Parece que hoy en día no se logran diferenciar estas tres palabras (mejor dicho, lo que ellas representan). Tienen un significado y una proyección tan diferente, pero que la necesidad, la pobreza y el oportunismo no permiten comprenderlo bien y terminan siendo sintetizadas en una sola.
No queremos darnos cuenta que somos un país de grandes capacidades, en donde la mayoría de sus habitantes, tiene miedo de mostrarlas; un país pujante, en donde no se le da importancia a las competencias de su gente y se busca talento extranjero para solucionar cualquier tipo de problemática. Un país permeado por el asistencialismo en todas sus facetas, que ha diezmado la capacidad creativa, proactiva y de innovación de todos, un país que lentamente se inmoviliza frente a la oportunidad de cambio y de progreso.
Por esta razón, desde mi percepción de realidad, deseo hacer una reflexión sencilla y sincera, frente al accionar de cada palabra y lo que representa en sí, no sólo para para las comunidades de base, sino también para aquellos que deseamos ser gestores de transformación, buscando hacer un llamado sincero a generar cambios desde la forma de percibir y actuar frente a los acontecimientos cotidianos en cada una de las regiones.
El asistencialismo, es «la forma en que el Estado presta socorro a las comunidades en situaciones de vulnerabilidad temporal o permanente» pero que de forma triste, en algunas zonas de nuestro país, es mal interpretado y está coartando a la población para que sea generadora de progreso en su región y por lo tanto las regiones están creando una dependencia nociva que los lleva a aumentar sus índices de pobreza, necesidad e ignorancia.
Las ayudas, en su gran mayoría se entienden «como humanitarias y pretenden atender a poblaciones pobres, que son afectadas por fenómenos naturales, guerras o crisis humanitarias». De igual manera que el asistencialismo, generan una dependencia en las comunidades, lo que está evitando que estas sean capaces de generar soluciones a sus problemáticas y crean el deterioro del tejido social, ya que traen consigo otra gran cantidad de problemáticas sociales de fondo y forma.
Los proyectos, bajo mi percepción, serían la mejor forma de generar desarrollo en las regiones, ya que liderados bajo un lineamiento ético, aportan a las comunidades la posibilidad de un desarrollo sostenible, sustentable y amigable con todos los factores externos e internos Unificando a las regiones en su misión de autonomía.
Analizó entonces las subregiones de nuestro país, y veo de forma triste como los generadores de cambio nos quedamos cortos en el momento de proponer soluciones de apoyo que sean sostenibles en el tiempo y que adicionalmente, aporten desarrollo, basado en el respeto integral de la cosmovisión de la zona de impacto.
Este año, nos presentó un desafío en todos los aspectos, nos mostró la importancia de la resiliencia, la reinvención y la transformación, no permitamos seguir haciéndonos los ciegos frente a la realidad, una realidad que podemos cambiar haciendo pequeñas cosas, que en poco tiempo se convertirán en cambios reales en nuestras comunidades.
Por: Ana Cristina Salazar. Lideresa comunidad Lasallista de Medellín.