Aunque Colombia cuenta con una normatividad en la materia, se trata de leyes y medidas que hoy resultan obsoletas, en la medida en que factores como el cambio climático o el fenómeno de El Niño determinan la intensificación de los riesgos.
Según la profesora Dolors Armenteras, directora del grupo de investigación en Ecología del Paisaje y Modelación de Ecosistemas (Ecolmod), del programa de Biología de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.), en la mayor parte del territorio nacional no hay suficiente financiación, equipos y entrenamiento adecuado para controlar un incendio forestal, y además falta planificación.
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“El Niño hace que las condiciones climáticas sean extremadamente secas y la cantidad de biomasa (o material vegetal que se convierte en combustible) se incremente”, precisa la experta, quien llama la atención acerca de que en Colombia los incendios forestales suelen tener su origen especialmente en actos humanos.
Por eso destaca que “se debe realizar un trabajo continuo de prevención, minimizar el riesgo, y, en los casos inevitables, manejar la emergencia y recuperar las áreas afectadas. Esta labor no se puede limitar a los meses en que suelen presentarse este tipo de eventos (enero y febrero, que son los más secos), sino que se debe hacer durante todo el año”.
También considera que se deberían adelantar estudios sobre aquellas especies que presentan mayor riesgo de convertirse en material inflamable y sobre aquellas que resisten mejor el fuego, para pensar en la implementación futura de cinturones verdes capaces de contenerlo, tales como las que funcionan en China y en algunos países europeos.
Ya que la normatividad vigente no permite hacer quemas controladas para investigar, otra de las propuestas de Ecolmod es regular este aspecto, con el fin de hacer mayores aportes a la prevención del riesgo de incendios y al estudio de especies más resistentes al fuego.
Mientras que en algunas regiones los incendios forestales se asocian con la expansión de la frontera agropecuaria, la deforestación y la colonización de tierras, en otras zonas es con la caza.
En tal sentido, la profesora Armenteras comenta que los casos más frecuentes suelen registrarse en la región de la Amazonia, seguida por la Orinoquia, donde la renovación del suelo depende de quemas controladas que en muchas ocasiones se desbordan por un manejo inadecuado.
Cambios extremos
El cambio climático ha tenido como consecuencia que las temporadas secas sean más largas e intensas, de modo que aunque la intención sea realizar una quema controlada, la probabilidad que esta se salga de control aumenta el riesgo de incendios forestales. Si a ello se suma el fenómeno de El Niño, las condiciones están dadas para que un pequeño incendio pueda cobrar grandes proporciones, comenta la experta.
La creencia generalizada de que si antes de la temporada seca ha llovido mucho no va a haber incendios tampoco ayuda, puesto que la vegetación crece rápidamente y aumenta la biomasa, que se transforma en combustible adicional y que incrementaría la intensidad del incendio.
“Suponiendo que el fenómeno de El Niño sea severo, habrá condiciones que generen combustible suficiente para propiciar un gran incendio”, precisa la docente, quien destaca que una quema puede ser autorizada, pero en muchos casos no se obtienen los permisos adecuados y es ilegal.
Otros factores también pueden desencadenar incendios, porque cuando hay combustible y condiciones secas, la chispa que prende el fuego puede tener muchos orígenes, como una inadecuada disposición de basura, vidrios y plásticos, en el caso de las zonas periurbanas.
Un incendio forestal no suele producirse en la mitad de un parque o de un área protegida, prosigue la profesora Armenteras, para quien los principales riesgos de estos desastres siempre se asocian con alguna actividad desarrollada por personas.
Fuente: Universidad Nacional de Colombia.
Editor: Lina María Serna. Periodista – Editora.