“No es ir en contra de los hombres, es tener igualdad de condiciones, es igualdad jurídica, es tener derechos sobre nuestras tierras. Eran algunas de las frases más escuchadas. Para ellas, el feminismo campesino es una apuesta contra la desigualdad y la estigmatización, una lucha conjunta para que sus aportes políticos, sociales y económicos sean reconocidos”.
Este es un fragmento de un texto publicado originalmente el día 28 de enero del año pasado por el portal Justiciarural.com en el artículo titulado Feminismo campesino: el poder de las mujeres rurales. Allí se sistematiza la experiencia de más de 250 campesinas de todo el país que se reunieron en el III Encuentro de Mujeres de las Zonas de Reserva Campesina, en una jornada sobre la reivindicación y la fortaleza de las mujeres campesinas.
Poco a poco diversas reflexiones feministas son abordadas por miles de mujeres de todos los rincones de Colombia. Así lo han hecho mujeres situadas en contextos rurales, que han avanzado en estas reflexiones y cada vez es más sencillo hablar de feminismo con ellas y comprender cómo asimilan estos conceptos.
Con el respeto y cuidado que considero deben tener todos los hombres al referirse sobre estos temas, y pese a saber que a algunas mujeres les molesta leer a periodistas hombres que escriban sobre feminismo. Les compartiré una corta reflexión, principalmente basándome en mi trabajo como facilitador social y educativo, durante más de tres años de experiencia. En este caso con mujeres excombatientes, lideresas y víctimas del conflicto armado en el norte del Chocó.
Para ustedes ¿Qué es el feminismo y para qué sirve?
“̈Es el reconocimiento a las mujeres que siempre hemos aportado al desarrollo y no solamente al de la comunidad sino también al desarrollo del país. Es la fuerza que en mi comunidad hace que las mujeres seamos las que sostenemos la permanencia en el territorio, por qué decidimos estar en la comunidad contra viento y marea convencidas que fuera del territorio la mujer rural no tiene dónde ni cómo realizar las labores del campo que sabemos hacer.
Es la apuesta por la seguridad alimentaria cómo una estrategia para conservar el liderazgo, autonomía y sentido de pertenencia. La seguridad alimentaria pensada en la independencia económica y la posibilidad de ofrecer a las familias, la comunidad y a la nación productos de calidad a través de crías de especies menores y siembra de productos de nuestra región.
Sirve para crear equipos de trabajo y para tomar decisiones. Debemos tener prioridades para desarrollar, capacitar y dar oportunidades a otras mujeres de dirigir y ser comprometedoras. Sirve para liberarnos de muchas cosas a las cuales estamos sometidas, darnos prioridad como mujeres, para llegar muy lejos. Para participar activamente en la toma de decisiones en situaciones que fortalecen o afectan a las mujeres, familias y comunidades.
Sirve para visibilizar los aportes de las mujeres en los territorios a través de trabajos que van en beneficio y defensa del territorio. Tomar nuestras propias decisiones, para visibilizarnos porque unidas podemos sacar adelante más proyectos, hacernos fuertes permitiendo la construcción del tejido social ̈.
Considero que cuando las mujeres explican qué es el feminismo, a lo que ellas se refieren es a una visión política del mundo que busca posibilitar transformaciones culturales y estructurales en pro de una mejor sociedad. Que reconoce y da valor al trabajo rural y a la economía del cuidado, que es lo que hacen las mujeres rurales, campesinas e indígenas.
Y eso, es lo menos valorado en el modelo de desarrollo en que vivimos, un modelo cargado de explotación, extractivismo y colonialismo, que toma por sentado el valor del agua, la tierra, la alimentación. Así mismo, que no renuncia a la posibilidad de luchar conjuntamente con los hombres contra la injusticia y la desigualdad.
Esto último es algo que me llama mucho la atención por la actual coyuntura política, porque es un enfoque que se diferencia drásticamente de los discursos de algunos grupos feministas que se encuentran en las grandes ciudades. Para mí sin duda, tras el actual contexto político – electoral en el que nos encontramos en Colombia, resulta un avance que el feminismo rural no se enfoque en generar divisiones sociales entre hombres y mujeres.
Sabiendo que resulta apolítico centrarse solo en agrupar cuando el propósito fundamental es acabar con el sistema patriarcal. En ese sentido le da mucha fuerza a la visión o apuesta política y se orienta en lo programático que en últimas es lo que guía y garantiza que las transformaciones lleguen a los territorios.
Este artículo se escribe en el marco de la implementación del proyecto Mujer Mestiza, Indígena y Afrodescendiente – MIA, que se desarrolla gracias al apoyo del Fondo Europeo para la Paz, y que es una apuesta socio educativa que impacta de forma directa a más de 80 mujeres excombatientes de las Farc Ep y de manera indirecta a más de 200 mujeres lideresas y víctimas del conflicto armado.
Este proceso se desarrolla en Caquetá y el norte de Chocó con el apoyo del Fondo Europeo para la Paz en Colombia de la Unión Europea, la Registraduría Nacional, la Diócesis de Caquetá y la fundación Acción Cultural Popular – ACPO.
Por: Juan Esteban Moreno. Facilitador educativo del proyecto MIA.
Editor: Karina Porras Niño. Periodista – Editora.