La pandemia generó un aislamiento que impidió el encuentro con el otro, los jóvenes perdieron durante más de un año sus espacios de socialización y esparcimiento como por ejemplo los escenarios deportivos de las instituciones educativas. Desde el 12 de julio cuando se dio apertura a la presencialidad, poco a poco han ido regresando los estudiantes.
Es en este contexto de retorno donde se hace fundamental volver a tejer esas habilidades socioemocionales que la pandemia afectó. La convivencia es ese acto de vivir con, vivir en compañía de otros desde una coexistencia pacífica y armónica, en este punto hay que aclarar que la coexistencia está dada, no vivimos aislados de los otros. A diferencia de la coexistencia, la convivencia hay que construirla, es un proceso y por tanto implica el aprendizaje.
En el marco del proyecto Pescado para el Desarrollo implementado con jóvenes rurales de Caquetá, Acción Cultural Popular – ACPO con apoyo de la Diócesis de San Vicente del Caguán, desarrollarán una serie de convivencias con los estudiantes y sus padres. Estas, son una oportunidad para dar espacio y tiempo a fortalecer los lazos sociales en las instituciones educativas, y son la posibilidad de dar un lugar a la comunicación asertiva entre los padres y madres con sus hijos e hijas.
Las convivencias serán un espacio para reflexionar sobre cómo se viven valores como el respeto, la solidaridad, la honestidad y la empatía en los hogares, buscando estrategias para fortalecerlos. En ellas, se buscará que las familias expresen y compartan sus experiencias para construir hogares con sana convivencia.
Adicionalmente, la importancia de las convivencias para el proyecto es seguir motivando a los jóvenes para que comprendan que transformar su región no se da sólo desde procesos económicos productivos, sino que es necesario integrar la transformación de sus realidades más cercanas.
Por: Sebastián Ríos Buitrago. Facilitador educativo del proyecto Pescado para el Desarrollo.
Editor: Karina Porras Niño. Periodista – Editora.