Ubicado al suroccidente de Colombia en el departamento de Putumayo se encuentra el Valle de Sibundoy, un territorio que desde 1535 año de su fundación, conserva los saberes y costumbres ancestrales de los pueblos indígenas Inga y Kamëntsa. También es una de las zonas más importantes para la etnobotánica del país, pues allí se concentra gran cantidad de plantas medicinales y alucinógenas.
En cuanto a las comunidades indígenas que habitan esta zona del país, los Inga se caracterizan por ser viajeros y comerciantes, además de ser médicos tradicionales por excelencia. Su lengua materna es quechua inga también conocida como ingano, y según el censo del DANE 2005 su población es de más de 15.450 personas.
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Respecto a los Kamëntsa, son el pueblo originario de este territorio y su lengua el Kamsá hace parte de una familia lingüística que aún no se ha determinado con claridad. Se dedican a la agricultura, especialmente de maíz , frijol, papa, hortalizas y frutales, así mismo, se caracterizan por su fuerte visión cosmológica, organización y resistencia. Sin embargo su población estuvo a punto de desaparecer durante la época de La Conquista, por lo que según el CENSO de 2005 son menos de 5.000 las personas que la conforman.
Ambas comunidades se reúnen el lunes anterior al Miércoles de Ceniza en celebración del Carnaval del Perdón, un encuentro dedicado al reconocimiento de los errores, el diálogo y la reconciliación, aspectos que mantienen en equilibrio las relaciones humanas y con la naturaleza. El evento inicia con una caminata que acompañada de música, danza y trajes tradicionales manifiesta las raíces culturales de estos pueblos ancestrales.
Razón por la que en el año 2013 el “Bëtsknaté” como lo conoce el pueblo Kamëntsa fue declarado patrimonio cultural inmaterial de la Nación, ya que no solo representa una festividad típica de esta zona del país sino que resulta indispensable para el fortalecimiento de estas comunidades, pues año tras año les permite conservar sus saberes y cosmovisiones sobre la vida y nuestro papel en el territorio.
Por: Karina Porras Niño. Periodista.