Vigilada por los imponentes cerros orientales, la capital del país guarda historias desde los tiempos de los Muiscas y los Chibchas, de españoles, criollos, liberales y conservadores.
Por: Andrés A. Gómez Martín.
La metrópoli que es hoy en día Bogotá, inicio como un campamento improvisado de Gonzalo Jiménez de Quesada. Resulta sorprendente que la capital de una de las colonias del entonces reino de España, tuviera su centro político y administrativo lejos, muy lejos de la costa.
Pero así se dieron las cosas, Jiménez de Quesada, Nicolás de Federmann y Sebastián de Balcázar, dieron pie a la fundación de lo que se llamó nuestra señora de la Esperanza.
Con el establecimiento de los españoles en la sabana, se buscaba oro y esmeraldas, antes del 6 de agosto de 1536, fecha de la primera fundación, Gonzalo Jiménez de Quesada, ya había pasado por los pueblos de la sal, Nemocón y Zipaquirá.
Más adelante en el tiempo, en el año de 1890, el Congreso de Angostura agregaría un segundo nombre a Santa fe, Bogotá en honor a Bacatá.
Con la llegada del siglo XX, Santa fe de Bogotá se consolida como la principal cabecera urbana de la recién creada, República de Colombia, es allí en donde se establecen las gentes adineradas y los poderes ejecutivos, administrativos y judiciales.
Por los años treinta, la incipiente violencia heredada de la guerra de los mil días y precursora de otra época de violencia, daría paso al crecimiento del pueblo.
Campesinos sin tierra, empezarían a llegar a los bordes de una comunidad que casi llegaba al medio millón de habitantes. El cachaco bien vestido, de sombrero de copa alta, es el enigma de los criollos adinerados, pero el bogotano de a pie, usaba ruana, alpargatas y sombrero campesino.
Finalizando la década de los años cincuenta, los municipios de Usaquén, Usme, Suba, Engativá entre otros, se adhieren a Bogotá bajo la premisa del General, Gustavo Rojas Pinilla, de pensar la ciudad con orden y estructura para el futuro.