El campesino a través de su mirada y el relato de su voz alcanza a percibir el vínculo con la tierra y la vida; los saberes de la siembra y el cuidado de la tierra y animales. Al labrador, cultivador, agricultor, en algunas ocasiones lo califican como personas atrasadas, poco modernas ¿por qué les dan estos distintivos? Es debido a que la gente los ve como una comunidad incompetente, por su forma humilde y arraigada, ante una sociedad que no reconoce la gran labor del campo.
A esto le agregamos el conflicto armado y sus consecuencias violentas que a través del tiempo han ido provocando la migración del campo a la ciudad y el desplazamiento forzado que alteran el estado emocional, social, económico y cultural del campesino. La falta de oportunidades y encima el poder de los hacendados (privilegiados) sobre los campesinos (excluidos) son eventos que siguen presentes en la actualidad.
Aun así, el campesino con adversidades y sin ellas deposita sus capacidades con esfuerzo, compromiso y dedicación, resguardando la tierra y las semillas como un gran tesoro. Resalta el potencial turístico del campo, la gran diversidad de tradiciones culturales y sociales, haciéndose reconocer como un individuo productivo.
Sin embargo, es un grupo poblacional en estado de vulnerabilidad por la falta de seguridad, de atención de las condiciones e igualdades tanto equitativas y proporcionales de su identidad. Además, con ventajas y desventajas al campesino se le debe otorgar el mérito de lanzarse al campo empresarial considerando el desarrollo con los recursos, instrumentos y técnicas que ellos utilizan para poder dominar y producir la tierra; con acciones que abarcan a su ser dinámico, por lo cual es capaz de realizar diversas actividades las cuales están sujetas al proceso del trabajo.
El campesino no es aquel que posee tierras, el verdadero campesino es aquel cultiva la tierra, orgulloso e imprescindible dándole vida, de manera autosostenible e inspirando al cuidado, a tener conciencia de que sin ellos en tiempos como estos, con sus manos cultivan y con la ayuda de la naturaleza son el sustento de las grandes ciudades.
Es a ellos a los que debemos agradecer, porque la agricultura es un arte y los agricultores son los artistas, que se esfuerzan por generar lo que comemos y como dice un dicho “por lo menos una vez en la vida vas a necesitar un médico, un abogado, un arquitecto, pero todos los días tres veces al día vas a necesitar un agricultor”. El esfuerzo que ellos ponen día a día, es algo que se debe valorar más que nada, ya que es la profesión propia del sabio, la más sencilla y la ocupación más digna para toda persona libre.
Por: Maria Angélica Caballero. Estudiante del Colegio Distrital Nueva Roma.