El desierto según las diferentes culturas y la religión no representa un lugar geográfico, sino una situación interna del ser humano.
Por Geyber Pérez González
El desierto según la pensamiento religioso designa la carencia o la falta de vida en el hombre. Desde hace mucho tiempo el ser humano ha contemplado su propia realidad desde múltiples perspectivas, asociándola con lugares y hechos de la naturaleza. El desierto es uno de esos lugares que manifiesta claramente el vacío existencial y la ausencia de Dios.
Desde el punto de vista bíblico el desierto es una tierra que no ha bendecido Dios: allí el agua escasea como en el huerto del paraíso (Gen 2,5). Pero no hay que visualizar el desierto como un espacio árido que no posee vida. Es claro que en muchos desiertos existe vida abundante. En los desiertos áridos de américa hay un número considerablemente grande de antílopes y linces rojos, lo mismo ocurre con los matorrales del Sahara. Contrariamente a esto, el ser humano designa al desierto no como un lugar geográfico, sino como una característica propiamente suya que expresa su situación real. De este modo, las injusticias y las desigualdades representan el caos vivencial de los hombres, es decir, manifiestan claramente cómo el desierto (vacío existencial y desorden) se hace patente.
Mirar con profundidad la vida humana implica cuestionar su naturaleza. Evidentemente, las múltiples preguntas relacionadas con el origen y el sentido de la vida se respondieron atendiendo a diferentes modos de simbolizar lo que el hombre veía a su alrededor. Por ejemplo, en el caso del desierto, las diferentes culturas intentaron explicar y visualizar la situación interna del ser humano. Los problemas psíquicos tenían un modo de simbolizarse. Pero en el caso de la religión, el desierto representaba una ausencia, algo que hacía falta en el hombre. Obviamente ese algo era Dios o la divinidad.
Si se presta atención a las sagradas escrituras, se entenderá particularmente el hecho de que el desierto representa de algún modo un castigo, una manera de reprender la situación humana. El pueblo hebreo (semitas del oriente medio), comprendía que el tiempo ideal y fascinante del pasado había finalizado y que su presente producto del pecado era un castigo impuesto. Lo anterior simboliza el estado social de una cultura.
En definitiva, el desierto es un modo de simbolizar tres aspectos. El primero representa la situación interna del hombre, es decir, el vacío existencial. El segundo, por el contrario, muestra cómo el caos social es algo patente y evidente en el ser humano. Y por último, atendiendo a la religión, simboliza la ausencia de Dios.