplemente llamar al vecino sin necesidad de recorrer largas distancias. Aunque pareciera una práctica en extinción, sigue teniendo vigencia y valor en comunidades donde la oralidad y el ingenio campesino son la norma.

El silbido vereda es una forma de lenguaje que se aprende desde la infancia. Cada tono, intensidad y dirección tiene un significado. Algunos sirven para avisar que hay visita, otros para alertar sobre animales sueltos o pedir ayuda. Incluso hay familias que desarrollan silbidos propios, casi como firmas sonoras, inconfundibles para quienes viven cerca.

En lugares donde no hay señal de celular o la topografía impide gritar de un lado a otro, el silbido se convierte en puente y forma parte del tejido cultural del campo. Según organismos como la UNESCO, los lenguajes silbados son expresiones valiosas de la diversidad lingüística. Más allá de su utilidad práctica, representan un patrimonio cultural sonoro que debe documentarse y protegerse.

Don Julián Gutiérrez, campesino de la vereda El Laurel, en Santander, asegura que el silbido le ha salvado más de una vez. “Una vez mi hijo se cortó con el machete y yo estaba al otro lado del potrero. No había manera de llamarme a gritos. Él me silbó como le enseñé, fuerte y con pausa. De inmediato supe que era urgente y salí corriendo. Así nos entendemos desde siempre, cuenta con orgullo.

Esta forma de comunicación también se transmite como herencia familiar. En muchas veredas, los niños aprenden a silbar antes de manejar un celular y, aunque los dispositivos han cambiado las costumbres, el silbido sigue siendo útil y hasta simbólico en reuniones, encuentros o en el llamado a los animales.

El silbido veredal reafirma vínculos comunitarios, territoriales y familiares. Preservar esta práctica es también reconocer que el campo tiene sus propios lenguajes. En tiempos donde la conectividad se mide en megas, recordar que hay otras formas de estar conectados más humanas y sonoras es, también, un gesto de resistencia y memoria. 

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