Miles de personas se movilizan todos los días por las vías nacionales, cruzar el país no es una tarea fácil, pero aun así existe quien lo atraviesa sin descanso para cumplir con su trabajo.
Por: Andrés A. Gómez Martín.
Ipiales es el municipio fronterizo entre Colombia y Ecuador, es un lugar muy importante para el departamento de Nariño y para el suroccidente del país. Es una zona comercial ciertamente prospera no solo por las transacciones comerciales propias de un lugar fronterizo, sino por la característica actitud del buen trabajador que distingue a los nariñenses.
El país se debe conectar, las vías terrestres colombianas apenas están siendo modernizadas, desde Nariño, en el macizo colombiano en donde la cordillera de los Andes se divide en tres, inicia una travesía de 1.400 kilómetros hasta la ciudad fronteriza de Cúcuta.
Son las 8 de la mañana, Gilberto Molina se sienta en la poltrona del bus que tendrá que conducir por 36 horas. Usa pantalón negro, camisa azul, chaleco negro con la insignia de la empresa y zapatos de charol. Pone sus manos juntas y eleva una oración a la Virgen del Carmen y al Divino Niño, las dos figuras religiosas están colgadas en un pequeño espacio al lado del volante.
Oprime un botón, la puerta del bus se cierra y la travesía debe comenzar. Con él viajan dos conductores más, uno de ellos solo viajara hasta cierto punto del recorrido. Las grandes montañas de Nariño van dando paso a un paisaje único, grandes cañones que son vigilados en el fondo por sus ríos.
A las 3 de la tarde ya han llegado al municipio de El Bordo, en el departamento del Cauca, han pasado más de 5 horas y 200 kilómetros, todos descienden del bus para descansar y almorzar. El viaje continúa hacia la ciudad de Popayán, allí esperan algunos pasajeros; el clima ha sido benévolo, sol y nada de lluvia.
La Policía de carreteras detiene el bus en casi todos los puestos de control, es común que en los buses que viene desde Nariño se encuentre algún tipo de contrabando, especialmente narcóticos. A los 6 de la tarde han legado a Cali, hay cambio de conductores, algunos pasajeros aprovechan para comprar algo de alimento y estirar las piernas. Al mando del imponente bus llega Hernando Prieto, 20 años de experiencia en las vías. Toma sus manos, la junta y eleva una oración.
A las tres de la mañana están a punto de llegar a Ibagué, han cruzado el paso más famoso y complicado de conducir del país, La Línea, en el punto más alto de la cordillera central.
El bus continua su camino hacia el Magdalena Medio, la próxima parada es Honda, en el departamento del Tolima, allí arriban sobre las 7 de la mañana. Un parador de buses recibe a los viajeros, caldo de pescado, arroz, huevos y jugo de naranja es la especialidad del lugar.
De nuevo hay cambio de conductor, Gilberto había estado descansado en el camarote, ya se nota en sus caras las 24 horas de viaje, han logrado cruzar medio Colombia.
Luego del desayuno el destino es el departamento de Santander, Puerto Araujo abre otra sección del viaje y de allí deben llegar a Bucaramanga sobre las 4 de la tarde.
Ya han realizado el 90 por ciento de la travesía, han ascendido las cordilleras y faltan 199 kilómetros de una difícil carretera que se trepa en la cordillera oriental, Pamplona en Norte de Santander es la siguiente parada. Los dos hombres, curtidos en las vías no desisten, 32 pasajeros deben llegar a Cúcuta
A las 3 de la mañana, iniciando el tercer día de viaje, la capital del departamento de Norte de Santander los recibe con un clima cálido, el bus estaciona, ambos conductores se dan la mano y sonríen, los pasajeros les dan las gracias. En 24 horas deben iniciar de nuevo otra travesía, esta vez hacia Medellín.