El caso más emblemático es el del glaciar Conejeras, localizado en el sector norte del Nevado Santa Isabel, en el Parque Nacional Natural Los Nevados. Este glaciar, monitoreado durante 18 años de forma continua, se extinguió a comienzos de 2024, marcando un hito en la historia glaciológica del país. “Fue el glaciar más instrumentado de Colombia”, destaca el Ideam en su informe más reciente, en el que también advierte sobre la vulnerabilidad de otros relictos de hielo como El Hongo, Laguna Verde y El Cuadrado.
La pérdida no se limita a este nevado. Entre 2022 y 2024, el Nevado del Tolima redujo su cobertura en un 8,2 %; el Nevado del Ruiz en 6,6 %, y la Sierra Nevada de Santa Marta, la masa glaciada más septentrional de Suramérica, perdió 8,7 %. La Sierra Nevada El Cocuy o Güicán, que alberga la mayor superficie glaciar del país, también sufrió una disminución del 7,4 %, y glaciares como los Cerros de la Plaza, Güicán y Pico Blanco podrían desaparecer antes de 2026.
El Niño, una amenaza mayor
El fenómeno de El Niño 2023-2024 tuvo efectos devastadores. Según el Ideam, derritió 22 % más masa glaciar en la Sierra Nevada El Cocuy o Güicán que el evento ocurrido en el período 2015-2016. El glaciar Ritacuba Blanco, por ejemplo, registró una pérdida de 7 metros de espesor de hielo y nieve en un solo año. Esta situación se suma a las condiciones locales como altitud baja, poco espesor de hielo, y la presencia de ceniza volcánica en los glaciares, que reduce su capacidad de reflejar la radiación solar y acelera el derretimiento.
En total, Colombia conserva apenas 30,83 km² de glaciares, frente a los 349 km² que existían a mediados del siglo XIX. Es decir, hemos perdido el 91 % de nuestras nieves perpetuas. “Si esta tendencia continúa, en unas pocas décadas podríamos convertirnos en un país sin glaciares”, señala el informe.
Un patrimonio ambiental en retirada
Más allá de su valor paisajístico, los glaciares cumplen funciones esenciales: regulan el clima, abastecen cuencas hidrográficas claves como el Magdalena y el Cauca, y representan un legado cultural para pueblos indígenas y campesinos que habitan en sus inmediaciones.
Por eso el Ideam insiste en la necesidad de mantener el monitoreo técnico y fomentar el conocimiento ciudadano. Experiencias de glaciología participativa como las impulsadas por colectivos locales en el Nevado del Tolima y en el Santa Isabel muestran que la comunidad también es aliada clave en la conservación y la adaptación frente al cambio climático.
“El derretimiento de cada metro cuadrado de hielo es una señal de alarma. No se trata solo de un fenómeno ambiental, sino de un desequilibrio que impacta directamente nuestras fuentes de agua, la biodiversidad y la cultura de montaña”, concluye el Ideam.