El diagnóstico está hecho y es contundente: Concentración de la propiedad, falta de oportunidades, abandono progresivo del campo y rezago en infraestructura. Son males que aquejan al agro, los cuales vuelven a salir a la palestra con el Censo Nacional Agropecuario, cuyos resultados acaba de revelar el DANE.
Por: Juan Carlos Pérez Bernal
El diagnóstico está hecho y es contundente: Concentración de la propiedad, falta de oportunidades, abandono progresivo del campo y rezago en infraestructura. Son males que aquejan al agro, los cuales vuelven a salir a la palestra con el Censo Nacional Agropecuario, cuyos resultados acaba de revelar el DANE.
Según las frías estadísticas, el campo habría perdido importancia estratégica en Colombia porque el 70% de la población colombiana vive en las ciudades y sólo el 30% en zonas rurales.
Esa sería, por supuesto, una conclusión simplista, pues día a día el agro adquiere mayor importancia para los países, y Colombia no es la excepción.
La coyuntura económica actual, caracterizada por un dólar cada día más alto y precios del petróleo en barrena, confirman que, ahora más que nunca, hay que pararle bolas al sector agropecuario. Si algún indicador ha encendido las alertas del país, es el de los precios de los alimentos que podrían complicar aún más el comportamiento del costo de vida.
La reacción del gobierno se puede sintetizar en dos grandes anuncios: Reforma agraria integral y sustitución de importaciones.
La primera pasa por un cambio de mentalidad de fondo que ya se ensayado muchas veces pero siempre ha fracasado, pues se ha quedado en las buenas intenciones. En otras palabras, ha faltado voluntad política. Claro, el país –léase, especialmente, estratos uno, dos y tres- ha clamado y clama por una repartición equitativa de la tierra. Pero esa es una gota de la receta. Los demás ingredientes ya son conocidos y sólo hay que aplicarlos. La segunda política , según el anuncio del gobierno, consiste en un agresivo plan para sustituir importaciones hasta lograr la seguridad alimentaria del país…¡Grandes retos que no se concretarán en el corto plazo!
Sin embargo, subsiste una preocupación de fondo: ¿Qué hacer para que los jóvenes no sigan abandonando el campo? Las cifras del censo revelan que, en términos generales, se están quedando en las zonas rurales los mayores de 39 años. Los mismos resultados nos dan buenas pistas: el 11,5% de los mayores de 15 años es analfabeta y el 20% de los niños y jóvenes entre 5 y 16 años está por fuera del sistema educativo. Está claro: tenemos un problema estructural cuya solución demanda inmediatos y grandes esfuerzos, tanto del Estado como del sector privado.
Es, como todos sabemos, una de las grandes apuestas de entidades como Acción Cultural Popular – ACPO, con la Educación Fundamental Integral que despliega en las Escuelas Digitales Campesinas. Aquí, como ha ocurrido con la reforma agraria, buscamos ir a las raíces, es decir, a una buena formación de las poblaciones más vulnerables. De ahí que, si bien la conectividad es clave para no truncar el proceso, es apenas uno de los eslabones de la cadena.
Como lo dijera el director de Expo Agrofuturo, Ricardo Jaramillo, nada habremos logrado si nuestros campesinos y campesinas siguen desintegrados del mundo económico actual.
No negamos, entonces, la importancia de brindar soluciones efectivas y eficaces en materia de infraestructura, asistencia técnica, distritos de riego y crédito. Pero si ello no va acompañado de un trabajo intenso para potenciar la vocación emprendedora de los hombres y mujeres del campo, habremos hecho muy poco por superar el actual estado de cosas. Y en la educación de calidad está la respuesta. Esa es, consideramos, la esencia del debate.