Una de esas semillas germinó en el corazón de Miguel Ángel Arango Cifuentes, un profesional de la salud que, desde la ruralidad de Chocó hasta el municipio de Caucasia, encontró en la educación una forma de vida. “Con ACPO es una experiencia de especial cariño. En 2013 conocí las Escuelas Digitales Campesinas. Me ofrecieron el trabajo rural y ahí me quedé, porque siempre he estado en la ruralidad, y la historia de Radio Sutatenza siempre me pareció muy chévere.”
Con un radio encendido, una cartilla en la mano y el deseo de aprender, miles de hombres y mujeres del campo colombiano convirtieron sus casas en Escuelas Radiofónicas, espacios de estudio colectivo donde lo importante no era el diploma, sino el despertar de la conciencia, y aprender para vivir. Fueron ellos quienes, a través del modelo de Educación Fundamental Integral (EFI) promovido por Acción Cultural Popular (ACPO), tejieron una red de conocimiento en más de 900 municipios del país. Es un modelo que hoy pervive en las Escuelas Digitales Campesinas.
“La motivación principal fue la escasez de educación y recursos tecnológicos. En Nuquí, donde ni siquiera había internet, hicimos una alianza con la institución educativa Litoral Pacífico y empezamos a enseñar alfabetización digital, incluso a los profesores de sistemas. Esa fue una experiencia muy bonita que unió salud y educación.”
La fuerza de Radio Sutatenza creció con la participación activa de los campesinos, que con determinación se apropiaron de la palabra, del número, de la salud, del trabajo y de la espiritualidad como rutas para transformar su vida y su comunidad. En cada reunión para escuchar la radio, en cada cuaderno compartido, en cada carta enviada a la emisora, había un mensaje claro: educarnos es organizarnos, y organizarnos es avanzar.
“Lo primero fue lograr que la comunidad creyera en el proyecto. Las hermanas Teresitas nos abrieron las puertas del colegio, y trabajamos tanto con niños como con adultos mayores en las noches. Eso fue muy especial.”
Más de 20.000 líderes rurales se formaron en los Institutos Campesinos gracias a este sistema. Muchos regresaron a sus veredas para fortalecer juntas de acción comunal, crear cooperativas, liderar procesos de salud preventiva, construir caminos, y sobre todo, compartir lo aprendido.. Cada uno de ellos fue maestro por convicción, con el compromiso profundo de educar desde su experiencia y en comunidad.
“Significó mucho para mí poder aportar a niños y adultos. Mis padres eran educadores, y ver cómo la comunidad ponía en práctica el modelo pedagógico de ACPO fue muy gratificante. En Belén de Bajirá hicimos un curso de formulación de proyectos y hoy, algunos de esos estudiantes tienen sus propias empresas. Eso es transformación.”
Este homenaje celebra la unión entre quienes compartieron su voz a través del micrófono y quienes, con entusiasmo y dedicación, transformaron cada escucha en una experiencia de aprendizaje y acción. Es un reconocimiento a quienes organizaron a sus vecinos, compartieron su radio, insistieron en aprender a leer a cualquier edad, e hicieron de la educación una causa común.
“El mayor aprendizaje con las comunidades es que todos tenemos derecho a aprender, estemos donde estemos. Aprendí a entrar en las culturas, a intercambiar saberes. Y entendí que muchos jóvenes quieren estudiar para irse, pero nosotros les enseñamos para que se queden, para que valoren sus raíces, sus saberes ancestrales.”
A quienes cargaron libros en la espalda, memorias en el corazón y esperanza en la palabra, les decimos: Gracias, maestros campesinos, por educar desde el territorio y para el territorio. Su lucha por aprender y enseñar sigue siendo el fundamento de un país más justo.
“Hoy hay más acceso a internet, pero todavía falta mucho. En cada rincón del país hay alguien que recuerda a Radio Sutatenza. En Nuquí trabajamos incluso con comunidades indígenas emberas, llevamos computadores a la selva, enseñamos lo básico. Una señora que nunca había tocado un computador pudo descargar su desprendible de pago sola, y decía que fue como dar a luz. Esa emoción resume lo que representa la educación campesina: dignidad, autonomía y futuro.”, puntualiza Miguel Ángel.