Investigaciones realizadas por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA, adscrito a la OEA), demuestran que en Colombia se pierden entre el 40 y el 42% de los alimentos que se podrían cosechar.
La propuesta que busca afrontar esa realidad ya ha sido probada por los 26 bancos de alimentos de Colombia, y consiste en conectar a productores y consumidores, mediante el impulso y apoyo al desarrollo económico local, con énfasis en los mercados domésticos.
Tal y como lo indica la FAO, la iniciativa va de la mano de la agroecología, que se enfoca en impulsar soluciones justas mediante sistemas o circuitos alimentarios cortos y amigables con el medio ambiente. Según el organismo de las Naciones Unidas, ello se traduce en mejores ingresos para las campesinas y campesinos, y precios justos para los consumidores. “Es un círculo virtuoso”, apuntó.
“Algunos ejemplos de innovaciones que ayudan a establecer relaciones entre productores y consumidores es el certificado de Sistema Participativo de Garantía (SPG); los mercados de productores locales; el etiquetado de denominación de origen (para garantizar su procedencia y calidad); la agricultura sostenida por la comunidad y los sistemas de comercio electrónico. Estos mercados innovadores responden a la creciente demanda de dietas más saludables por parte de los consumidores”, subraya la entidad.
Los campesinos, ejes de una política

“Nuestros amigos del campo son claves en la economía circular, para garantizar que se bote menos comida y que los alimentos lleguen a tantos colombianos que los necesitan con urgencia”, destacó Saldarriaga.
Es, según sus palabras, una buena opción para enfrentar la gran paradoja que significa el que muchos habitantes rurales no tengan qué comer, “pero no porque falte comida”.
La estrategia implica acortar las cadenas de valor de los alimentos y aumentar la eficiencia en el uso de los recursos o, en otras palabras, apostarle a minimizar desperdicio de bienes básicos para la dieta de los colombianos.
“Hay que tener menos comida en los contenedores y más en los comedores”, sentenció tras destacar que Colombia cuenta con el principal activo social, que es la generosidad de sus gentes.
“Como gran ejemplo tenemos el Banco Arquidiocesano de Medellín, que es el que nos ha enseñado a todos…Y es que en Antioquia los campesinos han aprendido a ser tan generosos, que el banco ya no alcanza a recoger todo lo que los campesinos quieren donar”, subrayó.
Explicó que la estrategia se basa en el Proyecto de Recuperación de Excedentes Agrícolas (PREA), que une esfuerzos entre productores y comerciantes. La iniciativa, que ha permitido vincular 86 veredas en 38 municipios de Cundinamarca, incluye un “pequeño valor de salvamento” o aporte a campesinos pobres que cultivan en sus minifundios; y la respuesta no se ha hecho esperar: “el año pasado salvamos 7.000 toneladas de comida”, declaró con una visible satisfacción.
Mediante la coordinación y apoyo con otros bancos de alimentos del país, el Banco de Alimentos de Bogotá ha logrado apoyar a otras regiones de Colombia, como La Guajira, Tolima, Huila, Buenaventura y al Catatumbo. “También tenemos una cantidad importante de alimentos para entregar en el Cauca, Putumayo, el Guaviare y Chocó”.
Sin duda, el aporte es grande, pero aún falta mucho por hacer. Según la FAO,
actualmente una tercera parte de los alimentos producidos se pierde o desperdicia, con lo que no se contribuye a la seguridad alimentaria y a la nutrición de los más pobres, al tiempo que se agravan las presiones sobre los recursos naturales.
¿Te animas a ayudar? (https://www.bancodealimentos.org.co/)