La educación que florece en la tierra
En la Institución Educativa Rural Santa Fe del Caguán, hoy se extiende un vibrante cultivo de piñas que promete cosechas tan dulces como las historias que lo rodean. Con la guía del profesor Camilo Bubu, los estudiantes de grado 11° han encontrado en la agricultura una herramienta pedagógica que les permite aplicar conocimientos de ciencias naturales, matemáticas y medio ambiente mientras aprenden de manera práctica.
Pero esto no es solo botánica. Es aprender a transformar un espacio en un campo fértil; es palpar la textura de la tierra, medir su acidez, observar cómo el clima afecta cada brote. Es una lección de paciencia, constancia y trabajo en equipo. «La tierra nos enseña a esperar, a cuidar, a planear cada paso para que el resultado sea el mejor», reflexiona uno de los jóvenes agricultores.
Más allá de las frutas: una revolución silenciosa en el aula
Este proyecto, que podría parecer una actividad extraescolar más, ha evolucionado hasta convertirse en una filosofía educativa que traspasa los límites del aula. Los objetivos son claros y ambiciosos:
- Reconectar con la naturaleza: En un mundo donde las pantallas parecen reinar, los estudiantes aprenden a observar los ciclos naturales, a trabajar con la tierra en lugar de explotarla, y a valorar el entorno que los rodea.
- Promover hábitos saludables: Cultivar sus propios alimentos les ha hecho conscientes de la importancia de una alimentación balanceada y los beneficios de consumir productos frescos y sostenibles.
- Despertar el espíritu emprendedor: Este proyecto no termina con la cosecha. Los estudiantes han diseñado un plan para que las futuras generaciones de la institución continúen el cultivo en 2025, generando ingresos para ellos mismos o para la escuela. Una verdadera lección de sostenibilidad económica y visión a largo plazo.
- Construir comunidad: Más allá de la escuela, padres de familia y vecinos han encontrado en este proyecto un espacio de colaboración y unión, demostrando que el conocimiento puede ser un vínculo poderoso.
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La tierra como testigo: lecciones de vida y emprendimiento
Este no es solo un proyecto agrícola; es una revolución silenciosa que está redefiniendo lo que significa educar en zonas rurales. La escuela ha pasado de ser un lugar donde se dictan clases a un espacio donde se vive el aprendizaje. En cada brote de piña hay una historia, un esfuerzo compartido, un desafío superado.
Un modelo de futuro para la educación rural
En un país donde la ruralidad a menudo enfrenta desafíos de abandono e inequidad, la Institución Educativa Rural Santa Fe del Caguán emerge como un faro de esperanza. Este modelo, que integra el conocimiento teórico con la práctica y la experiencia, está demostrando que la educación puede y debe adaptarse a las necesidades y realidades de su entorno.
Los estudiantes, que un día caminaron por este terreno sin imaginar su potencial, hoy proyectan un futuro donde el aprendizaje no está limitado por las paredes de un aula. «Aquí no solo aprendemos a sembrar; aprendemos a soñar, a creer que podemos cambiar nuestras vidas y nuestras comunidades», dice uno de los estudiantes, mientras inspecciona cuidadosamente las hojas de una piña.
El legado de una cosecha que apenas comienza
A medida que el cultivo crece, también lo hace el impacto de este proyecto en la vida de los estudiantes, en sus familias y en la comunidad en general. Este pequeño campo de piñas es un recordatorio de que la educación rural no solo debe formar académicamente, sino también sembrar raíces profundas que conecten a los estudiantes con su tierra, su cultura y su futuro.
En cada piña que brota en esta institución, hay una lección: con esfuerzo, paciencia y trabajo colectivo, incluso el terreno más árido puede convertirse en un suelo fértil para los sueños. Y esos sueños, como la fruta que cultivan, prometen ser dulces y resistentes, listos para enfrentarse al mundo.
Autor: Karol Jasbleidy Velasco – Estudiante Grado 11 – IER Santa Fe del Caguán
Editora: Natalia Garavito