Hace seis meses gastaba, en promedio, $15.000 diarios por concepto de alimentación para toda su familia; hoy en día, debido al alza del dólar, ese promedio le subió hasta los $18.000. ¿Qué puede hacer Doña Patricia? pues, mientras el valor del peso continúe bajando, tendrá que refugiarse en los productos que pertenecen exclusivamente a la industria nacional.
Por: María Alejandra Pérez Vanegas
Estudiante de la Facultad de Comunicación Social y Periodismo
Universidad Sergio Arboleda
Si Doña Patricia quiere seguir enviando saludables frutas a sus hijos para la merienda, debería cambiar la manzana chilena, las peras y las ciruelas por bananos 100% colombianos. El problema es que la producción nacional de esos bienes bajó mucho, desde que se puso en marcha la apertura económica, a comienzos de los 90. Entonces, si quiere seguir cocinando un almuerzo nutritivo para su familia, deberá cambiar el arroz por papa y el pollo por carne o hueso de res, al menos hasta que, eventualmente, el dólar baje de nuevo.
Aunque Doña Patricia y su familia se ven en aprietos para subsistir con un salario mínimo de $644.350 , el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, asegura que el dólar caro es necesario para la economía del país para que Colombia se adecúe al contexto internacional, al poderle sacar un mayor partido a las exportaciones de productos diferentes al petróleo, como el café, el banano y las flores. Es claro que una tasa de cambio al alza beneficia las ventas externas, al aumentar la rentabilidad en forma considerable. Sin embargo, lo cierto es que la realidad diaria de Doña Patricia al hacer mercado es la misma que enfrentan actualmente millones de colombianos.
Aunque el ministro sostiene que el panorama no es desalentador, ya muchos colombianos están sintiendo el impacto en sus bolsillos y la Junta directiva del Banco de la República -encargada de velar por que no se desborde el costo de vida- muestra síntomas de preocupación; todo indica que se inclina por subir las tasas de interés, lo que podría complicar aún más las finanzas familiares.
Muchos culpan de esta situación a los distintos tratados de libre comercio, pues la economía colombiana es tan dependiente del resto del mundo que, en caso de nuevas alzas en el precio del dólar, varias de las empresas que han surgido al amparo de la reducción de aranceles de importación, tendrían que poner fin a sus actividades comerciales, lo que traería graves consecuencias para los índices del desempleo.
No obstante, algunos expertos son más optimistas. Rodrigo Alvarado, economista de la Universidad Sergio Arboleda, asegura que es muy probable que haya un desplome significativo en los próximos meses, aunque advierte que no es posible determinar a ciencia cierta lo que ocurrirá con el dólar, pues, afirma, sólo se sabe sobre la existencia de una burbuja hasta que ésta revienta.
Lo cierto es que día tras día son más los colombianos que reclaman una política económica coherente y sólida pues, por ejemplo, no pueden entender por qué, si los precios de los combustibles están atados a la cotización internacional del petróleo, ahora que ésta va en picada no se refleja en las tarifas internas de la gasolina y demás derivados.
Quizás por eso doña Patricia, que poco entiende de macroeconomía, se atreva a hacerle esta pregunta al gobierno Santos: “¿Es posible así, como dice el gobierno en la radio, que vayamos hacia un nuevo país?”